Estudió arquitectura en la Universidad de Chile, escuela que tiene un marcado acento urbanístico y, aunque en sus primeros años no ejerció, a mediados de los ´80 montó una oficina de arquitectos con unos amigos en el barrio Bellavista y se inmiscuyó en el área de vivienda social, construyendo varios lotes.
Después, entre el ´87 y el ´88, hizo el magíster en planificación urbana de la Universidad Católica y cuando se produjo el retorno de la democracia tuvo la oportunidad de trabajar en el programa de mejoramiento de barrios que ideó el Ministerio del Interior.
De ahí pasó a la dirección de Arquitectura del ministerio de Obras Públicas, cuando su titular era Lagos y éste la nombró, primero subsecretaria de Vivienda y Urbanismo en el 2000 y biministra de Vivienda y Bienes Nacionales, en 2004, cuando Michelle Bachelet abandonó el gabinete.
Se ríe de su paso por el ejercicio privado de la profesión, porque los clientes de casas de 6 mil o 10 mil UF que se construían en la playa y otro tipo de asesorías, les permitían optar también por la vivienda social.
-¿Por qué no te quedaste haciendo casas?
“El urbanismo me tiraba de frentón y creo que mi carrera ha sido consecuente con ello. Creo que he podido desarrollar ambos lados, el del urbanismo, calidad de vida, y el de la arquitectura y el diseño”.
Su vínculo con el servicio público viene desde la cuna. Su padre, ingeniero en minas, fue funcionario del Ministerio de Obras Públicas durante 30 años y sus dos hermanos también trabajan ahí. Su madre, kinesióloga, trabajó para Investigaciones y en hospitales.
Y su lazo con la política también tiene un pasado juvenil. Firmó la ficha de militante del Partido Socialista, casi en forma paralela, con la matrícula en la universidad y la razón estaba en la fuerte influencia que ejerció en ella haber estudiado en el Liceo 7.
“El último año de colegio, el ´71, me marcó profundamente. Si bien provengo de una familia de centro, humanista-laica (entre risas), las vivencias en el último año de colegio fueron bastante importantes, tuvo que ver con el momento político que vivía el país, con las ilusiones, los sueños”.
-Tu época hippie.
(Se ríe) “Sí; me iba al Coppelia… fue mi año de transformación que se plasmó en mi ingreso a la Universidad de Chile, en plena reforma universitaria. Libremente, empecé a ejercer claramente mi vocación socialista”.
-¿Cómo ha sido tu proceso de ir escalando en la estructura interna del PS? ¿Lograste ocupar un cargo?
“Esto ha sido bien difícil. Siempre fui parte de núcleos que ya estaban constituidos y nuca me interesó, ni desarrollé un potencial liderazgo sino hasta el momento en que se luchó por la democracia.
“El político en mi casa era mi marido, incluso me habían convencido de que yo era más técnica que política y sólo a partir del ´85 empecé a meterme en la estructura interna del partido. Primero, a nivel comunal, en la dirección comunal de Las Condes, luego en el Provincial Oriente, en 1988, donde fui elegida presidenta”.
En esa época trabajó con José Miguel Insulza, a quien señala como uno de sus buenos maestros, al igual que a Clodomiro Almeyda a quien conoció en su tiempo de estudiante secundaria en la FESES.
-¿Nunca quisiste postular a un cargo de elección popular?
“Noooo, jamás (con todo el cuerpo), además las veces que estuve expuesta al escrutinio popular (sus elecciones en la base comunal), aunque me fue extremadamente bien en dos, ya en el tercero se dio que yo no soy de máquinas y en el PS tienes que ser parte de ellas para salir adelante. Eso me marcó en las decisiones siguientes”.
-Tú y otras mujeres en cargos públicos podrían ser catalogadas como las que abrieron el camino para que Michelle Bachelet fuera hoy Presidenta
(Nuevamente le aflora una amplia sonrisa). “Creo que nunca las expectativas fueron lograr, en tan corto plazo y con tal contundencia, resultados como los que se han dado en la realidad. Hace poco tiempo conversábamos de estos temas y como que nuestra máxima aspiración en los ´90 era ver una mujer instalada en el equipo político de La Moneda. Nunca nos imaginamos que en 16 años íbamos a tener a una mujer como Presidenta”.
-¿O sea, la máquina feminista fue bastante eficiente?
(Suelta una carcajada) “Oye, no fue fácil, tuvimos que demostrar que no sólo teníamos la capacidad, sino que la doble capacidad y competencia para dirigir, primero, las áreas técnicas con las jefaturas de servicios y luego, unas pocas subsecretarias y como gran señal nombraron a una mujer en el Sernam”.
“Fuimos corriendo velitos”, concluye.