Trata, en lo posible, de llegar todos los días a su oficina –en pleno barrio Bellavista- en bicicleta. Se demora casi lo mismo que en auto y eso que parte en Américo Vespucio con Isabel la Católica. (Si alguien queda sin aliento, valga decir que antes lo hacía desde Peñalolén).
Cuando tiene que hacer trámites opta por el Metro, ‘la’ micro o el auto. Y su explicación es simple: “No soy una fundamentalista de la bicicleta”.
Pareciera que nada la estresa, pero su vida es tan normal como la de cualquier mujer que trabaja y tiene a su cargo una casa y dos niños.
Llegó a Chile en 1996, siguiendo a un chileno, Rodrigo Santa Cruz, con el que terminó casada. Ambos se conocieron en Montevideo, donde él había ido de visita, una visita que se alargó por varios meses cuando decidió quedarse para estudiar diseño.
Nacida en Paysandú, al norte de la capital por el río Uruguay (hoy centro de la polémica por la construcción de dos plantas papeleras que podrían contaminar sus aguas), toda su familia se encuentra en territorio oriental y por ello, su estada en Chile arrastra permanente nostalgia.
-¿Alguna vez te imaginaste trasplantada?
“Cuando era más chica sí, después, en la Facultad, me planteaba ir a estudiar algo afuera porque mi papá es italiano y pensaba que podía viajar a Italia, pero era una idea. No me hubiera venido acá sola, así como venir a Chile a probar, no”.
-¿Cómo ha resultado el proceso?
“Para mí ha sido complicado porque somos una familia totalmente aclanada. Me acuerdo que la primera vez que vine, lloré todo el primer mes porque no me imaginaba no ver a mis sobrinos y a mi madre. Hablaba por teléfono con ella todos los días.
“Me costó harto, la verdad; uno cree que por ser latinoamericanos somos todos iguales y no; tenemos códigos bastante distintos y todo país tiene sus cosas buenas y malas”.
-Montevideo tiene un ritmo diferente al de Santiago; por estar al lado del mar, es más calmo.
“Exactamente. Santiago es estresante, muy estresante y me doy cuenta cuando voy para allá que, de repente, me cuesta bajar las revoluciones y asumir el ritmo de allá. Pero igual me gusta esa adrenalina. A veces pienso y si nos vamos a Viña u otra alternativa más tranquila, pero al final, Santiago -a pesar de las cosas malas que tiene como ser tan consumista- es súper interesante y tiene montones cosas para hacer, muchas áreas donde hay grandes desafíos”.
-Pero los chilenos tendemos a mirarnos en menos. ¿Estamos más cosmopolitas?
“Creo que sí. No sé, antes me llamaba la atención que acá no habían estos cafés donde uno se puede sentar sola, a leer un diario, no existía ese espacio y ahora hay lugares bien entretenidos y hay espacios donde la mujer puede ir sin andar ‘en busca de nada’. Como estamos bastante más parecidos Buenos Aires, Santiago y Montevideo, con sus diferencias, obviamente”.
A los 40 años, reparte su tiempo entre “Ciudad Viva” y un par de mellizos –Ema y Gaspar- de tres años y medio que le cambiaron radicalmente la vida y a los que trata de disfrutar a concho.
-¿Te ha sido difícil criarlos en una ciudad como ésta?
“Ehhhh… (lo piensa) Sí, creo que sí, pero soy de las que piensa que si uno está en lugar pasándolo mal, se tiene que ir o buscar como solucionar el problema, porque sino sería terrible.
“Mis hijos no tienen en Chile primos directos porque la única que tienen vive en Ginebra, y las por mi lado están allá. En Uruguay, por ser más chico, tienes muchas más redes de apoyo”.
-¿Más que en Chile?
“Es que mis suegros recién acaban de llegar, mi cuñada vive afuera, pero mi madre, mis hermanos, todos están allá.
“Además, en Uruguay la gente disfruta más los espacios públicos, no hay tanto miedo en llevar a los niños a andar en bicicleta al parque. Eso fue algo que siempre me llamó la atención, como que la gente es mucho más aprensiva de ir con los niños a las plazas; recién ahora ves que los padres salen con sus hijos en bicicleta en las ciclovías, como que se está perdiendo ese miedo y se disfrutando los espacios más en familia. La gente se está animando, saliendo para afuera y compartiendo más”.
Aunque le gusta leer, reconoce que termina el día tan cansada que en la quinta página ya se quedó dormida. Por eso, sus pasatiempos se han limitado a ir al cine, juntarse con amigos y salir a correr.
-¿Cómo es esto de ser madre de mellizos?
“Ha sido genial, lo volvería hacer de todas maneras”.