Nacida en Ciudad de México el 30 de septiembre de 1950, Laura Esquivel recuerda su infancia con mucha ternura. Su cara se ilumina al hablar de su padre, su madre y sus hermanos y su voz, siempre muy cálida, se vuelve más melodiosa y tenue. Sus grandes ojos se entornan y parece recordar los felices momentos de su niñez.
-¿Cómo fue tu infancia?
"Pues, yo digo que fue muy afortunada, porque provengo de una familia de clase media baja y tuve una niñez dentro de una comunidad muy familiar, muy cercana. Era un ambiente de barrio en el que yo crecí: todos nos conocíamos, todos jugábamos en la calle, con personajes populares muy cercanos. La recuerdo con mucho cariño, especialmente esa libertad… que a mí me duele que mi hija no la pueda tener, la ciudad no se había convertido en lo que ahora es; eso fue una fortuna".
Cuenta que su madre era una mujer de contrastes, muy vital, muy alegre. "Por ella amo las tradiciones de mi país; realmente era una mujer que amaba México y la cocina… todo eso me viene de ella. Pero era una mujer de disciplina".
A su padre lo recuerda como un hombre maravilloso, muy tierno, muy dulce, muy creativo. "Por un lado, la cuestión de la cocina me viene por mi mamá, pero todo lo demás –la creatividad y el placer del juego creativo- viene de mi papá".
-¿Por qué?
"Él pasaba horas jugando con nosotros, narrábamos cuentos. Teníamos una grabadora de carrete y grabábamos ahí los cuentos; él era un compañero de juegos maravilloso. Nos contaba y nos inventaba cuentos. Cuando me enfermaba, ahhh, cómo me gustaba que mi papá me narrase historias".
Sin detenerse, se acuerda de un personaje que él había inventado que "era un niño que se hacía chiquito, chiquito, chiquito y me tenía que inventar una y otra historia con él, hasta que el papá se lo metía en el bolsillo y, ay, eso a mí me daba una risa; era muy chistoso mi papá, tenía unas cosas, así, maravillosas. Y cómo abuelo, qué te digo, mi hija lo gozó", dice.
-Un padre un tanto atípico para su época.
"Sí; luego yo creo que por eso no tengo problemas con el mundo masculino. Yo tuve la mejor imagen paterna que puede haber, la mejor".
-Debe haber sido difícil encontrar marido con una imagen así.
"Fíjate que sí. Afortunadamente mi actual esposo (el segundo, primero estuvo casada con el director de cine Alfonso Arau) es muy… no, nunca va a ser como mi papá, porque él tenía un sentido del humor muy tierno, muy dulce, muy fino, pero mi actual esposo tiene un gran sentido del humor y es, también, muy dulce; aunque su sentido del humor es… ¡negro! (se ríe), igual me hace reír, pero su sentido del humor es tremendo".
-Te gusta el humor.
"Sí, sí, no puedo vivir sin el sentido del humor; para mí es parte fundamental, así crecí. Mi papá me enseñó a ver la vida a través del sentido del humor. Eso es una maravilla y se lo agradezco mucho".
Son cuatro hermanos. Ella y la otra mayor disfrutan del mismo humor y acostumbran viajar juntas; de hecho, vino a Chile en esta oportunidad. El tercero es hombre y la última, también mujer, "pero muchísimo más seria que nosotras".
-¿Tú entraste alguna vez a este mundo que llamas "masculino"?
"Sí. Yo trabajaba de educadora, mucho tiempo fui maestra con grupo de niños, pero después me especialicé en teatro para chicos y fundamos un centro de teatro y literatura infantil, de la Secretaría de Educación Pública. Trabajaba yo siempre ahí; entonces era trabajar, pero siempre desde el punto de vista de una actividad que no era en ninguna oficina…"
-No sólo por la remuneración, como decías al principio.
"Sí, porque hay veces que en ese afán de sentirte realizado o de sentir que estás produciendo, que eres útil para la sociedad, hay mujeres que, que te diré, trabajan en plantas nucleares o en lugares donde están contaminando tremendo al medio ambiente, pero ellas se sienten muy bien, porque tienen una buena remuneración o un reconocimiento, lo que sea. Olvidan que ese trabajo de ellas está creando un problema a largo plazo.
"A otro nivel me da mucho dolor que grandes artesanas, maravillosas artesanas, artistas, estén en fábricas maquiladoras porque no les queda de otras; siendo explotadas y sin buscar una alternativa. Las mujeres debiéramos buscar otras opciones de producir sin traicionar nuestra esencia".
Cuenta la historia de una mujer mexicana que hace sopes (especie de taco o tortilla) en un callejón y que, debido a lo buenos que son, ha logrado con eso mantener a sus nueve hijos y mandarlos a todos a la universidad. "Para mí es un ejemplo de cómo si las mujeres buscamos –yo defiendo mucho la industria hogareña- , podemos producir sin abandonar tu ámbito, sin abandonar ese contacto espiritual y esa armonía que te produce estar con los hijos. Tendríamos que ser nada más que un poco más creativas para escapar de esta prisión que es el sistema económico, que es tremendo".
Laura tiene sólo una hija, Sandra, de 30 años, que es cineasta y que "todavía no me da nietos, apenas se va a casar ahorita".
-¿Hay algún lado frívolo en Laura Esquivel?
"¿Qué será? (guarda silencio unos minutos y piensa). Es que mira podría ser una frivolidad, pero para mí siempre tiene sentido, entonces no es frivolidad. Por ejemplo, a mí me encanta ir y buscar en cada lugar su artesanía. Me interesa la artesanía mapuche y quiero ir a buscarla. También me encantaría ir a un lugar donde haya lapislázuli, porque para mí las piedras hablan; decían los antiguos mexicanos que las piedras son los ojos de la tierra. Esos ojos azules son bellísimos.
"Además me gustan los spa, que podría ser una frivolidad, pero le encuentro el sentido del contacto con los elementos, con el agua, con los aromas. La comida igual, le encuentro el sentido de la tradición, de la cultura, del pasado".
-¿Cocinas mucho?
"Sí, me encanta. También me gusta ir a los mercados y estar en contacto con la gente, ver las cosas que no hay en mi país, comer las cosas que no hay allá, es muy bonito".
-¿Qué te gusta de aquí?
"Ayy, ayer comí locos… cosa más rica, estaba yo enloquecida…delicioso".