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Una matea muy avanzada para su época

28 de Julio de 2005 | 09:41 |
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Se ríe mucho cuando se le habla de esos científicos escondidos en los subterráneos de una universidad y asegura que ello nada tiene que ver con los jóvenes que hoy estudian ciencias.

"El gran valor ya no es solamente ser un científico sabio loco, encerrado en un laboratorio. Los chiquillos hoy día no están ni ahí con esa imagen. Muchos de ellos tienen interés en investigación más aplicada, les atrae esto de tener una empresa y poder impactar desde el punto de vista social con una aplicación de las ciencias”, dice.

Bernardita Méndez tiene 52 años, pero no está muy distante, en la práctica, de lo que opina de los más jóvenes. Ella siempre ha estado a la vanguardia de su generación; aunque estudió en el Villa María, se fue a vivir sola apenas entró a la universidad. Cerca de la facultad de ciencias, donde estudió Licenciatura en Biología, "por casualidad".

-¿Casualidad?
"Una profesora mía del colegio era casada con un profesor de licenciatura de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile y me mandó a hablar con él. En realidad yo no tenía idea de que existía esta facultad, porque era súper nueva".

-¿Te mandó porque eras muy matea en esa área?
"Es que era matea en todo, entonces tenía como un problema existencial, porque me iba regio en todo y además, me encantaba… ¡Me encantaba aprender! Todo el mundo me decía que era buena para esto y lo otro y yo no sabía si medicina, si economía… puras carreras profesionales, jamás se me había ocurrido la investigación. Fue la profe de biología la que me empujó.
“Fui y me cautivaron las personas, conversé con Maturana, con Varela, con Zeiger, con Izquierdo, con puras lumbreras. Entonces decidí entrar a la facultad de ciencias, de todas maneras”.

-Y tu familia ¿qué dijo?
"Mi familia fue lo más apoyadora que hay; mis padres (los dos murieron ya), eran súper liberales de pensamiento y muy empujadores en la parte intelectual. No se les pasaba por la cabeza que no fuéramos a entrar a la universidad. Ellos lo encontraron… bueno, siempre me saqué las mejores notas, los mejores puntajes en la PAA y salí en todos los diarios, entonces era como ad hoc para esta cosa así como tan intelectual… Tenía que ser como medio genio loco, yo pienso. Creo que nunca entendieron qué era esto a lo que me estaba metiendo”.

Recién egresada y antes de hacer su tesis, se fue un año a viajar por el mundo, en buques de carga, haciendo dedo. Después volvió a hacer la tesis en neurofisiología con Humberto Maturana como profesor guía. El paso siguiente fue la Universidad Católica, trabajó un año en el laboratorio de Joaquín Luco y, luego empezó el doctorado en biología celular en la misma UC. “Hice mi tesis aquí y afuera, en la Universidad de California en San Francisco”.

Después de completar esa tesis y obtener el grado de doctor aquí en Chile, volvió a Estados Unidos a hacer un post doctorado, pero ya no en San Francisco, sino que en la Universidad de California en Berkeley. “De ahí me fui a Chiron, la empresa que había formado Pablo con otros dos gringos, a la que no me quise ir al principio, porque en realidad era estar demasiado juntos”.

-¿Lo conociste allá?
“A Pablo lo conocí acá en Chile, pero bastante después. Estuvimos viviendo juntos algunos años antes de casarnos”.

-Ah ¡bien moderna!
“¿Yo?, moderna total. No sé cómo mis papás me aguantaron. Me fui a vivir sola a los 21, ¡imagínate en ese tiempo! Tengo 52, así que en esa época todo el mundo me preguntaba qué había pasado con mis papás, si me habían echado de la casa. Siempre fui media adelantada para la época”.

Pablo Valenzuela tiene tres hijos de un primer matrimonio. Juntos tienen otros dos hijos más (cuatro hombres y una mujer).

-¿Por eso siempre dices que tienes cinco hijos?
“Yo no hago diferencias, porque también son mis hijos, igual que los otros dos. Dos vivieron con nosotros siempre, desde que tenían 8 años y el otro iba todos los fines de semana pasando temporadas con nosotros. Han sido cinco, en realidad. Lo que ha sido bien bueno… porque creo que yo no me habría decidido a tener cinco hijos, te lo digo con toda honestidad… Pero estoy feliz de haberlos heredado. Me encantan mis hijos, todos”.

-¿Cómo combinas el trabajo y la casa?
“Fundamentalmente -y hace una pausa como para tomar aire- porque nana tengo siempre. Con Pablo, cero problema, compartimos ciento por ciento cualquier cosa. Cuando nos fuimos a vivir juntos, yo nunca había quebrado un huevo. Hemos sido un equipo, yo soy mucho más dedicada a los niños, tengo una forma de relacionarme con ellos muy especial. A él le gusta cocinar.
“El secreto del éxito de esto es que no existen roles determinados o fijos para ninguno de los dos; no hay nada que se me ocurra que no le puedo decir a Pablo que haga y creo que a él le pasa lo mismo conmigo, hay cosas que nos gustan más o menos, pero hacemos de todo, si es necesario. No me pasa como a mis amigas que me dicen de sus maridos…¡Uff, eso jamás lo haría! Tengo muchos privilegios para mi época, creo que he sido muy aventajada y muy afortunada.
“Gran parte del éxito es formar equipo con alguien en quien uno confía; tengo una nana hace como 15 años, que es como la abuela de mis niños chicos. Me hacen caso a mí, pero ella les da a escondidas cositas ricas, es importante, porque todos los abuelos están muertos y ella cumple ese rol”.

Viven entre Colina, aquí en Chile, y Berkeley, en Estados Unidos. Allá los tres mayores; acá, los dos menores. El más chico está todavía en el colegio y ella está metida, además, en el directorio. Este año no se presentó a la reelección de la directiva, porque le olía a vitalicia, “pero como el directorio elegido tiene poder para integrar a dos miembros más, me mandaron un mail que decía No creas que te arrancaste y ahí estoy de nuevo”.

-¿Cómo haces tanta cosa?
“Bueno, los directorios, en general, son en la noche y los hago en mi casa porque me gusta que los niños estén circulando y eso”.

-Eres bien maternal.
“Sí, me encantan, a pesar de que yo nunca pensé que iba a tener hijos; los tuve súper vieja”.

¡Nunca tanto!
“Sí, a los treinta y tantos… Todas mis compañeras son abuelas. No me importa nada, nada, nada, es sólo un dato de la causa”.




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