"Llega el profesor, comienza la clase y siento que la única que no entiende soy yo. ¡Nunca voy a aprender!", se quejaba Aurora, de 9 años, ante su mamá, Rosario Navarro, cada vez que tenía clases de matemáticas. "Yo trataba de ayudarla, pero siempre que estudiábamos terminábamos peleando, y lo peor, sin lograr que ella aprendiera las tablas o a multiplicar", agrega Rosario.
La situación estaba desbordando la convivencia familiar, así que Rosario acudió al colegio para pedir ayuda. "Ahí me dijeron que era normal que los niños tuvieran dificultades en algunos temas. Pero no me conformé, porque notaba a Aurora bien angustiada, porque iba muy atrasada en los aprendizajes".
En ese minuto decidió acudir a clases particulares. "Cuando comenzó con la profesora, Aurora tenía promedio 4,1 en matemáticas. Al finalizar el año, terminó con promedio 6,2. Y sólo estuvo dos meses con ella".
Una primera pregunta que se hacen los padres es
cuándo llegó la hora de contratar a un profesor particular. "En casos excepcionales", responde Fernando Etchegaray, consejero vocacional y académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica. "Lo ideal es que el niño sea capaz de resolver de manera autónoma los problemas que le plantea el aprendizaje. Sin embargo, hay ocasiones en las que eso no es posible, como cuando por una enfermedad larga falta a clases y queda desfasado".
Método pedagógico
El académico advierte que se debe tener cuidado de no estar sometiendo al niño a una presión indebida, en cuanto a pedirle un resultado académico que va más allá de sus posibilidades. "Hay que pensar que el niño o joven no es sólo estudiante y debe tener tiempo para sus amigos y su familia".
La voz de la experiencia |
En los 17 años que lleva haciendo clases particulares, Viviana Fernández de la Reguera tiene claros los principales problemas de sus alumnos. Primero, su baja capacidad de comprensión. "No entienden lo que leen y eso les incide en todas las asignaturas".
Por eso, los ayuda a desarrollar esa capacidad relacionándoles las materias con su cotidianidad. Luego, enfrenta las expectativas poco realistas de los padres. "Hay que conformarlos, sobre todo cuando el problema de los niños necesita de apoyo médico".
Riesgo:Lo más negativo que puede pasar con un profesor particular es que se transforme en un "hacedor de tareas", en vez de ayudar a desarrollar aprendizajes. |
La edad también es importante. "
Cuando es más chico, primero o segundo básico, no es recomendable, porque puede ser contraproducente. Ahí, generalmente, el apoyo es psicopedagógico", complementa Patricio Escorza, psicólogo y profesor de Psicología del desarrollo y Educacional en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Umce).
Generalmente, agrega, esta necesidad aparece más clara cuando los aprendizajes se tornan más complejos, "y cuando el niño es capaz de explicar qué no entiende y qué sí".
Otra pregunta clásica es cómo elegir al profesor adecuado. Rosario, por ejemplo, cree que la clave en los buenos resultados de su hija estuvo en que la profesora particular le ayudó a captar "la esencia de los números", porque conocía un método pedagógico adecuado para ayudarle a Aurora a entender de qué se trataba la materia.
"Es fundamental que este profesor no sólo conozca la especialidad que va a enseñar, sino que también maneje modelos de aprendizaje", comenta Escorza.
Porque esas
metodologías o estrategias le permitirán encontrar y solucionar los "vacíos" en el aprendizaje del niño, que le impiden seguir aprendiendo una materia.
Sin embargo, los estudios en pedagogía no son lo único. "Los padres deberían preguntarle al profesor ¿cómo trabaja usted?, para así asegurarse que el trabajo con el niño será fructífero".
Un primer aspecto de esa descripción debería ser que se interese por el contexto en el que vive el niño, porque muchas veces las dificultades en el aprendizaje se deben a problemas familiares, o en el colegio, que lo afectan.
Ese interés también debe pasar por los gustos del estudiante. "
Sólo si conoce qué le interesa al niño podrá contextualizarle la materia y así logrará que el aprendizaje sea significativo para él", agrega el psicólogo.
Diagnóstico inicial
La experiencia de Rosario Navarro concuerda con lo anterior: "La primera vez fuimos a la casa de la profesora y ella se sentó junto a Aurora a mirar los cuadernos y le preguntó qué le gustaba, qué no. Ellas hablaban de muchas cosas, se notaba que había una muy buena relación de por medio, mucha conexión".
Patricio Escorza explica que esa empatía es esencial, porque
muchas veces el profesor tendrá que desarmar la autoimagen negativa que tiene el niño de sí mismo, después de escuchar que es "flojo" o "tonto".
Su conocimiento de la situación del niño, agrega el psicólogo, se tiene que plasmar en un diagnóstico inicial. "Hay que preguntarle qué buscará para ayudar al niño, vacíos en la materia, fallas, etc".
Su tarea es dejar al niño independiente y manejándose solo con la asignatura. Tal como le pasó a Aurora: "No le gustan las matemáticas, es claro. Pero no ha vuelto a tener problemas.
Ahora es capaz de enfrentarse a las pruebas con seguridad y se sacó el fantasma de que nunca podría aprender".