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“Yo creo que tengo un don”

Hace años que el canal del angelito jubiló a su querubín. Hoy, Ignacio Valenzuela acumula méritos para ocupar la vacante con alitas: aparece durante toda la semana en las pantallas de Canal 13; con sus 26 años es un periodista en pañales y su veloz carrera parece impulsada con ayuda divina.

14 de Marzo de 2006 | 18:14 |
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Por ser el menor y el único hijo hombre, Ignacio Valenzuela podría ser el regalón de su familia. Pero, aunque así fuera, sus padres no tienen muchas opciones de mimarlo. Ignacio dejó la casa paterna en Temuco, cuando se fue a estudiar periodismo a Concepción. Después se vino a trabajar a Santiago.

A pesar de la distancia, es probable que sus padres lo vean mucho más a menudo que cuando todavía era adolescente. Hoy sale en pantalla hasta tres veces al día y durante los siete días de la semana, relajado en D13 Goles o más formal en los comentarios deportivos de Teletrece.

Pero antes de hablar de pelotas, Ignacio jugó con ellas. Aunque no sólo dedicó su infancia al fútbol porque “yo era super maldadoso. No me gustaba quedarme en una sola parte. Me gustaba salir, hacer maldades”.

-¿Te accidentaste mucho cuando eras chico?
“Hasta el día de hoy nunca me han puesto un yeso en ninguna parte (cuenta con orgullo), pero sí tenía caídas. A lo más una vez en un partido me pegaron una patada a la mala en la cara, se me apagó todo y aparecí en mi casa acostado. Yo jugaba por la Católica contra las Quilas, estaba al arco y mi cabeza fue la pelota.
“Además, típico que para el cumpleaños o la Pascua me pasaba algo. Una vez me rompí la nariz jugando al caballito de bronce, me caí en bicicleta, me senté en una silla y me fui para atrás y casi me caigo por una terraza. Otra vez me hice pedazo la pera corriendo contra una pared, pero ya no se nota la cicatriz. Estaba midiendo con mi hermana cuánto me demoraba en llegar, ella se demoró mucho más. Siempre me pasaban cuestiones, pero era más por jugar. Por eso nunca me quebré una pata”.

-Yeso no, pero retos muchos.
“No, no. Una vez me caí de la bicicleta y mi papá me dijo levántate y sigue andando no más. Mi papá era muy deportista, hacía alas delta, subía cerros, bicicleta; entonces, desde chico yo lo acompañaba”.

-¿Cómo te iba en el colegio?
"Promedio cinco y tanto. Nulo para las artes manuales, para las matemáticas. En gimnasia me iba muy bien, en historia y cívica también".

-¿Y en comportamiento?
“Era de maldades, pero no faltas de respetos. Sí de travesuras”.

-¿Alguna memorable?
“Sí, una vez que reventamos carburo en el colegio. Es una bomba de ruido. Casi nos dejan sin licenciatura. Éramos un grupo de amigos que llevábamos los petardos, las bombas de agua”.

Lo cuenta con los ojos brillantes y mirando hacia un lugar perdido en el techo, donde su mente proyecta los recuerdos que lo divierten hasta el día de hoy. Su parte de niño se abre y quiere rescatar más travesuras, pero no recuerda.

-¿Tienes mala memoria?
“No, muy buena. Yo creo que tengo un don. Relaciono mucho con fechas de fútbol. Tengo buena memoria para fechas si me acuerdo de cosas. Me acuerdo de que hice ese día, pero no todos los días del año. Pero si me dices el partido de fútbol del año…”.

-Siempre relacionado con fútbol.
“Con fútbol y deportes”.

-¿Cuál equipo de fútbol es tu favorito?
“No, no tengo. Lo que pasa es que hubo un tiempo en que era muy fanático de todo el fútbol y de un equipo. Pero, cuando el campeonato empezó a bajar desde el año '98 y después, cuando entré a estudiar periodismo, fui perdiendo el cariño por una institución. Vas creciendo y viendo que tu ídolo no es tan ídolo. Ni siquiera he sido muy fanático de la selección”.

-¿Llorarías si en la final de un campeonato mundial gana Chile?
“Yo creo que soy más cortado, así que quizás no. Pero quizás sí, habría que verlo”.

-Volvamos a tu historia pasada. No te alcanzó el puntaje para estudiar en la Católica como querías ¿fue una frustración muy grande?
“No, porque me daba un poco de lata irme a Santiago, porque no sé con quién hubiese vivido y no me habrían arrendado un departamento. En Santiago tengo tíos y abuelos, entonces me habrían mandado a vivir con el tío no sé cuánto. En Concepción era necesariamente vivir una experiencia nueva. Y eso quería”.

-Cuando estudiabas periodismo en Concepción estabas lejos de tu familia ¿cómo fue esó?
“Al principio cuesta un poquito. Fue cachar que te vas a levantar el sábado y no vas a tener el almuerzo listo o la comida que más te gusta que hacen en tu casa; además tener que andar en micro. Todo fue un poco incómodo en un principio.
“Valoras mucho más tus cosas, valoras más tu casa, tus amigos, los lugares donde vas; lo valoras más, porque ya no lo tienes. Es un poco incómodo por eso, además que no tienes a nadie”.

-¿Estabas en pensión?
“Los primeros dos años me fui a una pensión con todas las de la ley: eran siete personas, gente de todas partes. Eso te sirve porque vas aprendiendo más cosas, vas viendo que la vida no es como la has visto siempre, que la vida tiene otras cuestiones”.

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