Se casó a los 17 años y se concentró en educar a sus tres hijos hasta que a los 30 años decidió darse alas de independencia y entró a estudiar orientación familiar.
La decisión no fue fácil, porque implicó un cambio importante en su matrimonio con el empresario Juan Carlos Kantor; a diferencia de antaño, ya no siempre pudo estar disponible para acompañar a su marido en sus actividades.
“Entré al Carlos Casanueva y sufrí una crisis tremenda porque yo vivía en un mundo, en una especie de burbuja. Cuando empecé a trabajar en las poblaciones y vi todo lo que había que hacer por otros, sentí que tenía mucho por dar”, recuerda.
La historia de Patricia ha sido de permanente aprendizaje. Pasó literalmente de la casa de sus padres a un hogar en Frankfurt sin saber cocinar, ni lavar, ni comprar carne. “Conocí a mi marido a los 14 años y cuando tenía 17 él decidió partir a Alemania. Le dije si te vas, yo no te espero porque sé que allá vas a encontrar una alemana, así que nos casamos dos lolitos”, cuenta risueña.
Esa experiencia de dos años y medio fue muy enriquecedora para la pareja, cuestión que les permitió sortear, al poco tiempo de regresar a Chile, la muerte de su primer hijo, a los pocos días de nacer. “Eso me dejó muy mal; descubrí que tenía Rh negativo por lo que todos los otros niños los tuve que esperar en cama”.
Cuando decidió estudiar, sus hijos eran pequeños –la mayor, Pauline, una preadolescente- pero aún así no dudó en dar el paso. “Les dije que fueran lo que fueran en la vida los iba a querer, que nunca tuvieran duda de mi amor y me lancé”.
-¿Cómo fue ese proceso?
“Siempre he tenido una gran cercanía con ellos, nos decimos lo que pensamos, y ser orientadora me ayudó muchísimo para ser una buena mamá. Uno intenta hacerlo bien y creo que igual tienen muchas críticas hacia mí. Lo único que puedo decir es que les di todo mi amor y obviamente, han visto como he amado a mi marido. Eso ha sido un buen modelo”.
-¿Cómo se hace para llevar 45 años de matrimonio?
“Mira, me he elaborado mucho, he hecho psicoanálisis, he trabajado mucho en mi persona y mi marido también. Obviamente, las cosas entre nosotros son muy claras, no hay dobles mensajes y creo que hay un tema de tolerancia, buen humor, aprender a perdonar y tener voluntad de amar que tiene que estar presente.
“Uno se la tiene que jugar para que el matrimonio salga adelante porque después los hijos se van y uno se queda sola”.
-¿Sentiste el nido vacío?
“Bueno, por suerte tenía un trabajo. Mi marido me considera trabajólica, pero yo creo que soy entretenida, porque si no tuviera algo que hacer no tendría qué contarle. Yo lo admiro y todo lo que tengo en la fundación es por su apoyo, pero otro lado, me perjudica porque la gente dice bueno, si pa´eso la ayuda el marido, pero esto no es mi hobby y quiero salir de su alero y ver gente involucrada”.
Descendiente de rusos por lado de madre y padre (Pupkin Ratinoff), la II Guerra Mundial no sólo golpeó fuerte a su familia sino también a la de su marido, cuyos padres debieron arrancar de Checoslovaquia.
A los 62 años, busca en esa historia familiar, mucha de la fuerza para desarrollar su trabajo y también para ser una abuela presente en la vida de sus 11 nietos, aunque advierte que su vida no gira en torno a ellos, porque no siempre están disponibles y “cuando parten, se te produce el segundo nido vacío”. Aún así, los domingos son sagrados, ocasión en que les prepara sus comidas preferidas.
Es en esos momentos cuando recuerda, a petición de uno de los más chicos, la forma como conoció a su marido. “Me costó mucho conquistarlo; partimos pololeando y al mes me pateó, entonces yo le dije que me diera otro mes y así nos fuimos, hasta que como a los 5 meses le comencé a gustar. Ellos no pueden creer que este tata no quisiera estar con la abuela”.
Esas historias, tan propias de los adultos mayores –se ríe ella- también las han plasmado en otra tradición: escribirles en todos sus cumpleaños una carta en donde expresan los sentimientos y momentos que viven con cada uno. “Es donde le decimos que los amamos en forma incondicional”.
A su vida familiar, suma sus encuentros con amigas y se deja otros espacios para el bridge y los viajes con su marido.
-¿Qué le parece a tu marido tener en la casa una asesora en geriatría?
“No soy profesora con él, pero a veces me pasa que le comento cosas como ves lo importante que es no andar manchado que es algo que le pasa a los adultos mayores porque ya no ven” (entre risas).