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“Muchas veces sacrificamos la calidad de vida de unos por la de otros”

La biministra de Vivienda reconoce que todavía prima en la definición de proyectos urbanos el costo económico por sobre el de impacto cultural y social. Y afirma que en Chile ya se crearon ghettos marginales que no han estallado sólo por la capacidad de gobernar que tiene la Concertación.

13 de Abril de 2006 | 10:03 |
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Cuando en estos días Santiago cumple 465 años de su fundación, bien vale la pena preguntarse si esto era lo que se imaginó Pedro de Valdivia como capital de Chile.

Calles atestadas de autos, edificios en alturas al lado de diminutas casas, súper carreteras que nos inundan con su cemento, parques cada vez más disminuidos, comercio en medio de barrios residenciales y populosas poblaciones en los sectores marginales.

La biministra de Vivienda y Bienes Nacionales, Sonia Tschorne, sabe que esto no era lo que proyectó nuestro conquistador y por eso, trabaja con ahínco para cambiarle la cara no sólo a Santiago, sino que a otras ciudades del país.

Y como a ella le gusta vivir la ciudad y los espacios abiertos, partió por casa. En la azotea del edificio donde se ubica el ministerio instaló una cafetería con mesitas, sombrillas y macetas, desde donde se logra disfrutar una panorámica contrastante sobre el centro: a un costado el campanario reloj de la iglesia San Francisco y al otro, la torre Entel.

-¿Parece que Santiago ya no es amigable?
“Estamos de acuerdo. Uno de los problemas que tiene Santiago, pero no sólo ella, sino que de otras ciudades en todos los países del mundo, es que no es amigable. En general, la ciudad a escala humana, la que había en Chile en los años ´60 se fue transformando y pasó de la escala del peatón a la escala de una ciudad eficiente, por decirlo de alguna manera. Hubo un cambio de concepto que se tradujo en edificaciones en altura; esto se produjo en los últimos 30 años, donde la gente cada vez se siente más pequeña al lado de su entorno inmediato, donde las veredas comienzan a disminuir y toman importancia las vías y calles.
“En nuestro país, las ciudades siempre fueron concebidas con una escala más pequeña, más familiar, es cosa de comparar Santiago con Ciudad de México o Buenos Aires. Y el cambio que se produjo, para los chilenos que han ido viviendo la pérdida del espacio público, le ha generado un golpe. A esto se suman las contaminaciones no sólo del aire, sino que de ruido y visual, que hacen que el ciudadano se sienta cada vez más inhibido”.

-Se puede decir que el cambio era algo necesario, que quienes viven en la periferia necesitan facilidades en su transporte. Pero pareciera que a pesar de ser necesarios esos cambios, no se hicieron con mucho cariño.
“Hay que reconocer que el tema de la ciudad no está en la agenda real de los gobiernos desde hace muchos años y es importante entenderlo. Entre los años ´30 y ´50 hubo una intencionalidad, se trajo a Karl Brunner, porque había una concepción de ciudad más pensada para su habitante y sus manifestaciones. A partir de los ´50, sin minimizar lo que se hizo en algunos gobiernos como en el de Frei Montalva, no hay una visión de planificación integral.
“Por hacer más eficiente la ciudad, por crear barrios industriales, por especificar áreas dentro de la ciudad se empiezan a segregar las acciones en ella. Antes de los ´70 hay una forma de mirar la ciudad de manera distinta que dio paso al barrio cívico, la Diagonal Oriente, la Circunvalación Américo Vespucio, pero eso se abandona. A partir de entonces, la ciudad deja de ser importante”.

-¿Desde los ´80 en adelante, el mercado se impuso con brutalidad?
“Diría que el cambio de modelo económico, la liberación de ella, generó condiciones para eso y si un Estado no está preparado para actuar a través de la regulación y normas, hace que el rol de la oferta y la demanda sea lo preponderante; se impone el mercado por sobre la planificación”.

-¿Simplemente se dejó que en barrios consolidados de Las Condes se construyeran torres de 20 pisos; no así en Ñuñoa, que se reguló el plano?
“Mira, una señal concreta de la crisis de las ciudades la da la necesidad de crear el ministerio de Vivienda y Urbanismo en 1965, paralelamente con el Instituto de Estudios Urbanos de la UC. Se da una mirada, en esa época, de que el ciudadano está perdiendo y tiene que tomar un rol más activo.
“Siento que hay también un tema complicado de las representaciones. En los años ´80 el poder central era tan absoluto y no habiendo Parlamento ni municipios elegidos, que había poca voz ciudadana y no había espacio para la participación”.

-¿Y eso se ha modificado con la reinstalación de la democracia? Porque en democracia se han hecho obras criticadas como la Costanera Norte, el túnel de El Salto.
“A ver, en la dictadura se perdieron varias cosas, entre ellos, la capacidad de organización de los ciudadanos, donde fueron minimizados y rotas sus redes. Ese shock fue tan terrible que la reconstitución ha sido tremendamente lenta. Creo que todavía no tenemos democracia plena en materia de participación ciudadana y uno de los grandes desafíos de Michelle Bachelet es recuperar ese concepto integralmente.
“Esto no significa que en los gobiernos anteriores no se hayan dado pasos importantes; significa que esos pasos han sido todavía insuficientes para lograr que la voz ciudadana se escuche. Lo digo porque acabo de ser demandada por la construcción de la radial Nororiente.
“Creo que los espacios se han abierto, desde este ministerio, en cuanto a darle una importancia grande a la participación ciudadana y la definición de sus prioridades es que todos los proyectos se hacen con fondos concursables; nada se hace porque los técnicos creamos es lo correcto”.

La radial no se va a detener, la Costanera Norte tampoco, los edificios en altura del parque Las Américas ahí están. ¿Es esto una lucha de David contra Goliat?
“Creo que hay que trabajar los mecanismos que existen desde una perspectiva distinta. Yo le asigno una gran importancia a la modernización y el desarrollo, pero muchas veces, antes de tomar la decisión, tienen que haberse analizado todas las perspectivas, incluidas la ciudadana.
“Hasta el momento opera como principal elemento para la toma de decisión el costo, y lo que hay que hacer es un cambio radical respecto de ello. Este país maneja muy bien las finanzas y la macroeconomía, pero no hemos podido estructurar al cien por ciento, el concepto de calidad de vida incorporándolo a la ejecución de los proyectos. Muchas veces sacrificamos la calidad de vida de unos en pos de otros y el tema es como minimizamos esos costos”.

A Sonia Tschorne este tema no le es indiferente. De verdad cree que a futuro, por sobre el tema de costo, la decisión sobre grandes intervenciones de conectividad, especialmente, debe ser su menor impacto social, medioambiental y cultural. Pone como ejemplo de que ello es alcanzable, la construcción de la variante interna de la costa en el litoral central que une Cartagena con Algarrobo, donde el diseño final buscó dañar menos el paisaje aunque se encareció el proyecto.

“No es que no se haya introducido modificaciones a la forma de evaluar los proyectos, sin embargo, falta fijar como condición de primera importancia el tema impacto social, cultural, por sobre el económico”, insiste.

-Seamos realistas ¿hay que dejar de tener una mirada romántica de la ciudad?
“Creo que eso no hay que perderlo. La ciudad, en el momento que se convierte en una máquina, deja de generar condiciones de habitabilidad para los seres humanos. El tema es como conciliamos la habitabilidad, su calidad, con el crecimiento y el desarrollo.
“Claramente, hoy vivimos un mundo globalizado en donde las personas y las ciudades tienen que generar potencialidades para poder competir en el mundo globalizado. No sacamos nada con que las personas vivan muy bien si la ciudad no está adaptada y no tiene las condiciones para poder competir en el concierto internacional. No podemos esperar en este mundo que una ciudad pueda entrar de lleno al desarrollo y pueda ser competitiva en los mercados si es que no tiene conectividad, o la infraestructura para la prestación de servicios necesarias.
“O sea, no sacamos nada con tener una ciudad muy bella si no generamos las potencialidades de la ciudad para poder competir, pero se puede buscar el equilibrio y no es difícil buscarlo”.

La ministra de la Vivienda pone como ejemplos de lo anterior, las grandes transformaciones que se han ejecutado en la ciudad de Antofagasta, donde se ha recuperado su borde costero y su centro histórico, cuestión que ha potenciado su capacidad de competir en servicios y otros.

Igual cosa se está haciendo con Valparaíso, Coihaique y Concepción, aunque en algunas es más fácil que en otras hacer cambios porque, según dice, cuesta convencer a la gente de las ventajas y poner de acuerdo a los actores público y privado tras un objetivo común.

Cuenta que uno de los modelos que se está siguiendo en Chile es el español, que ha logrado en ciudades como Barcelona combinar historia y tradición con modernidad. Por eso, se han apoyado en uno de los más grandes urbanistas, Jordi Borja.

“Es un mito que la planificación no se necesita”, señala y agrega que la concertación que se ha logrado en estos últimos años entre todos los actores es fundamental. Por eso, aunque se va a llevar adelante el Portal Bicentenario en el aeropuerto Cerrillos, el Gobierno –dice- está abierto a escuchar a sus detractores como la Cámara Chilena de la Construcción y buscar aminorar los efectos negativos que ellos plantean se van a producir.

“Se pueden abrir las ciudades al peatón y se pueden abrir las ciudades a la competitividad”, sentencia.

“Hemos creado ghettos que sólo están contenidos por la habilidad del Gobierno”

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