Herencia de soldadores
María de los Ángeles Ulloa, 1er. lugar
Autodidacta y nacida y criada en Llay-Llay, María de los Angeles aprendió su oficio jugando entre los fierros que trabajaban sus tíos, abuelo y papá. Y fueron justamente los contactos que heredó de su padre, los que le permitieron abrirse camino como independiente. Tenía 18 años y un hijo, Carlos, quien ha sido el verdadero motor de su trabajo.
Y esta microempresaria de 27 años, tiene dos facetas: una de soldadora industrial, que construye y arma las estructuras de galpones y restoranes, además de reparar cañerías. Otra como artista, que se dedica a las esculturas en fierro.
Apenas independizarse decidió que quería "desafíos grandes". Por eso, quizás, cometió errores iniciales, como aceptar trabajos para los que no daba abasto: "Había firmado un contrato que en 28 días debía tener listo, y me empecé a demorar. 28, 29, 30 días... Y me comenzaron a cobrar una UTM cada día extra. Al final completé 19 días más..." .
Pese a la decepción, decidió contratar un experimentado soldador y las cosas comenzaron a cambiar. "Se me abrió harto el camino, porque me dio la seguridad para moverme", pudo delegar; ella ponía los recursos mientra él estaba de punto fijo en la obra.
Pese a todos los problemas de capital que enfrentó, por las dificultades crediticias, está feliz de haber optado por el emprendimiento: "Está gatillando que personas como yo salgan del anonimato y tengan la oportunidad de ser grandes".
Con su premio de 4 millones de pesos, María de los Angeles potenciará su veta artística: espera construir un taller en el patio de su casa, ya que ahora trabaja en el de un tío. En él espera darles trabajo a más escultores y así concretar otro de sus sueños: instalar una plaza de artesanía al costado de la carretera.
Hacedora de ladrillos
Verónica Andaur, 2do. lugar
En medio de los bosques de Cauquenes, Verónica - de 42 años, rubia, menuda y muy femenina- hace ladrillos. Trabajo rudo y cansador, pero que sin embargo, le ha permitido tener una casa y educar a sus dos hijos adolescentes.
Partió en el rubro de la mano de su pareja, cuando éste aún trabajaba apatronado. El fabricaba los ladrillos y ella, todo el día agachada, se dedicaba a rasparlos. Mil ladrillos diarios...
Poco a poco le fue picando el bichito del emprendimiento, hasta que finalmente lo convenció de independizarse. "Sabía que trabajando para mí iba a ganar más. De que iba a ser difícil, sí; que se nos iban a presentar muchos obstáculos, también, pero si no nos arriesgábamos, siempre íbamos a ser unos apatronados".
Vendieron los cuatro caballos que le subarrendaban a su jefe para revolver la tierra, y se lanzaron. "Le dije: con esta plata vamos a comprar tierra, vamos a arrendar canchas, vamos a pagar agua y claro, la primera horneada nos va a salir difícil, pero la segunda será más fácil".
Han pasado ya 8 años, y a punta de ahorros, tienen desde un camión y un auto, hasta carretillas, palas, mangueras y una motobomba. Reconoce que no pidió créditos para microempresarios, sencillamente porque no sabía que existían.
Su herramienta fue el trueque: un camión de tierra a cambio de 700 ladrillos. Con los $ 2.500.000 de premio, aprovechará de comprar - " "en billetes- más insumos, para reducir sus costos y ampliar la producción.
Plantando en Río Ibáñez
Juana Vega, 3er lugar
Ha derribado al menos dos mitos en sus 55 años: que no se puede emprender en las aisladas zonas extremas, y que sin terminar el colegio se pueda seguir superando.
Porque Juana es de Río Ibáñez, poblado cerca del Lago General Carrera - "el más bonito de Chile"- , sólo llegó hasta 5º básico. Pero ha aprovechado cuanto taller y capacitación han llegado a sus lejanas tierras, "no me pierdo curso. He tenido de microempresario, para la sanidad de alimentos orgánicos, higiene", cuenta. De lo aprendido en uno de Indap y Prodemu, decidió dedicarse a su gran pasión: las plantas.
Hace siete años que a diario se instala en su vivero, realizando desde la cosecha hasta el traslado de las plantas a sus puntos de venta. Supermercados y restoranes de Coihaique hoy cuentan con sus productos, además de otros comercios de Puerto Aysén que también poseen sello de calidad, el que obtuvo luego de un proceso de tres años.
Juana quiere traspasar los límites australes y llevar sus productos fuera de la región y, por qué no, entrar a las grandes cadenas de supermercados nacionales. A su regreso espera invertir su premio de $ 1.500.000 en un secador para frutas que le permita ampliar el negocio... Además de asistir a un nuevo curso de de Prodemu, para dar otro paso en su carrera: sacar el IVA.