No es de gusto general, es cierto, pero –como él mismo reconoce- para ciertas mujeres representa a ese macho recio y dominador con el que unas cuantas sueñan. Sin embargo, las apariencias engañan; ése es sólo su físico, porque en el interior se esconde un hombre sensible, cariñoso, acogedor y que no cree en distinciones de género.
Nació el 3 de julio de 1960; viene de Tomé, en la Octava Región, donde durante algunos meses estudió ingeniería civil química. Pero, aunque ama a su ciudad, se sentía agotado por esa falta de búsqueda intelectual de la provincia. "Es salvaje, la provincia no tiene un entorno formador cultural más amplio, ni político. Yo siento que renací, que desperté en el Campus Oriente", dice.
Después de pensarlo un rato y dar de nuevo la PAA decidió estudiar teatro, entre otras cosas, porque sólo se enseñaba en Santiago y Erto quería venirse a la capital: "Soy urbano, me encanta el ruido, los autos, esto" y hace un gesto mostrando el entorno.
Fue una decisión que requería mucho coraje, pues no sólo significaba arriesgarse en el arte y venirse a Santiago, sino además mantenerse en la capital, porque sus padres habían sido obreros textiles y luego empleados, "pero una familia de escasos recursos, de clase media baja", explica.
-¿Qué dijeron tus papás?
"Ocurrió una cosa muy curiosa, porque, primero le hablé a mi mamá, que era la parte que apoya, que contiene. Esperé el momento preciso para hablar con mi papá y le dije que dejaba la ingeniería y daba la prueba de nuevo. Me preguntó que iba a estudiar;
teatro, le contesté. Se dio vuelta, me miró y me dijo
¿cómo John Wayne?
"Listo, me di cuenta que él se había ido en su imaginario y la cosa había funcionado".
Años después, participó en "Campo Minado", de Alex Bowen, que se estrenó en el Festival de Cine Latino en Los Ángeles. Estando ahí, en un gran hotel, llegando en limusina y compartiendo con los grandes del cine, Erto se dio cuenta que los planes que su padre tenía para él, eran mucho mayores que los que él mismo se había propuesto al decidir estudiar teatro.
-¿Por qué en la Universidad Católica?
"Se juntaron las pruebas especiales el mismo día. Una cosa como decir
ya opta.
"Fui a retirar mi número a la Escuela de Teatro de la Chile, que estaba en Amunátegui con Compañía, en un caserón oscuro… yo venía de la provincia ¿cachai? Eso en contraposición con el Campus Oriente, al que entré y sentí a la gente que allí estaba, como mi familia. No me equivoqué".
Anécdotas tiene miles, como por ejemplo, que vivía en un albergue que quedaba en el segundo piso de la, entonces, Secretaría Nacional de la Juventud. "Todos los que vivíamos ahí éramos de izquierda, menos dos DC. Era muy divertido cruzar el primer piso. Era muy loco, dos mundos absolutamente distintos".
También hizo de Viejo de Pascua y trabajó en un banco para tener plata, hasta que, ya en segundo año, entró de lleno al teatro con la obra "María Estuardo", una adaptación de Raúl Osorio, que también dirigía; las protagonistas eran Ana y Marés González.
-¿De ahí para adelante te dedicaste sólo al teatro?
"Empecé a hacer ayudantías en la misma universidad; un proyecto de investigación de teatro clásico con el Tito Noguera, que concluimos con un montaje de "La vida es sueño".
"Esa fue la etapa del verso, que no se puede hacer afuera, porque sólo la universidad te auspicia ese teatro".
-¿Es cierto que hubieras seguido haciendo verso calderoniano (Calderón de la Barca) para siempre?
"Hasta el fin de mi vida. Haberme especializado, incluso, en eso; pero no podís".
-Una afición que compartes con Noguera.
"Absolutamente, los dos somos calderonianos absolutos y manejamos el verso. Yo he hecho clases de esto. Lo manejo arriba y abajo, sé dónde van los silencios; no a la cantaleta, al verso. El contemporáneo también, Shakespeare es maravilloso".
-¿Por qué decidiste entrar al mundo de las teleseries? ¿Por plata? ¿Mayor estabilidad?
"Combinar. Creo que me encontré, de repente, con la televisión; con un ámbito distinto. La etapa de hacer 17 años solamente teatro me dio la formación para hacer lo que quería hacer; para hacer el viaje que quería hacer, lo que soñaba".
-¿Los años de sólo teatro tienen que ver con tu formación de izquierda?
"No, lo de izquierda es anexo, es una parte más y deriva al teatro; lo esencial es mi oficio, lo que hago, mi forma de mirar el mundo, el gusto por las palabras, la belleza, la verdad. La posición política es aparte, está como en una capa más externa mía, pero que confluye con las demás".
Entre otras cosas, trabajó en una compañía de teatro italiana, actuando en ese idioma. Eran los tiempos en que su pareja era Marcela Osorio, quien dominaba el italiano por haber vivido tiempo allá. "Fue una experiencia maravillosa, porque también era como clásica la obra". Después estuvo una temporada en Buenos Aires, donde representaba a un personaje chileno. Ahí vivió durante un año. "Si hubiera estado en televisión, no habría tenido la libertad para moverme así", explica.
-¡Pero es más inestable!
"Sí, pero te da más fortaleza, con la vida, con todo. La gente que hace el camino al revés, el pánico de perder la pega es un horror, un horror. Pero si tú ya estai armado con lo otro, decís
bienvenido sea el trabajo en TV".
-¿El primer papel fue Petero, en Iorana?
"Sí, que además fue un regalo, porque fue como un papel en bandeja; el pícaro, que además me salió bien –porque te puede salir mal- así que entré bien, altiro".
-Juegas mucho, tienes gran versatilidad para todo tipo de personajes.
"Claro que juego harto. Es que eso es, meterte en los mundos. Tú ves el producto, pero el buceo que te pegai antes en esos mundos; por ejemplo, en la cultura Rapa Nui, en la lengua, ella ya te para de otra forma. No es lo mismo decir
dame tu mano derecha que decirlo en ese idioma.
"(Toma otra posición su cuerpo y su tono de voz se hace diferente para decirlo en Rapa Nui). El lenguaje te arma, porque viene también de la esencia del cuerpo".
Cuenta que llegar a la televisión le permitió llegar al cine, que para él es otro regalo. "Porque si no entrai al mundo audiovisual es muy difícil llegar al cine. No creo que los directores vayan al cine, van sacando su casting de la televisión".
-¿El cine es tu nueva locura?
"Sí. De hecho, estoy parado de hacer teatro, porque me arraiga, me impide poder irme a filmar a la Patagonia o a Chiloé.
"Meter un equipo de 50 o 70 personas en la pelota es de una intensidad inmensa, es muy denso. La televisión se alarga, son por lo menos ocho meses, y la cotidianeidad interfiere en uno. El cine no te lo permite, porque como es mucho más caro, es más comprimido y se tiene que hacer en menos tiempo y, por lo tanto, con mayor intensidad".
-Alguna vez dijiste que lo único que te quita el sueño es actuar, ¿sigue siendo así?
"Yo creo que sí. Lo que más me dejaría sin dormir es no poder actuar. Los períodos sin actuar han sido los más difíciles. He estado emparejado, he estado solo y lo resisto bien; pero no puedo estar sin actuar".
"La maravilla es cambiar su paisaje humano cada cierto tiempo"
"Mi primer beso loco lo di como a los 16 y mal dado todavía"