EMOLTV

“La gente que está presa está sumamente estigmatizada”

27 de Abril de 2005 | 11:46 |
imagen
Se ríe con ganas cuando se le comenta que le encanta asumir el rol de la malvada. Hoy lo hace defendiendo a criminales y delincuentes y en el pasado, persiguiendo delitos en nombre del Servicio de Impuestos Internos.

Estudió derecho en la Universidad de Chile, pero cuando aún no se instalaba en el horizonte la reforma procesal penal. Inició su vida laboral en el consultorio del Centro de Detención Preventiva de Santiago, ex Penitenciaria, y entre 1995 y 1996 fue procuradora del Consejo de Defensa del Estado.

Con la reforma ad portas llegó a la conclusión de que su carrera estaba en la Defensoría e inició una intensa capacitación que la llevó a obtener todos los diplomados que sobre la materia se han dictado en el país, alcanzando las mejores calificaciones.

-¿Cuál fue tu reacción cuando pisaste por primera vez la ex Penitenciaría?
“Mira, uno tiene muchos prejuicios y es difícil vencerlos. De verdad, la gente que está presa está sumamente estigmatizada, quizás los más estigmatizados, y cuando uno toma contacto con ellos se da cuenta que son personas, seres humanos bastante más respetuosos de lo que muchos creen y sufren mucho. Están en una situación de estrés extremo”.

-¿Qué sientes cada vez que entras a ella? ¿Impotencia, rabia, miedo, dolor?
“Un poco de todo. Uno siente temor y eso es humano, pero después se va empalizando con la gente. Hay distintos tipos de presos; los que están por primera vez y a uno le da pena y ganas de poder ayudarlos. Y están los que tienen una actitud más resignada y los otros, que están muy insertos en la criminalidad y cuesta mucho ayudarlos”.

-Tu rol de defensora es bastante ingrato, defender a personas como “el Tila” o Paul Schaefer resulta incomprensible para muchos. ¿Cómo lo haces?
“Esto es una vocación, uno tiene que estar muy convencido, creerse el cuento de la presunción de inocencia y que toda persona, cualquiera sin distinción, tiene derecho a un juicio justo. Además, en la Defensoría no existe la objeción de conciencia, por lo que, sea cual sea el delito, uno tiene que asumir de abogado y hacer lo mejor posible”.

-¿Cómo se defiende a quien confiesa una violación, un asesinato?
“Bueno, sin duda que no da lo mismo, hay diferencias entre un delito y otro. Uno es un ser humano y entiende que esos delitos son graves. No es que uno no empatice con las víctimas… es doloroso, pero es ahí donde se pone a prueba el defensor”.

Sabe que muchos la van a señalar por alcanzar grados de empatía con su cliente, el imputado, que la lleven a jugársela el todo por el todo por él. Eso, en todo caso, la tiene sin cuidado: “bueno, eso estaría bien, el que se tiene que endurecer es el fiscal, no el defensor” (y se ríe).

“Igual –agrega- uno tiene que tratar de no conectarse tanto emocionalmente, porque esto es muy intenso. Si uno empatiza con todos los presos que defiende al punto de sentirlo en el corazón, no duraría mucho tiempo en el cargo”.

También tiene plena conciencia de que su imagen no va ser popular en la opinión pública, sobre todo cuando existe una gran demanda por una justicia eficaz ante el delito. Entre risas, asume que se va a ganar el título de “antipática”, pero “bueno, así es este trabajo”, concede.

-¿Qué explicación tienes para que sean pocas las mujeres litigando en lo penal? ¿Hay prejuicios, discriminación?
“Existen prejuicios, pero que vienen de las mismas mujeres. Creo que las mujeres somos más peleadoras, más agresivas entre comillas y eso nos puede favorecer. También hay discriminación de… el mundo (lo dice tratando de evitar cazarse con un grupo en particular).

-¿La has sufrido?
“Uno para ser reconocida tiene que esforzarse el doble. Eso es lo que he percibido en mi carrera. En la Defensoría llevo muy poco y es injusto que los acuse a ellos, menos tras el nombramiento, pero en la vida cotidiana, la competencia es más dura para las mujeres”.


EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?