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Embarazada, de mudanza y tras el equilibrio

26 de Enero de 2006 | 09:26 |
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Camina por su oficina con la espalda inclinada hacia atrás debido a la tremenda panza que carga. El próximo 23 de febrero debiera nacer su hija, Isidora y la entrevista tiene lugar a horas de salir de prenatal.

Se le ve contenta porque podrá disfrutar más a su hijo mayor de un año 8 meses, Diego. Y también podrá relajarse, porque las últimas noches ha tenido falsas alarmas que la dejan un poco preocupada.

Ahora, difícil que las contracciones no se presenten si está atareada en el cambio de casa. Se ríe sola de pensar que en medio de la mudanza se produzca el parto, pero también dice que si no alcanza a cambiarse, no alcanza.

Casada, en 2001, con un periodista a quien conocía hacía más de doce años y que sólo después de sus respectivas historias se encontraron, está feliz con sus poco más de cuatro años de matrimonio.

Durante sus años de soltera y su tiempo de sólo esposa, se dedicó cien por ciento a la pega. Su jornada empezaba muy temprano y terminaba tarde, después de pasar por la tintorería a eso de las 21 horas.

Hoy las cosas han cambiado, aunque sigue siendo intensa con el trabajo. “Soy súper trabajólica y esa es una de las cosas que me gustaría cambiar. Me cuesta, pero estoy trabajando en ello. Creo que tengo un desbalance aún, porque me gustaría dedicarle más tiempo a mi hijo y desafortunadamente no lo he logrado”, dice.

-¿Diego no fue un aterrizaje forzoso en esa marcha?
“Fue un aterrizaje forzoso en alguna medida, pero como era guagua no me sentía tan… (no termina la frase). Ahora, cuando veo la cantidad de cosas que hace, está siendo mucho más aterrizaje forzoso, ahora que es más una personita.
“Siempre lo que he tratado de hacer –continúa- es cuando llegó a la casa, el poco tiempo, si es poco, se lo doy con harta intensidad”.

-¿O sea, eres de la teoría de calidad más que cantidad?
“Sí, absolutamente. Podría estar todo el día en mi casa y no pescarlo; hay un montón de mujeres que no trabajan y salen al gimnasio, al supermercado y no pescan mucho a sus hijos. Creo que la calidad es re importante y en eso soy súper intensa para todo.
“Entonces, la misma intensidad que le pongo a la pega, la pongo en los momentos en que estoy con él. Soy agotadora, puedo llegar a ser, (se le hace una gran sonrisa)… le doy besos, lo abrazo”.

-¿Sientes que todavía tienes que sacar la pata del acelerador?
“Sí, me encantaría dedicarle más tiempo. Soy acelerada de por sí”.

-Y multifuncional.
(Se ríe) ”Sí, no me vas a creer pero nos estamos cambiando de casa. Soy estresada, no puedo estar pasiva. Okey, me encanta estar de repente tirada arriba de la cama, pero me vuelvo loca en una licencia de 10 días, me muero”.

No puede dejar de sonreír al mirar su historia. Narra que cuando estaba en el colegio, salía de clases, almorzaba, y su papá la lleva a su entrenamiento de tenis “todos los días” de lunes a domingo. “Mis papás son muy movidos, creo que es hereditario”, explica.

Diego nació cuando ella tenía 36 años y aunque es una mujer muy planificada, la maternidad no cayó en esa categoría. Simplemente, se demoró en quedar embarazada y tuvo que ayudar un poco a la naturaleza. “Llego un momento en que todo estaba como medio perdido, me lo saqué de la cabeza, me relajé y se dio”, cuenta.

-¿Das la idea de ser programada? ¿Sueltas algunas cosas?
“No soy tanto. Suelto, tengo que soltar algunas porque sino me podría volver loca. Soy planificada, pero si me preguntas si he planificado mi carrera de esta manera, la respuesta es no, de verdad.
“Si siento que se me dieron muchas oportunidades, soy muy agradecida de ellas y las tomé a concho. O sea, no soy de las personas que dice las tomo y veo como resulta, no, soy de las que personas que tira pa´ delante”.

-¿Qué es lo que más te cuesta soltar? ¿El control o la exigencia?
“No el control, porque tengo un súper buen equipo de trabajo. Lo que pasa es que soy súper exigente conmigo. Por eso, me cuesta balancear (todos sus roles).
“Tengo un súper buen apoyo en mi marido, él trabaja igual, codo a codo conmigo, no le hace asco al supermercado y nos tratamos de organizar. ¡Claro!, hay veces que hay despelote en la casa, ¡obvio!, pero no nos hacemos drama. Siempre digo que la vida hay que hacerla feliz para eso no te puedes poner tantas amarras al cogote”.

Le encanta compartir con sus amigos, muchos de los cuales arrastra del colegio y de sus otras pegas. Y pese a su recargada agenda logra darse algunos gustos personales; reconoce que la peluquería es un vicio porque le gusta cuidarse y la relaja.

Ahora, por el embarazo no ha podido ir al gimnasio y lamenta haber dejado el tenis. En la universidad jugó por la Usach, pero se hizo incompatible y aunque volvió a retomarlo –incluso con profesor- hoy sólo lo hace en forma social. “Los fines de semana”, aclara.



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