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"No soporto al pololo de mi hija"

Muchos padres tienen un estereotipo de lo que quieren para sus hijos, pero en la práctica éste pocas veces calza con la realidad.

13 de Abril de 2006 | 11:40 |
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Este gallo", "este fulano", "este niño" eran las típicas frases que el papá de Marcela Aranda (19) usaba para referirse a su pololo. "Me daba rabia, porque sabía perfectamente bien cómo se llamaba, pero le tenía mala", cuenta. Y eso que su padre nunca había cruzado palabra con el "fulano" en cuestión.

"Mi familia lo vio una vez que vino de pasada y al tiro se les metió la idea de que si tenía pelo largo era desordenado, drogadicto, y todas esas cosas", cuenta ella. El resultado es que el primer mes de su pololeo lo vivió puertas afuera para evitarse el mal rato. "Hasta que convencí a mis papás de que me dejaran invitarlo a almorzar y que se abrieran a conocerlo". Lo logró, y actualmente el problema de Marcela es que si llegara a terminar, no quiere ni pensar qué diría su familia. "¿No lo encontrái divertido? Ahora lo adoran", ríe.
"Es que hay muchos papás que tienen una mala disposición desde el principio, y eso es nefasto, porque cierran la posibilidad de conocer mejor a la persona", asegura la terapeuta familiar Carla Padilla.

En su opinión, todo parte por hacer la distinción de las razones por las cuales se rechaza a determinado(a) pololo(a).

"Todavía hay papás que creen que un pololo o polola nuevo(a) tiene que llegar a conquistarse a los suegros, cuando eso no es así. Entonces si llega con las manos vacías, habla con la boca llena o, en fin, cualquier cosa que lo haga distinto es una potencial fuente de desaprobación". Y agrega que, muchas veces, estos prejuicios tienen su origen en una mezcla de temor y celos que el padre, la madre o ambos pueden experimentar ante la llegada de este ser extraño que aparece de la nada y que viene a "robarse" a su hijo(a).

Sentimientos que pueden ser comprensibles para cualquier padre, pero que vale la pena controlar. "Porque si no van a ser los típicos papás que reciben a los pololos con cara larga, que no les hablan, eso puede ser súper agresivo para ese adolescente. En cambio, si les expresan sus temores y les dicen que para ellos es difícil asumir la situación, sus hijos van a comprender y la relación entre ellos se enriquece", aclara el sicólogo de Ser Joven, Fabio Sáenz.


Más que sospechas

Un cambio que también parte por abrir la puerta a este nuevo integrante de la familia y crear las instancias para conocerlo. "Ésa es la única forma de que los padres vean qué tipo de relación tienen y puedan tener una opinión más fundada acerca de esa persona", agrega.

"Los que no lo hacen corren el riesgo de que el hijo o hija lleve su relación fuera de la casa, lo que es más peligroso. Muchos creen que así se lo harán más difícil y que los llevará a terminar, cosa que no sólo no ocurre, sino que puede que por rebeldía ese adolescente se empecine aún más en prolongar la relación", advierte Carla Padilla.

Pero también puede que estos espacios sirvan para fortalecer la idea de que el pololo o polola en cuestión no es lo mejor para un hijo(a).

"Por ejemplo, cuando sabes que esa persona consume drogas, que maneja cuando ha tomado alcohol, que no respeta las horas de llegada. O bien cuando llevan un pololeo tormentoso, donde ves que tu hijo(a) está sufriendo, que la trata agresivamente o le ha causado un cambio de ánimo y personalidad", explica Sáenz.

Y es en esas situaciones, asegura, en que los padres tienen todo el derecho a tomar medidas, "y es bueno que los hijos así lo entiendan".

Medidas que comienzan por tener una conversación seria. Lo que, según Carla Padilla, tiene mucho que ver con la astucia y la estrategia.

"Hablar en forma civilizada, sin subir la voz, sin descalificaciones, sin agresiones. La clave está en dejarles en claro que uno lo hace porque los quiere y los cuida, y por lo mismo deseamos que estén con una persona que saque lo mejor de ellos, que los haga mejores personas, y no que los exponga a riesgos, peligros o los haga cambiar para peor".

Pero también enfatiza que hay que guardar las proporciones, lo que va directamente relacionado a la edad que tenga ese hijo y el nivel de seriedad de la relación. "Hay que tener claro que la mayoría de las relaciones en la adolescencia son un ejercicio, una prueba para lo que se viene en la adultez, y equivocarse es justamente parte de ese aprendizaje", explica Padilla.


Estrategia juvenil

Los especialistas afirman que "es complicado" cuando los padres están obstinados con desaprobar una relación. Pero hay actitudes que pueden ayudar a la apertura, "para que al menos le den una oportunidad de conocerlo más".
"Los hijos pueden acercarse a los papás y hacerles saber que entienden sus aprensiones o preguntarles qué les causa temor. Si adoptan una actitud comprensiva en vez de una agresiva, es más fácil que cedan", aclara la sicóloga Carla Padilla.



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