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“No me juego el ego todas las noches”

Pareciera que nada lo despeina, pero tiene un gran sentido del humor. Su rol de hombre ancla lo ve como algo pasajero, o sea, mañana podría estar de nuevo solo reporteando y ¡cero rollo!

13 de Julio de 2005 | 10:43 |
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Es quitado de bulla. Definitivamente.

Pareciera que va por la vida operado de los nervios y algo de eso trasunta todos los fines de semana cuando aparece en la pantalla del televisor para entregar las noticias de TVN. Su imagen correcta, su calma, su tono de voz controlado es parte de su vida cotidiana.

A los 39 años, el periodista Juan José Lavín es un misterio. Hace un tiempo, cuando la revista “El Sábado” lo designó una de las figuras del año, lo calificó de “invisible”, haciendo la precisión de que esa cualidad era un halago dentro del sobreexpuesto mundo televisivo.

Lavín no se inmuta, es sobrio y mesurado por naturaleza. Camina por la calle con un cigarrillo en la mano, dejando entrever que las canas de su barba son un reflejo verdadero de la madurez que ha alcanzado en esta etapa de su vida y no del ermitaño que algunos podrían pensar es, cuestión que se aleja bastante de la realidad.

-¿Es difícil saber cosas sobre Juan José Lavín?
“Es difícil, es una cuestión absolutamente voluntaria porque no tengo interés en figurar. He salido poco en la prensa y más que nada porque me han pillado. La verdad es que le tengo una suerte de desconfianza, en general, al gremio –porque lo conozco- y, particularmente, al de espectáculo, que es el que habitualmente cubre televisión”.

-Tu imagen es más bien distante. ¿Es una parada en la vida o tu forma de defenderte?
“Debe ser una parada en la vida porque no es algo preparado. Si es como tú dices, debe ser así, yo no he decidido ser así en pantalla, no es que me guste tener esa imagen”.

-Pero más que crítica, apunto a que estando en la televisión pareciera que ese mundo no te toca.
“Para nada… desconozco cuál es el cuento de la tele. Sí tengo la impresión que para trabajar en la tele y hacerlo bien, hay que creerse un poco el cuento, pero muy poco, porque si no pasas a ser una persona que vive para la tele y yo trabajo ahí, nada más. Reporteo, hago mi trabajo y éste, casualmente, tiene un ingrediente de exposición pública. Pero no es un hecho que agradezca, viene en el paquete”.

-¿Te incomoda ser rostro?
“No, en lo absoluto, pero tampoco me parece una cosa particularmente graciosa. No me parece una ventaja respecto de cualquier otro cristiano y me incomodan muchas cosas que me pasan. Como cuando voy a un minimarket, me pongo a la cola y, a veces, al reconocerme, me hacen señas para que pase por la caja del lado. ¿Qué hacís? La gente te cacha como una persona cercana –y esto se ha dicho muchas veces, por lo que es una perogrullada- porque estás en su living, en su pieza”.

-¿Pero hay más distancia respecto de ti que de otras figuras de la televisión que, además, salen en las portadas de los diarios?
“No sé cómo les va a los otros, pero a mí pasan cosas divertidas porque soy un tipo normal en la calle; uso el Metro, taxis, no ando en un tremendo auto con vidrios polarizados. Y además, si me dan la pasada, me gusta conversar con la gente para saber qué está pasando, qué piensan, para no aislarme”.

-Algunos te consideran el prototipo del “hombre ancla”, por tu estilo poco acartonado.
“Hablas de estilo y eso me suena como algo estudiado, pero la verdad es que no trato de hacer televisión, sólo trato de informar. Creo que la diferencia está en que en el pasado el que leía las noticias era un locutor que tenía un estilo acartonado porque no tenía ninguna vinculación con los hechos y hoy es un periodista que ha reporteado la noticia.
“El maestro de esto es (Alejandro) Guillé y si te fijas Amaro (Gómez-Pablo) tampoco es acartonado. Mira a Fernando Paulsen, con un estilo notable y los tres, los cuatro o los sietes coincidimos en que todos somos periodistas y eso no me parece casual”.

-¿Tendrá algo que ver el hecho de que tu ego no está en riesgo todas las noches?
“Para nada me lo juego, muchas veces me he preguntado si tengo ego o no. Evidentemente tengo, pero debe ser del porte de… Además, tengo la convicción de que estoy de paso en esto. Así como hoy estoy leyendo noticias, mañana puedo estar reporteando de nuevo. No es mi vida leer noticias, me parece un trabajo estupendo y el ingreso es mejor que el promedio, pero nada más”.

-Pareciera que no te entran balas, que eres operado de los nervios.
“En esta pega sí. Leer noticias no me provoca estrés, no me complica, porque me siento en mi casa haciendo lo que sé hacer, periodismo”.

En lo que va de su carrera profesional, ha tenido tres distintas compañeras de trabajo, todas muy distintas en estilo y personalidad. Pamelas Jiles en “En debate”, Monserrat Álvarez en “El juego de Chile” y Cony Stipicic en “Duna en punto”.

Asegura que como no responde al perfil del macho chileno, nunca se ha sentido al lado de ellas en un segundo plano, menoscabado. Más, porque, entre otras cosas, cree en el trabajo en equipo y “si a ellas les iba bien, a mí también”.

“La tele se presta mucho para la guerra de las vanidades, pero a mí no me pasa eso. No juego ese juego”, dice.

-¿Cómo te fue acomodándote a ellas?
“Es terrible. Las mujeres son mucho mejores periodistas que los hombres y además, son mucho más intensas”.

-A ver, las tres tienen distintas intensidades. Pamela Jiles es mucho más transgresora.
“La gente la encuentra mucho más agresiva, pero a mí, la Pamela –y no sé si con esto se va a indignar- me causa risa. Ella es chistosa, graciosa, tenía afinidad con ella, pero no le creía para nada su parada de transgresora, en lo absoluto”.

-¿Nunca te tuvo en las cuerdas?
“Jamás”.

-¿Y la Monserrat o la Cony?
“La Monse anda siempre con la pregunta en la punta de la lengua. Con la que más he trabajado es con la Cony y me parece una periodista particularmente brillante”.

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