Toda una vida dedicada al teatro, Liliana Ross ha actuado en teleseries, radioteatros, obras clásicas y modernas; también ha dirigido y elegido montajes que le parecen pueden identificarse con el público. En algún momento, además, fue socia del Teatro Arena.
Se siente profundamente hermanada con la gente y dice recibir su cariño en innumerables ocasiones; sin embargo, tiene también muchos detractores, tanto por las obras que ha montado como por su forma de actuar.
A ella no le importa, contesta de frente; analiza el momento actual del teatro; derriba mitos y genera sus propias teorías. Gesticula y habla fuerte como cualquier descendiente de italiano, lo que, a veces, descoloca a algunos.
Nació en Pelli, una pequeña localidad de Génova, uno de los principales puertos italianos, de donde salió muy pequeña con sus padres, arrancando de la II Guerra Mundial. En ese tiempo se apellidaba Brescia solamente; pero, como era complejo de pronunciar (brechia), la actriz nació con el apellido Ross.
-¿Cómo evalúas lo que está pasando en el país con el teatro, la apertura de nuevas salas y nuevas temáticas?
"Se ha abierto un campo que ni se sospechaba hace cosa de diez años atrás. Afortunadamente, en este momento, el teatro tiene muchas alternativas, para la gente joven, para los que hacen teatro joven y para el público joven. Yo veo que hay lugares donde ya se ha creado una masa de público que va a ver obras más alternativas, como Matucana 100, el Galpón 7 o el teatro de Felipe Braun y Luciano Cruz-Coke. Además, el actor chileno es muy bien evaluado afuera".
-¿La apertura se ha dado a partir de obras como "Sinvergüenzas" que, si bien fueron muy criticadas…
"Hasta el día de hoy".
-Pero ¿ese tipo de montajes hizo que la gente volviera a las salas?
"Se masificó. Mi teoría al respecto es bien especial. Pienso que la gente que va al teatro y que le gusta ir es la clase media, más que el que tiene mucho dinero.
"El que tiene plata es más reacio, porque, primero, no quiere correr riesgos: no quiere ver algo que lo aburra, que sea complicado o que no entienda. Al mismo tiempo, tiene más alternativas de diversión; o sea, esa es la persona que los fines de semana se va a Cachagua o a Santo Domingo, y en invierno se va a esquiar; o se va a Europa o a viajar".
-¿Entonces tú diriges lo que haces a la clase media?
"En general, aunque es a la que más le cuesta pagar una entrada. Por eso me parece bien que se haya masificado el teatro; también, porque le da una alternativa que la televisión no le da. Primero, ver los actores en vivo no es lo mismo que verlos en una pantalla; segundo, el teatro les permite más libertad al actor y a las temáticas.
"Creo que sí se ha masificado el teatro y, también –a ver, a lo mejor es fuerte lo que voy a decir- hay un teatro que es muy promovido por la prensa, entre comillas, intelectual y especializada, que aleja mucho al público".
-¿A qué te refieres específicamente?
"Mira, lo veo cuando voy a esa obras y me interesan, pero me doy cuenta lo que le pasa al público medio: la gente se queda como sin saber si entendió o no; a veces, hay cosas que la choquea, porque hay imágenes fuertes o que les cuesta decodificar.
"Cuando les das mensajes que les cuesta procesar… de repente, no tienen ganas".
-¿Prefieren las cosas que les liberen el estrés del día, como en la televisión?
"Eso por una parte; pero yo creo en lo que decía Hugo Miller (su primer marido y experto en teatro y tv)
que la televisión no puede ser para todo el mundo, como el teatro; sino que la masa debe dividirse en pequeñas minorías, eso me parece más inteligente".
Explica que el teatro, como todas las artes, siempre está en la vanguardia de los tiempos y por eso van surgiendo nuevos temas que tratar, que son los que le están preocupando a la sociedad, como el sexo, el poder, las relaciones extramaritales, los gays.
Le atribuye también mucha importancia a la forma: "Muchos hitos han cambiado el teatro. Por ejemplo, para mí, Andrés Pérez fue un hito. Cuando llegó de trabajar con Mnouchkine en Francia, trajo una visión de un teatro no hiperrealista, si no, mezcla de arquetipos, con dibujo, con comics, con mucha gente arriba del escenario y que el espectáculo no partía cuando se prendían las luces, sino antes".
Asegura que las nuevas formas y contenidos del teatro no responden sólo a un cambio de mentalidad en los chilenos, "si no que se fue creando la necesidad (recalca la palabra), más que la renovación".
-¿Qué le contestas a los críticos que dicen que es más fácil irse por el camino de montajes más comerciales, y te acusan de ir por ahí?
"Que traten de hacerlo -dice muy seria- ¡es muy difícil! Es mucho más difícil hacer comedia que hacer drama. Yo puedo hacer llorar hasta con imágenes, sin que haya ni un texto.
"Hacer comedia requiere una capacidad de actor y un talento especial; el comediante es muy cotizado, incluso internacionalmente, y hay muy pocos. Grandes comediantes como Peter Sellers o esos tipo geniales como Anthony Hopkins, que son geniales en lo serio y en la comedia son muy pocos".
Más seria aún e incluso algo molesta, sigue: "Yo no entiendo, realmente no entiendo, la obsesión de algunos críticos… hay uno que yo ya sé cómo va a empezar sus críticas y que me sorprende, porque es un director de una escuela universitaria y que dice (ironiza con la voz)
este teatro demuestra la necesidad del otro teatro inteligente, culto y bli, bli, bli. No entiendo su obsesión, porque ya no es un principio ni una cuestión ética: ¡es una obsesión! Parece que odiara el teatro".
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-¿Cuál es la labor del crítico?
"Hay una frase que me gusta mucho, que usaba el Hugo, también, es que
el crítico tiene el deber de encontrar el brillante en medio de la basura. En cambio, me da la sensación, que los críticos de teatro buscan la basura entre medio de los brillantes, jajajaja.
"¡Es verdad!, porque nada les gusta. Ahora, yo soy tan caradura que los enrostro. A uno le dije
Qué curioso que hayas criticado tan bien a una obra parecida a lo que yo hago con actores de tu canal, cuando las mías las criticas tan mal. A otro le dije
tú nunca has encontrado nada que yo haya hecho bueno o medianamente aceptable ¿es algo contra mí?. Se quedó de una pieza, porque no están acostumbrados.
Dice que optará por no invitarlos a sus estrenos: "si quieren ir que vayan y, si no, que no sufran. Ya me tiene guatona el tema".
-También hay poca búsqueda de contenido, porque en "Sinvergüenzas", siempre fue más importante el tema del desnudo que el de la cesantía que había detrás.
"Exacto. Tampoco se preocuparon de que era una versión auténticamente chilena. Fíjate que fue la más exitosa de todas las versiones; hasta el día de hoy me preguntan si la quiero vender, porque lo adapté a lo chileno.
"Nos iba muy bien, porque la gente se sentía representada; hablábamos de cosas de actualidad, nos íbamos renovando… Pero, no, siempre primó el tema del desnudo (lo dice con una voz como de película de terror)".
- Igual eso ayudó a su éxito de taquilla.
"Sí, pero 'Sinvergüenzas' tenía una novedad, que eran seis actores muy dignos de este país atreviéndose y ellos mismos me lo propusieron. En todos los países los actores se mostraban de espalda. Ellos me dijeron
¡no, mostrémonos desnudos!"
"Pero no es de ahora último, porque en 'Equus', Alfredo Castro, en una escena bastante violenta, le saca los ojos a unos caballos y estaba desnudo. Eso provocó un enorme revuelo, incluso la Municipalidad de Viña de aquel entonces no quería que se diera en el Teatro Municipal. Y los temas sexuales siempre se han tratado en el teatro, no son novedad, lo que pasa es que Chile siempre fue un poco más cauto".
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