Se la ve más relajada y feliz y no precisamente porque le queden pocos meses al frente de su cartera. Simplemente hay algo diferente que ilumina su mirada, y eso se llama Valentina.
Su caso es un ejemplo a seguir y por ello, Puntomujer lo quiso develar con su venia, ya que es una muestra efectiva de entrega y amor. Más allá de sus labores como ministra de Estado, hoy Cecilia Pérez, 39 años, se realiza como madre, lo que la tiene muy contenta.
Hace exactamente un año, una pequeña llegó a su casa para quedarse luego de que se concretara el proceso de adopción, y la secretaria de Estado comparte ahora, como muchas chilenas, sus roles de madre y trabajadora. Como todas, sale del trabajo corriendo, para llegar a su casa antes de que se vaya la nana que cuida a su hija durante el día.
Para contar la historia, retrocedimos en el tiempo y recorrimos el camino que terminó en la pequeña Valentina.
-¿Qué costos ha tenido ser ministra?
“Costos… mira, la verdad es que son costos menores, porque se pueden compensar y que tienen que ver con la vida privada”.
-Es que casi todos tienen que ver con eso.
“Sí (se ríe), es que yo tengo que hacer una distinción, porque mi circunstancia hoy es distinta a la que tenía cuando empecé. Cuando dejé de tener mis redes para mis vínculos, la música, mi tiempo, percibí el costo asociado que está ahí, pero creo que puedo revertir. No sé lo que piensan mis amistades, pero creo que algo se puede recuperar porque no lo veo algo irreversible que tuviera que lamentar”.
Fanática del cine, con un suspiro afirma que ya se perdió muchas películas que le hubiera gustado ver en pantalla grande y se tendrá que conformar con el DVD.
-¿Sentiste la soledad del poder?
“Sí, siempre. Se siente, uno porque no tienes el tiempo para hacer todo lo que hacías y porque pasa algo curioso –que siempre le reclamo a mis amigos y amigas- y es que ellos creen, por razones obvias, que ya no pueden recurrir a mí o no pueden contar conmigo.
“Entonces, siempre término llamándolos y ellos me dicen
no, es que no te he querido llamar porque estás tan ocupada, cuando, a veces, lo que uno necesita es que el amigo del alma llame. Esto es algo natural porque la gente percibe a la ministra de Estado en una dimensión o con un ritmo distinto.
“Pero, yo creo que era más compatible y eso lo resentí un poco”.
-Eres soltera, ¿los compromisos oficiales se te hicieron más cuesta arriba por no tener acompañante, en un país donde las mujeres tienen que estar casadas… aún?
“Nooooooo, (se larga a reír). No me sentí muy observada”.
-Creo que eres la única soltera del gabinete.
“Sí, pero cuando estaba Michelle (Bachelet) no estaba sola”.
-¿Complicabas el protocolo?
“Sí, claro, de repente terminaba en la tercera fila porque por protocolo hay un orden de los ministros que se cumple cuando van con señoras. En todo caso, no me importó, pero era divertido, te mandan muchas invitaciones, al principio sobre todo, en donde ponían Cecilia Pérez y marido.
“En muchas cosas tenía que ir acompañada y fui con mi hermano o mi papá. También hasta con mi mamá, pero en general, fui sola y no me sentí incomoda porque creo que como país estamos mejor preparados.
“Y creo que en eso, el Presidente y la señora Luisa fueron súper relajados y muy, muy acogedores”.
Cecilia Pérez aborda estos temas con relajo y sólo cuando sigue hablando de los costos hoy, asoma un dejo de preocupación, porque como ella bien explica, ha podido dedicarle poco tiempo a su hija.
Recibió a Valentina en enero de 2005, de un año y medio, después de seguir un proceso normal de adopción con todos sus pasos.
-¿Qué te impulsó a tomar una decisión que cambió tu vida?
“Esta era una idea que a me rondaba hace mucho tiempo, varios años; incluso, cuando recién asumí como ministra lo pensé nuevamente, pero luego, me pasó lo que le pasa, probablemente a todas las mujeres que han adoptado solas, y es que uno se empieza a preguntar cuán preparada está para dar el paso desde todo punto de vista.
“Uno empieza a hacer como un ‘check list’ donde comienza a creer que algo le falta o que no estas preparada, pero la verdad es que uno nunca termina de estar preparada. Esa es una pregunta falsa, no hay que hacerla, hay que seguir más bien el instinto, tu guata.
“En un principio me dije que no podía,
en esta pega no podría, me tengo que dedicar cien por ciento a esto, pero hace dos años, me sobrecogió un sentimiento que tenía que ver con la maternidad, con ser mamá, proyectar mi vida así. Y fue algo muy fuerte”.
-¿Cómo así?
“La adopción para mí tuvo, alguna vez, algo de vocación social porque trabaje con niños, pero acá se agregó un ingrediente muy fuerte, muy íntimo. Bueno… también se sumó la circunstancia: tenía 38 años, no tenía pareja y por lo tanto, no tenía, en el corto plazo la posibilidad de tener mis propios hijos, y quería ser una mamá chora, sin mucha diferencia de edad con ellos (se ríe).
“Así surgió… de pronto, tomé la decisión, empecé a hacer las averiguaciones, a consultar e inicié el trámite”.
¿Cuánto frena, cuánto pesa, en tomar la decisión el saber que ese hijo no va a tener un padre, en que se va a ser verdaderamente madre sola?
“A mí no me pasó eso. Creo que este trabajo, estar en el Sernam, tuvo alta influencia en esa decisión, en sentir que…”
-Las mujeres se la pueden.
“Sí, en sentir que no sólo es posible, sino que es totalmente legítimo, válido y es valorado que una mujer se las arregle sola con su cabro chico, independientemente de la circunstancia. Y que también es válido porque yo creo en la diversidad de la familia, creo que un niño puede tener una familia distinta, una mamá y la circunstancia de ella.
-Pero más allá de la diversidad, es más difícil ser jefa de hogar sola.
“El tema económico, por lo menos, hasta acá no ha sido problema porque tampoco pretendo algo extraordinario. Pero en el tema de la crianza, sé que tengo absolutamente toda la responsabilidad sobre mi hija, toda, toda, y lo que yo haga o deje de hacer es lo que le va a pasar a ella. Valentina, su desarrollo, depende de mí y eso es difícil para una persona, como yo, que tengo responsabilidades en el trabajo.
“Yo promuevo desde acá que los padres se metan en la crianza y sí, eso hace falta, de verdad, es un elemento importante y uno tiene que hacer un esfuerzo adicional por tratar de compensarlo, independientemente, de que yo no he renunciado para nada a tener mi pareja, casarme y tener mis propios hijos”.
El proceso de adopción demoró un año desde que inició los trámites legales en una fundación que trabaja con el Sernam. Dice que no fue sólo un tiempo de espera, sino que también de evaluaciones, porque se debió someter a todos los exámenes que aplican a los padres que quieren adoptar, así como la entrega de una serie de documentos.
-¿Fue muy duro el proceso?
“No, no es duro, pero es especial. Esto de que te evalúen tu idoneidad (se ríe)… Si evaluaran la idoneidad de los padres naturales… no sé, pero me parece bien. Me parece que para adoptar a un niño haya que pasar por todo eso, que se sea riguroso y que no se haga ningún tipo de distinción. De hecho, no se hizo en este caso”.
-¿Lo consideraste lento? Algunos lo ven así desde que se modificó la ley.
“No sé. Hay jueces que todavía insisten en buscar hasta por debajo de las piedras algún familiar lejano, lejano del niño antes de darlo en adopción y así pasan años. Es un tema bastante controvertido, porque los meses que pasan para esos niños son importantes.
“Lo importante no es que sea más lento o menos lento, lo importante es que sea riguroso y hoy día eso se está haciendo mejor que antes. Hay países como Inglaterra y Francia donde el proceso es mucho más lento, donde las pruebas duran más de un año y te supervisan en tu hogar.
“En Chile, las modificaciones que se hicieron protegen ahora más a los niños, entonces por eso es importante que los jueces lo comprendan. Si los padres de esos niños son declarados incapaces y no hay nadie, bueno, hay tanta gente disponible para darle lo mejor…”
-¿Hubo mucha ansiedad?
“Mucha, mucha”.
-¿Cómo ha sido el proceso de encontrarse mamá e hija?
“Maravilloso, lejos de todas las expectativas, absolutamente conmovedor. Ha tenido de todo, más allá del tiempo que duraron los trámites, los nueve meses de espera son una sabiduría de la naturaleza, impresionante. Es la preparación y aquí no fue igual… de repente se termina el proceso y te informan que quieren hacer el enlace y ya, te llevas a tu hija de un día para otro”.
-¿Fue como un parto intempestivo?
“No tenía pañales, además, me enfrenté al temor de no saber qué hacer. Siempre fui un poco maniada con mis sobrinos de guagua, nunca había cambiado un pañal y pasa algo impresionante, es súper instintivo. Simplemente ya, apareció eso…”
-Si te pregunto de nuevo cuáles son los costos de ser ministra, ¿qué respondes ahora?
“Me siento súper identificada con las madres trabajadoras que tienen que repartirse entre sus diferentes roles. Por eso, estamos trabajando para darles alternativas como más cobertura de sala cunas, centros para los hijos de las temporeras.
“El mayor costo es en el tiempo que no le puedo dar y en el tiempo que perdimos y que espero recuperar con Valentina”.
-¿Ya culposa?
(Se ríe) “Es inevitable”.
“Esto fue un quiebre biográfico”
La necesidad de que los jueces asuman otra mirada