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Buscando la diferenciación

27 de Enero de 2006 | 14:14 |
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Salió de un colegio de monjas alemanas, el Instituto Santa María, y cayó en los tubos de ensayos de un laboratorio. Sí, Marcela Esquivel apostó por la bioquímica porque le alucinaba esa parte de la ciencia y quería además marcar la diferencia.

“Sólo entraban 15 personas a la carrera y yo me quería diferenciar no pensando en la competencia”, dice al tratar de explicar este paso que quedó a medio camino. “Me di cuenta que los tubos y yo no éramos muy compatibles porque me hacia falta la relación, el contacto con la gente. El laboratorio no me hablaba y lo dejé, porque claramente, no me iba a hacer feliz”.

Fue entonces cuando decidió estudiar contador auditor en la Universidad de Santiago, también buscando la diferenciación. “En ese tiempo habían muchos ingenieros comerciales y pocos auditores y me planteé ser de un perfil distinto. Además, me iba bien en matemáticas y di el paso”.

La decisión no fue fácil porque los primeros años de carrera no le agradaron, precisamente, por esa parte “cuadrada” que tiene la contabilidad, pero cuando descubrió la auditoría, el control interno de procesos, se encantó, a lo que le sumó el área de personal, ramo en los que fue ayudante de cátedra.

Su historia laboral está ligada por siempre a los recursos humanos. Primero, en La Dsiputada de Las Condes y luego Phelps Dodge Mining Company; después, en la consultora de la misma área Hewitt Associates y Coca-Cola. Entre medio hizo un post grado en dirección y gestión de recursos humanos en la UC.

-¿Cómo se dio tu aterrizaje en Disputada?
“Tengo una anécdota. Cuando te ofrecían el contrato no te advertían para que área ibas a ser destinada. El día que fui a firmar me encontré con que yo iba a recursos humanos y una amiga, ingeniero comercial, a la gerencia de control interno. Resolvimos que ellos se habían equivocado y fuimos a hablar, pero confirmaron las destinaciones.
“Después entendí porque lo habían resuelto así; ellos necesitaban un modelo de evaluación de costos de las negociaciones colectivas con los seis sindicatos los últimos 10 años. Y yo iba a hacer ese modelo y lo encontré fascinante”.

Aunque su lugar de trabajo eran las oficinas en Santiago, recorrió todas las minas de la compañía y vivió el mito que hay en torno a la presencia de mujeres en esos ambientes. “Tenía mi casco y mis zapatos mineros”, dice entre risas.

-¿Cómo fue eso?
“Es que lo viví desde antes, cuando hice la práctica en la minera. Cuando la Disputada fue a la Usach a pedir alumnos en práctica, solicitaron cierto perfil, pero sin precisar sexo. Bueno, la secretaria de la facultad resolvió por un modelo mental propio que no iban a ir mujeres, entonces, cuando me fui a inscribir no me dejó. Al enterarme, llamé a la minera, conté lo que me había pasado, y me convocaron para una entrevista al día siguiente”.

-¿Pero como lo viviste dentro, con el minero?
“El año ´91 era difícil. Muy pocas mujeres trabajan en minería, muy pocas geólogas y algunas en lo administrativo. Imagínate lo que fue pararse al frente de los sindicatos a explicar un modelo de costo que había diseñado esta niñita sin experiencia. Yo ahí sentí que si tenía la capacidad para trabajar en recursos humanos cuando caí ahí…

-En ese antro machista.
“En ese antro de machistas (se ríe) y logré penetrar y ser parte de lo que ellos definieron el equipo negociador. Tenía plena credibilidad y les cambié el tono del diálogo; ya no era en garabatos, sino diferente sólo por el hecho de haber una mujer”.

El año 1997 resolvió parar y darse un tiempo. Tomó sus maletas con 29 años y partió a Chicago con las patas y el buche, porque su nivel de inglés era tan básico como el del colegio.

-¿Por qué resolviste dar ese paso?
“Lleva siete años en minería y sentía que me estaba especializando demasiado en esa área y tenía el bichito de conocer otras cosas. Cuando me abrieron la posibilidad en una consultora de contratarme en Chile, pero mandarme a Estados Unidos, no lo dudé. Era muy atractivo, porque quería especializarme más en un área que quería quedarme porque nunca me dio ganas de estar en una empresa auditora peleando con el SII. ¡Jamás!”
“Sabía que no tenía el inglés necesario, pero me fui sola, porque no estaba pololeando pero no de novia”.

-¿Te apasionan los desafíos?
“Me encantan. El primer reporte que entregué lo acompañé de un lápiz rojo y le pedí a mi jefe que le corrigiera, por favor todos los errores. Por supuestos que parecía una sangría… empecé a estudiar, me compré los libros clásicos y me apoyé en un par de amigas que no sabían español”.

Cuando regresó, las cosas no se dieron muy bien en la consultora y no desaprovechó la oportunidad que le abrió un head hunter que la contactó para irse a la Coca-Cola. De esas cosas que le pasan a ella, nunca le advirtieron que la entrevista era para esa compañía y recién cuando llegó a las oficinas en Quilín comprendió de qué se trataba. Así fue contratada como gerente de Desarrollo Organizacional de la División Andina (Perú, Bolivia, Ecuador y Chile), pero tras una reestructuración, a meses de haber ingresado, fue nombrada gerente de Recursos Humanos en el país.

“En la entrevista, mi ex jefe me dice de entrada: quiero un hombre, que tenga más de 35 años y que tenga 10 años de experiencia en desarrollo organizacional. Yo le contesté no puedo cambiarme el género, me faltan un par de años para los 35 y tengo dos años, si es que, en desarrollo organizacional y ni siquiera 10 en recursos humanos, no tenemos más que hablar. Parece que le encantó la postura, hablamos tres horas y me contrató”, cuenta alegre.

-Ya llevas siete años con reestructuración incluida. ¿Cómo fue ese proceso?
“Se hizo una reestructuración mundial el 2000 que afectó a Chile y fue durísima”.

-Tú manejas los conocimientos y el lenguaje de un proceso así, ¿igual se te remeció el piso?
“Es tremendo. Debe ser la experiencia profesional más potente que he vivido y la más difícil que me ha tocado vivir desde varios ámbitos. En el profesional, me llamaron a ser parte de un grupo de tres personas que iban a manejar información confidencial y que involucraba evaluar paquetes de salida o perfiles de la gente. En lo psicológico te afecta mucho, porque mucha de la gente que era cercana o conocida empieza aparecer en las listas; muchos eran tus pares y, sabiendo que tenían la capacidad y que eran tremendos profesionales, por un tema de estructura, no iban a poder quedar.
“Te puede afectar menos cuando las personas no cumplen con los requisitos básicos, pero acá era la revés, tú sabías que la gran mayoría era competente. Es fuerte cuando los ves en el casino… prácticamente no iba a la cafetería por sanidad mental.

-¿Y pensaste que tu podías cerrar la puerta por fuera?
“Sí, era parte del proceso. Siempre pensé, que porque era la más nueva, iba a ser yo y de verdad, lo tomé como un proceso profesional duro sin tratar de enganchar con ese tema porque me habría afectado tres veces más; ya era potente de por sí”.


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