Creen en Dios y en Cristo, pero no se pierden el horóscopo de diarios y revistas y si tienen la oportunidad consultan el tarot. También creen que el "mal de ojo" existe, aunque jamás le pondrían una cintita roja a su guagua para "protegerla". Según la encuesta El Mercurio Opina sobre el perfil religioso de los chilenos, más de un tercio de los encuestados entre 18 y 29 años reconoció creer en estas ideas alternativas, incluso en una cifra mayor al resto de la población.
Francisca Allende es parte de este grupo. Tiene 29 años y se acercó al tarot por su mamá y su hermana. Fue criada en la tradición católica, pero está alejada de los ritos y desde que salió del colegio que no habla con un sacerdote. Sus preguntas prefiere hacérselas al tarot: "Consulto las cartas buscando orientación. Por ejemplo, si tengo dos caminos a seguir, quiero saber qué obstáculos me voy a encontrar en cada uno".
Para quienes estudian fenómenos sociales, que un tercio de los jóvenes chilenos prefiera caminos "alternativos" para buscar crecer en la vida es un reflejo de que las instituciones que tradicionalmente les ayudaban ya no cuentan con su confianza.
"Ellos están en crisis con la institucionalidad. Y este tipo de encuesta revela que una parte de los jóvenes está buscando respuestas sobre su sentido de vida por otras vías", opina Alexandra Obach, antropóloga del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (Cieg) de la Universidad de Chile.
Pasar por cedazo
Una búsqueda en la que caben tanto tradiciones chilenas (como el mal de ojo o los brujos) y creencias de otras culturas, que los mismos jóvenes reinterpretan según su experiencia.
Macarena Córdova une a sus racionales estudios de Derecho el interés y gusto por lo esotérico. Comenta que con el mal de ojo tiene una ambivalencia: no cree que exista tal cual como lo comentan las abuelas, "como que se puede 'ojear' una guagua", pero sí cree que existen "las energías negativas y la maldad de la gente".
También tiene certeza en la existencia de los brujos y sus acciones. "Yo soy testigo de magias, porque he visto a personas de un día para otro, así literalmente, perderlo todo y sin ninguna explicación lógica".
Ella también tiene talismanes en su pieza con los que se siente protegida. "Yo soy cristiana y no creo que sea hereje por todo esto", comenta, tocando otra característica de esta búsqueda juvenil: su sincretismo.
"Hacen una síntesis de dos ideas que pueden resultar muy distintas, como es creer en Dios y en Cristo, pero también en el tarot, los amuletos y el horóscopo", dice Raúl Zarzuri, sociólogo e investigador en temas de juventud del Centro de Estudios Socioculturales (Cesc).
Y lo hacen, agrega, usando mucho de su sentido común, es decir, pasando filtro por lo que escuchan. Una impresión que Yanette Reyes confirma. Tiene 29 años y a los 20 comenzó a acercarse a prácticas esotéricas. "Me han pasado cosas bien locas en la vida, inexplicables. Y el tarot me ha ayudado a encontrarle una explicación a eso. Pero lo que me dicen las cartas lo paso por cedazo. Hay que saber hasta dónde creer e involucrarse".
Por último, la antropóloga y el sociólogo añaden otro aspecto que queda claro con los testimonios: las mujeres son más dadas a acercarse a este tipo de creencias. Raúl Zarzuri opina que es porque, en general, tienden a creer más que los hombres, mientras Alexandra Obach agrega que "estas prácticas entienden a las mujeres de manera más integral que las instituciones tradicionales y eso a ellas les atrae".
Humberto Lagos, doctor en Sociología y experto en temas teológicos, mira con cierto recelo estas creencias. "Los jóvenes no están ejerciendo una mediación analítica de estas creencias, que les llegan a través de los medios de comunicación en un envase de postmodernismo".
Su principal riesgo, advierte, es que muchas veces son mal ocupadas por personas que lucran y se aprovechan de la vulnerabilidad de otras. "Además, la creencia en estas cosas mágicas deja a muchos vulnerables ante grupos como las sectas, que también ofrecen responder a sus preguntas y llenar los vacíos de afectos que muchos de estos jóvenes tienen".
Alexandra Obach no mira estos conocimientos con sospecha, al contrario. "Son creencias igual de válidas que las oficiales y que los jóvenes toman y pasan por un filtro. Son un elemento más que toman para estructurar su propia explicación de lo que les pasa".