Es difícil definir a Fernando Solabarrieta Chelech, porque, aunque es tremendamente autosuficiente, no suena soberbio; al contrario, es original, comunicativo y con un gran sentido del humor. Es divertido ver cómo se quiere a sí mismo y lo orgulloso que está de él.
También es vanidoso y regalón; pero ¡ojo! a no equivocarse, pues es una actitud casi infantil, de la que está perfectamente consciente y reconoce entre risas, casi avergonzado, como niño pillado en falta. Descarado, tal vez, pero muy simpático.
Nació el 18 de diciembre de 1970 en la austral ciudad de Puerto Natales, como se ha encargado de hacer saber a los cuatro vientos, porque la quiere mucho y debe volver a ella con frecuencia no sólo porque allí viven sus padres, sino porque es como el oxígeno para su vida.
El mayor de tres hermanos, se reconoce muy exigente consigo mismo y con escasa tolerancia al fracaso; tal vez por eso mismo, una vez terminado el colegio, y a pesar de sus buenas notas (tenía promedio 6,8 de los cuatro años de enseñanza media), se matriculó inmediatamente en una universidad privada, porque quería olvidar que su puntaje en la P.A.A. no le alcanzaba para postular a la Católica o a la Chile, únicas universidades tradicionales que en ese tiempo impartían periodismo.
-¿Por qué periodismo?
"En mi época, elegías en tercero medio entre científico o humanista; yo tenía súper buenas notas por lo que mi papá se ilusionaba con la posibilidad de tener un médico en la familia o un ingeniero civil. Pero a mi me gustaban otras cosas: la historia… las letras, así que me incliné por lo humanista ¡Tenía 15 años, no sabía bien lo que quería!
"Ahora, cuando ya opté por ese camino, mi padre encontraba que el mal menor era ser abogado. No sé si por llevarle la contra, en esta herencia genética vasca, decidí estudiar periodismo. Creo que una decisión tomada tan chico que, además, marca tu vida, debe tener un porcentaje de acierto ínfimo…"
-Pero le achuntaste ¿o no?
"Creo estar entre ese porcentaje y se lo agradezco mucho a Dios. Acierto pleno".
-¿No entrar a una universidad tradicional te marcó?
"Tal vez fue el primer gran fracaso de mi vida; yo soy de esos chicos que nunca perdió nada, que era el mejor alumno, el mejor compañero, el mejor deportista. En la prueba de aptitud –que me la tomé con andina- fue la primera vez que me saqué un poco de presión de encima, porque siempre fui un tipo que me obligué a ser el mejor en todo.
"Como no me fue tan bien (690 puntos ponderados y las tradicionales cortaban en 720) quise estudiar ya y no hacer un preuniversitario como quería mi padre. Nunca he podido manejar muy bien el fracaso y sentía que había fracasado".
-¿Nunca pensaste que tenías el handicap de venir de un colegio de provincia, bastante aislado?
"Mi colegio no está dentro de los 500 mejores de Chile, pero ¡qué te preocupai! (risas) A mi, tan mal, no me fue en la vida. Ésa es apenas una referencia.
"Yo digo que, de pronto, las enseñanzas en los colegios tienen mucho más que ver con una cuestión social que académica; es decir, si hay algo que yo le agradezco a mi colegio no es saber y restar, es haberme relacionado como me relacioné con mis compañeros de curso. Gente a la que adoro hasta el día de hoy que, habiendo terminado la enseñanza básica el '83, 23 años después tengo pleno contacto con ellos. Gente, además, muy distinta a todo lo que uno pueda llegar a conocer en el medio en que me encuentro, porque son personas muy humildes que no tuvieron ocasión de seguir estudiando y son obreros de la construcción, temporeros, mineros o pescadores".
Estudió la básica en Puerto Natales, pero al pasar a la media debió trasladarse a Punta Arenas a vivir con unos tíos, porque en su ciudad no había liceo, sólo uno politécnico. Solabarrieta explica que únicamente cinco de sus compañeros se fueron con él; los demás, una gran mayoría, no siguió estudiando y empezó a trabajar ya a los 14, 15 años. "Esa vivencia es invaluable (recalca la palabra); creo que una de las más grandes enseñanzas de mi vida es haber compartido con ese nivel de gente… ¡una maravilla!, la gente que más quiero hasta hoy día. De los valores más fuertes, de los principios más incontrarrestables… son ellos".
-¿Tanto así?
"Nos encontramos hoy día, 23 años después, cada uno en lo suyo, pero son tipos a los que les digo
hermano, me pasa esto y hace 10 años que no hablo y el tipo es capaz de sacarse un brazo por dármelo. Todo eso para mí tiene un valor mucho mayor que si el colegio te pavimentó el camino para entrar a ingeniería civil o no".
-¿No pensaste en ser futbolista?
"Me habría gustado… es un tema. Me habría gustado mucho jugar al fútbol, pero venía de un lugar donde no había posibilidades; hoy es difícil emerger de allá, imagínate hace 20 años; había que ser extraordinario como Mario Galindo, Honorino Landa y Víctor "Pituco" Bórquez".
Cuenta que cuando este último murió, un grupo solidario de futbolistas fue a jugar a Puerto Natales para ayudar a la familia. Estaban concentrados en el único hotel de la ciudad y, gracias a que su hermano era "un rubiecito chico, hermoso", llamó la atención de Pato Yáñez, quien les pidió algo para leer desde la ventana. Solabarrieta padre era el librero del pueblo, así que la petición fue fácil de cumplir. Subieron a la habitación del ídolo sin imaginar que, tiempo después, el niño de 11 años se convertiría en compañero de labores del futbolista.
A pesar de que no llegó a los equipos profesionales, Fernando jugó por mucho tiempo a la pelota. Estuvo en el Mundial infantil del '87, "donde fui segundo goleador del campeonato en un equipo sin pretensiones; el ganador fue campeón, jugó más partidos que yo". El '93 participó en un Nacional adulto de fútbol amateur y "ahí me retiré".
-Parece que fue difícil decidir, porque te emocionas al recordarlo.
"La pena, la angustia que me agarró terminado ese campeonato, porque sabía que estaba a punto de recibirme de periodista y que no podía seguir, que se acaba el fútbol para mí en ese nivel, que no era profesional, pero altamente competitivo. Estuve botado en una cama tres días sin poder levantarme, muy, muy amargado.
"Pero mi opción fue mucho antes, el '88, cuando llegué a Santiago; tenía 17 años y me fui a probar a la Unión Española y ahí estuve tres meses. A esa edad tú tienes que ser muy bueno o ya haber hecho todo un proceso de inferiores que yo no tenía; entonces no pasó nada… Fue un tema para mí, tanto que a mi hijo, que es fanático del fútbol, lo voy a apoyar. A lo mejor tampoco va a llegar, pero voy a darle la posibilidad de intentarlo y no poder… yo me quedé con esa espina, a esa edad que me vine ya no se podía".
-Y en la universidad ¿cómo te iba?
"Muy bien, ya había agarrado una onda. Después de haber sido alumno picado modelo; en la universidad me gustaba la joda; tengo facilidad, entonces estudiaba lo suficiente y tenía notas muy normales en lo académico, pero en los ramos prácticos era el mejor o me iba muy bien, no sé si el mejor".
Si bien era fanático del fútbol, su opción no era ser periodista deportivo, porque los profesores le decían que alguien con tan buenas notas como él debía optar por un ámbito "más duro"; por eso, postuló a la práctica profesional en prensa de TVN. Por alguna razón que desconoce, su currículo no llegó; cuando fue a preguntar qué había pasado, "el clan Magallanes (Marcos Salazar y otra gente de Punta Arenas) me preguntaron si me gustaría hacer la práctica en 'Zoom deportivo', que para mí era un sueño".
Así comenzó su carrera en el canal donde lleva casi 15 años, además de varias experiencias en radio y en el canal Fox. "La vida me dio la oportunidad, casualmente, de probar en lo que yo más quería; entonces dije
No, pruebo en la práctica y veo si los profesores tiene o no razón, y ¡me quedé!", dice.
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