Casado con Valerie, productora de moda y decoración de revistas, tienen tres hijos; dos varones nacidos en Francia, hoy unos adolescentes, y una pequeña de 6 años, chilena.
“Ella (Valerie) trabaja ahora para mí” dice, ni corto ni perezoso. “Es decoradora, hace toda la decoración de los eventos, la ambientación de los banquetes en Espacio Riesco”.
Feliz con su permanencia en Chile, asegura que estar criando a su hijos en Chile ha sido mejor, “de todas maneras”, en muchos aspectos. No sólo porque pueden vivir en casa con piscina y no departamento, como en París, sino que viven cerca del colegio y se evitan los tacos.
“Es mucho mejor la calidad de vida. En París, yo me acuerdo cuando los niños iban al jardín toda la mañana y pasaban en la lluvia, el frío, el antibiótico, el pediatra. El clima parisino es espantoso, allá tienes dos meses de verano y muchas veces llueve (se ríe)”, recuerda.
Y agrega: “Santiago es una ciudad mucho más respetuosa de los niños. En Francia, tú llegas a un restorán con niños y te echan, señor, aquí no se aceptan niños, en cambio aquí el niño es rey, se tiene hasta sillas para ellos”.
-¿No es un handicap en contra que seamos, todavía, poco tolerantes y discriminatorios?
“No lo veo así. Depende, porque hay varios Chiles. Lo que planteas es una visión general del país, pero uno se mete con la gente que quiere estar y mis amigos chilenos no son así. Son gente abierta, que ha viajado, que ha vivido afuera. No tienes que ser amigo de todos”.
“Uno vive en un país con 15 millones de habitantes, pero con 5 parejas de amigos estás feliz, eso es lo que necesitas, porque entre tu familia y tu trabajo, con cinco uno se maneja”.
-¿Nos encuentras muy machistas?
“No tanto. Los chilenos como que se deprecian, hablan mal de ellos mismos… Creo que la sociedad chilena ha cambiado mucho en 10 años; mira el look del vocero de Gobierno, Lagos Weber, súper taquillero, Presidenta mujer. Chile en ese sentido es de vanguardia, yo no sé si en Francia pueda salir una Presidenta mujer, ellos son muy conservadores.
“Yo estoy mucho con jóvenes, mi hijo mayor me trae amigos de 15,16 años, y veo que la sociedad está abierta”.
-Pero acá la mujer todavía cumple mucho el rol de mamá y los maridos no colaboran.
“Sí, pero en todas las sociedades existe este lado tradicional. En Francia también hay, está el marido que toma en la casa mientras la mujer hace todo, y él le pega (se ríe). Eso existe en todas partes, más en el segmento menos desarrollado, pero en el ABC1, con más mundo, no creo que sea así”.
-¿Y tú tienes algún rasgo de machismo?
“¿Yo? Yo soy un poco machista. Mi mujer me dice que lo soy, porque yo creo en esta visión del mundo en que el hombre es la persona fuerte de la familia, el proveedor que trae los ingresos. Siempre le digo a mi mujer yo traigo la plata y tú la gastas, o sea, somos muy complementarios y ella me dice tú eres machista, pero lo digo en buena forma.
“No soy un machista malo, soy un machista bueno. Ponte tú, me encanta que cuando estoy con un grupo de amigos -después de un partido de golf, tomando la cerveza- que las mujeres nos traigan algo pa´ comer, pero simpático. Es más por juego, porque con mi pareja tengo una muy buena relación”.
-En tu casa, ¿tú cocinas?
“Yo lo hago, pero no sé como está hecho el interior del lavavajillas, de repente mi mujer me dice que tengo que lavar porque es domingo y no hay empleada, pero yo no hago esa cosa, no me gusta. Entonces busco un arreglo con ella y le digo te propongo lo siguiente, yo voy a barrer las hojas en el jardín y tú te encargas del lavavajillas, ahí nos arreglamos (se ríe). Soy pésimo para esas cosas”.
-O sea, tú ensucias.
“Oye, yo ensucio, dejo una cagada, las sartenes, las cuestiones… (entre carcajadas)”.
Presionado, reconoce que él cocina en ocasiones especiales porque la comida de todos los días para los niños la hace la empleada. “Este sistema, de tener empleada en la casa, es fantástico porque no tenís que pegarte las latas”.
Como buen deportista, Chile le da múltiples posibilidades para practicar todo tipo de actividades: golf, pesca, andinismo, sky, mountainbike, voleibol en la Alianza Francesa, con los padres de los compañeros de sus hijos, todos los miércoles en la noche. “Necesito mucho deporte, es parte de mi equilibrio biológico”.
Además, con sus amigos se juntan todos los jueves y van al teatro, después a comer y conversar. “Hacemos una vida urbana como en París”.
-¿Ser francés te ha jugado malas pasadas?
“¿Con las mujeres? Inicialmente mi mujer estaba muy asustada con el Le Fournil porque veía como todas las mujeres estupendas de Chile se iban a sentar ahí y yo era el metre. Ella me decía oye, tú estás como muy desprotegido, pero yo tengo un instinto de sobrevivencia y me puse altiro las (se pone las manos al costado de los ojos). Nunca me he metido con ninguna cliente de Le Fournil ni con nadie porque valoro mucho mi vida familiar, lo que tengo con mi mujer y mis niños. Soy un hombre fiel.
“Si…, no… hay tentaciones, la verdad es que… el franchute”.
-¿Las chilenas estamos muy lanzadas?
“Cada vez más (lanza una carcajada). No, el otro día una amiga francesa me decía que había estado en un partido de golf con otras chilenas y ellas le decían oye, el dueño del Le Fournil, que es buenmozo, es amigo tuyo, pero no me pasa nada, porque si no te vuelves loco”.
-¿Cómo somos las chilenas respecto de las francesas?
“No me gusta mucho generalizar, pero la francesa tiene un plus –si me lo puedo permitir- que tiene que ver un poco con esta cuestión de la cultura, en una conversación te hará una referencia literaria y eso encanta como hombre. Son más enigmáticas por eso.
“En cambio, si generalizo, a las chilenas las critico porque de repente las encuentro demasiado materialistas, que el auto, que la casa, que la nana, a veces escucho conversaciones que me parecen muy aburridas. Soy sincero contigo y tal vez esto me va a traer problemas”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
(Lo piensa largo rato). “Voy a dar una respuesta honesta, no te voy a inventar una cuestión.
“Mi vicio privado es vivir, completamente, en el anonimato total; que me tiren en un helicóptero y me dejen en un cerro solo, me gusta perderme, estar en lugar donde nadie me reconoce, por eso me gusta la naturaleza extrema y las aventuras como perderse en raid en la Patagonia, en el desierto de Arabia Saudita. Lo veo como vicio, porque es una necesidad profunda, volver a la vida primitiva”.
-¿O sea, tener que hacer relaciones públicas por tus negocios ha sido un costo?
“Sí, cuando estoy en los restoranes la gente me conoce; las mujeres me dice oye, tú vienes aquí para engordarnos. Pero, tampoco soy tan conocido, sería un poco pretencioso, soy un pequeño empresario gastronómico”.
-¿Ningún otro vicio?
“Uno de todos los días… un buen pan, un buen queso y un buen vino. Yo necesito casi todos los días eso, es realmente un vicio… me interesa mucho más que salir con las clientas del Le Fournil (entre risas)”.