Representa el pan, queso y vino francés en toda la extensión de la palabra. Y a que no, si nació en plena campiña del sur de Francia, ésa tantas veces vista en las películas y que evoca un paisaje bucólico de viñas y lecherías.
Avecindado en Chile desde 1997, Jerome Reynes, es uno más entre nosotros. No sólo habla perfecto el español –aunque resulta simpático el que aún acentúe mal algunas palabras-, sino que además se maneja a la perfección con todos los modismos, incluido el típico huevón que pronuncia con una “g” arrastrada.
Dueño de la panadería y restorán Le Fournil, también del CueroVaca, se estrenará en las próximas semanas en el negocio del arriendo de películas en DVD. Con un amigo francés que le siguió los pasos, abrirán, en junio, MovieBank y pretenden revolucionar ese mercado, tal como lo hizo años antes con el pan.
Nació en Aix, el corazón de la región provenzal francesa, y debido a los diversos trabajos que desarrolló su padre ingeniero, mutó entre distintas localidades durante su infancia. Como toda familia tradicional del sur, los Reynes tienen un terruño donde cultivan hasta hoy olivos y uva.
“Soy una persona de la tierra”, declara.
-¿Y qué te llevó a ser publicista en París?
“Estudié ingeniería comercial que tiene el mundo de las ideas y el de las cifras. Me di cuenta que era del mundo de las ideas, que soy creativo y entré a la publicidad por eso. De hecho, en mi agencia yo tenía un perfil bien particular; era comercial-creativo”.
-¿Por cuántos años estuviste en eso?
“Lo desarrollé por 15 años, siempre en París. Luego vendí mi agencia a un grupo internacional y seguí trabajando con ellos. En 1996 ganamos un premio y ahí dije
qué más voy a hacer. Y decidí cambiar de vida”.
-Un cambio bastante radical.
“Sí. No me sentía agotado, sólo soy de esas personas que creen que la expatriación no funciona si la razón para hacerlo es que tienes problemas, porque los problemas te los llevas.
“Tengo un amigo que se fue a Chile porque tenía problemas con su pareja y aquí se separó un año después. Cuando tú te expatrías tienes que ser muy fuerte; al contrario, si te sientes débil, perseguido, que no te va bien en el trabajo o el amor y te vas, tus problemas van a ser iguales o peores.
“Yo estaba feliz, tenía un trabajo súper entretenido, una agencia a la que le iba el descueve…”
-¿Pero era muy estresante?
“Lo era, pero no parte de eso mi deseo de aventura. No parte de un problema de estrés, sino de un tema más fundamental, filosófico. En publicidad siempre estaba vendiendo los productos de los otros, era una frustración y como ser ingeniero comercial, quería tener una actividad más de producción, que la marca y el producto fuera mío. Ése fue el chip”.
Todo lo anterior, derivó en que una vez llegado a Santiago, abrió junto a un socio la panadería Le Fournil, que rápidamente se hizo famosa por sus diversos panes con queso, tocino, aceitunas.
“A mi gustaba cocinar; soy un cocinero desde chico, un aficionado. En mi casa yo cocino”, explica.
-¿Lo aprendiste de tu madre?
“Mi padre, él me llevaba al mercado cuando estaba chico, me explicaba que los tomates más rojos no eran lo mejor, todas esas cosas. Todo en forma muy amateur.
“Cuando llegué, hice una cena para 50 personas en la embajada de Argentina donde serví un plato de conejo como chef. Ahora, hacemos para 2.500, pero no como cocinero, sino que como empresario”.
-¿Cuándo armaste las maletas, tenías en la mente un negocio de comida?
“Le dije a mi mujer
yo quiero ser empresario y como me fascina la gastronomía lo quiero ser en eso. Esa era la idea, bien clara, armar mi propio negocio. Pero Francia es un país muy segmentado, con mucha competencia y no era tan fácil pasarse de la publicidad a la gastronomía, porque todos los huevones iban a decir
este gallo es un publicista. Es súper complicado; te dejai caer en la gastronomía viniendo de la publicidad y te sacan la chucha.
“Por eso dije, tengo que irme a un país muy lejos y hacer gastronomía en donde nadie me va a objetar el hecho de que sea un ex publicista”.
-¿Y entrar en un nicho donde nadie te iba a competir, el pan?
“Bueno. Si llega un austriaco y pone una panadería dirían
qué está haciendo aquí, pero un francés calza (entre sonrisas). Hay una legitimidad, el ser francés para mí, aquí, era una ventaja. En Francia, ser francés no es una ventaja, es un honor, no más”.
-Después de estos años, ¿sientes nostalgias de París?
“En algunos aspectos es imposible no tenerlas. Es una ciudad donde caminas, con galerías de arte, cafés; ahora voy a París cada año, entonces puede trabajar mi frustración. Tengo mi familia, muchos amigos y cuando voy, lo paso increíble porque me junto con ellos en restoranes y conversamos de la vida y todo eso. Es una frustración manejable.
“Ahora, no hecho de menos el tráfico, la agresividad…
-¿Los turistas?
“Sí, bueno aquí hay menos, desgraciadamente, me gustaría que tuviéramos más”(con risa).
-A casi 10 años de llegar a Chile, ¿qué te gusta de acá?
“Creo que ya soy chileno, sí. Me gusta que a 10 minutos de mi casa puedo subir el cerro Manquehue y tener contacto con piedras, águilas, cóndores, lo encuentro pero increíble. Tengo una casa en Vichuquén, de madera, bien simple, a la orilla del lago y me demoro tres horas en llegar y empiezo a cortar leña, a cocinar, a pescar; esto es único. París no te ofrece esto; primero, para salir de París, no sé, a menos que tengas un helicóptero, te demorai tres horas por el tráfico”.
-Santiago está igual.
“No, ustedes no se dan cuenta de lo que tienen aquí, entrai a la Costanera Norte y ¡pum, pum!, en 10 minutos estai en cualquier lado. Esta cuestión es increíble. Aquí no hay nada de taco, París es una cuestión loca, podís estar una hora en tu auto sin moverte”.
“Siento que acá tú eres libre. La definición, para mí, de lujo, hoy en día, no es tener una grifería de oro, es tener espacio para ti. Mis amigos franceses que vinieron a Vichuquén no podían creerlo, en Francia llegan dos millones de personas a un lago y no puedes nadar”.
-¿Sientes que hiciste una pérdida en la parte intelectual, por la oferta cultural de París?
“Sí, tienes razón, pero yo no soy un persona tan intelectual, primero, hay que decir las cosas como es (con un gesto de humildad). Soy muy de deporte, soy un empresario, me gusta crear y leer, pero tú puedes leer aquí, no tienes que ir a París.
“Ahora, el consumo intelectual de ir a ver exposiciones y obras de arte, yo lo hago en Chile y también voy a Buenos Aires. No soy una persona underground, no voy a mentir”.
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