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Reglas para un buen bronceado

La primera recomendación para obtener un tono más intenso y duradero es broncearse en forma gradual, y siempre utilizando filtro de protección solar. Lo segundo, escoger el filtro según el tipo de piel, aplicar generosamente y poner atención a las zonas más sensibles.

21 de Febrero de 2006 | 10:08 |
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Hay quienes creen que usar filtro solar implica pasar el verano con la piel tan pálida como en el invierno. Gran error. Lo cierto es que una debida protección incluso puede ayudarnos a conseguir un bronceado más bonito y duradero y, de paso, prevenir futuros daños cutáneos.

La dermatóloga Emilia Zegpi, especialista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Clínica Santa María, sostiene que el hecho de usar filtro no implica no broncearse. "Aun cuando se aplique protector regularmente, la piel adquiere un tono bronceado, pues igual se produce un incremento del pigmento (melanina) como consecuencia de la exposición al sol. El color, eso sí, se obtiene de forma más gradual". La doctora agrega que broncearse lentamente ayuda a que el tostado dure más tiempo. "Si nos bronceamos en forma muy intensa y rápida, la piel se quema y se despelleja de inmediato".

Según explica, el primer efecto de los rayos UV si nos exponemos más allá de lo prudente, es decir, más de media hora sin protector, es la quemadura de la piel. "Se produce un eritema o enrojecimiento, la piel se sensibiliza y duele, y se descama sin lograr el bronceado". Entonces para evitar tales efectos, asegura la dermatóloga, y conseguir el tono deseado, la primera regla será usar un adecuado filtro de protección al tomar baños de sol.

El objetivo del factor de protección es aumentar proporcionalmente el tiempo de exposición al sol. Así, si el tiempo de exposición sin protección indica que la persona puede estar al sol, según sus características de piel, por un lapso de 15 minutos, usando SPF 10 aumentará diez veces dicho tiempo, es decir, con protector podrá exponerse al sol durante 150 minutos sin temor a sufrir un eritema.

La segunda regla para un buen bronceado es saber escoger el factor de protección o SPF que debemos usar. La doctora Zegpi advierte que la mejor guía es elegirlo según el fototipo de nuestra piel, es decir, según su capacidad para hacer frente a las radiaciones solares. "Usar SPF 5 y 8 resulta inaceptable, es casi como ponerse sólo crema, hace que la piel se queme y no se broncee".
La doctora explica que mientras más clara sea la piel más alto debe ser el SPF. Así, una persona de tez muy blanca, que por lo general se quema y rara vez se broncea, debiera usar factor de protección sobre 40. Quienes son de piel más oscura y casi siempre se broncean pueden bajar ese mínimo a 15, y en el medio están quienes a veces se broncean y a veces se queman, en cuyo caso la recomendación es factor 30.

Añade que se debe poner especial atención a zonas más sensibles. La piel de la cara, por ejemplo, es más delgada y vulnerable que la del tronco por lo que ahí debiera usarse un SPF mayor. Asimismo, es importante escoger productos con texturas adecuadas a los diversos cutis. "Un rostro con tendencia a la grasitud necesita de protectores no comedogénicos, ojalá en base gel o fluido, y sólo podrá usar cremas en el resto del cuerpo".

Otras reglas básicas de buen uso:
- El filtro debe aplicarse 20 minutos antes de la exposición, ojalá antes de salir de casa, para que las sustancias activas se fijen a la piel.

- Es esencial reaplicar el producto cada tres o cuatro horas y siempre después de secarse con la toalla, que retira hasta el 80 por ciento del producto. Lo mismo en caso de personas que sufran de sudoración excesiva.

- Si se va a desarrollar algún deporte náutico o mojar mucho el protector, es importante escoger un filtro que se adhiera bien a la piel y no se vaya al contacto con el agua.


Reglas imprescindibles

Lo primero que advierte la doctora Zegpi respecto del correcto uso de los filtros solares es que estos productos no sirven de un año para otro, pues se inactiva el factor de protección.

Agrega que el filtro tampoco debiera durar toda la temporada de verano, pues la idea es que se aplique generosamente si de verdad se pretende que proteja la piel y aumente su tiempo de exposición al sol. "Se estima que si se aplica en todo el cuerpo un envase estándar debiera alcanzar para una semana".

Se ha calculado que para que el filtro funcione debidamente se deben aplicar 30 centímetros cúbicos para todo el cuerpo; es decir, dos miligramos por centímetro cuadrado.

Sin filtro, mayor peligro

Cuando se habla del fotodaño asociado a la época de vacaciones, se debe considerar que la agresión de los rayos UV aumenta según el poder de reflectancia de las distintas superficies. La arena, por ejemplo, refleja el 25 por ciento de los rayos, y el agua, entre el 10 y 20 por ciento. Se debe tener en cuenta también que el mediodía es la hora peak para las radiaciones, las que aumentan 2,5 veces en comparación con las seis de la mañana.

En cuanto a los efectos nocivos que se derivan de la exposición solar sin la debida protección, se puede decir que los rayos UV tienen variados efectos sobre la salud de la piel. Los UVB, por ejemplo, provocan alteraciones a nivel de la epidermis, y los UVA, en la dermis, una capa más profunda de la piel, donde están las fibras de colágeno y elastina.

El doctor Sergio Silva, dermatólogo de la Universidad de Chile, explica que algunos efectos epidérmicos son la espongiosis o inflamación de la piel por el aumento de líquido, la aparición de células de quemadura solar de color rojo, la reducción de las células de Langerhans, y la vacuolización de melanocitos y queratinocitos; es decir, su perforación y futura muerte. "Entre las consecuencias a nivel más profundo están la formación de un edema endotelial, que se produce porque los vasos sanguíneos se hinchan y se dañan, y el daño a las fibras de colágeno y elastina".

El médico aclara que se puede diferenciar entre efectos agudos de la radiación sobre la piel y efectos crónicos. Lo más común dentro de los primeros es el enrojecimiento de la piel o eritemas y las quemaduras solares. Entre los efectos crónicos se cuentan el fotoenvejecimiento, que se relaciona con la mayor aparición de arrugas por una degradación de las fibras de sostén, y el cáncer. "Existen dos tipos de cáncer, los no pigmentados y los pigmentados. Entre los primeros están el cáncer basocelular y el espinocelular, que tiene que ver con la radiación crónica. El más maligno es el melanoma, que es pigmentado y que tiene que ver con la radiación excesiva pero intermitente", explica el dermatólogo.
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