Como buena mujer organizada, Tita Aninat, utiliza toda suerte de estrategias para poder pasar la mayor parte del tiempo libre con sus tres hijos de 22, 12 y 9 años. Asumiendo un rol que muchos padres utilizan en su beneficio, ella es la que va a dejar a los más pequeños al colegio para estar más al tanto de sus actividades.
También se reserva los viernes en la tarde, ya que sale más temprano, para ir a buscarlos y hacer panoramas juntos. Antes, incluso establecía toda suerte de complicidades como ir a comer Mc Donald´s.
El teléfono es otro gran aliado y su agenda, ídem: “En ella manejo cosas de ellos y mías, como sus pruebas y trabajos. Así estoy muy pendiente de las cosas que les pasan, de cómo les va. Y lo logro bastante bien con los más chicos”.
-¿Cómo fue vivir la maternidad en dos etapas?
“Fueron súper distintas. Las dos más maduras las disfrute más a pesar de que mi carga de trabajo era más grande. Fueron más relajadas, porque uno se da cuenta que los niños sobreviven y bien”.
-¿Y como te ha ido con las culpas?
“Probablemente la culpa que tuve con el mayor fue mucho más potente que con los dos más chicos. No soy una madre a la cual se le han quitado las culpas, he aprendido a vivir con ella y a compensarla”.
-¿Cómo se compensa?
“Quizás a costa de tiempo tuyo. Estoy súper pendiente de mis hijos; tengo la suerte de tener niños sanos y bastante autónomos… puede que lo sean porque saben que no estoy el cien por ciento”.
Una de las fórmulas que ha puesto en práctica para suplir sus ausencias es mantener una presencia activa en el colegio, participando en el Centro de Padres y otras actividades. “Todo eso tuvo costos personales muy grandes, porque las reuniones eran a partir de las nueve de la noche, pero eso me ayudó mucho”, aclara.
“Uno cosecha con sus hijos el vínculo que estableció con ellos cuando eran chicos. Con los más pequeños trato de mantener una suerte de equilibrio entre calidad y cantidad; con el grande es pura calidad”, agrega.
Los fines de semanas también son intensos. Casada con el abogado Gastón Gómez, todos los panoramas son en familia. “Cuando me convidan a almorzar sin niños es una complicación”, comenta.
-¿Se vive el machismo en tu casa?
“Si dijera que Gastón es machista sería muy injusta, porque la verdad no lo es. De partida, el concepto clásico de hombre controlador, imposible que se dé. Además, en forma natural hemos ido repartiéndonos los roles, independiente de si son típicamente femeninos o masculinos; él corre con una parte de la casa que a mí no me gusta y que le encanta, que es el tema comida”.
-¿Cómo?
“Él dispone, va a la Vega todos los sábados. La nana se entiende con él en todo lo relativo a comida. A mí ese tema me produce estrés porque no cocino, no sé cocinar y no me gusta. Además, soy poco creativa.
“En mi casa no es el hombre quien se sienta (enrisca la nariz) y pregunta ¿esto vamos a comer?, lo hago yo y, generalmente, no lo hago (entre risas) porque me pueden dar sapo y no me importa”.
-Ni te pregunto por los costos. ¿Has logrado revertir los más personales?
“Sí, hay ciertos ritos de mi vida que mantengo contra viento y marea. Hago gimnasia dos veces por semana, sí o sí, y no me importa levantarme más temprano para ello. También, tengo un grupo de amigas con las que me veo una vez al mes, sí o sí, aunque ese día me acuesto más tarde”.
-¿Hay uno que nos has logrado compensar?
“El tiempo de mis hijos donde siempre estoy al debe y por eso, trato de ser más sobre exigida. Siempre siento que les debo, al igual que a mi marido. Él se lleva la parte más latera, la enojona y es comprensivo… bueno, y yo con él (entre risas).
“Y también, le debo a mis papás; es un tema que antes me preocupaba menos y debe ser que ahora el problema es mi edad (48 años), que estamos más viejos. Ahí el signo debe es grande”.
