Cotizar en una AFP no está en los planes de Gastón Apablaza (26). Hace menos de un año se recibió de guitarrista de la Escuela Moderna, pero ya como alumno se ganaba sus pesos tocando junto a artistas como Kike Neira y Myriam Hernández.
Hoy este músico está abocado a la producción del primer disco de Sin Filtro, su grupo de rock con influencias de jazz.
"En eso se me va la mayoría de la plata, que nunca recibo de manera constante porque trabajo a honorarios. Si tuviera más ingresos, me haría imposiciones, pero aún soy joven, y en este momento busco consolidarme artísticamente", explica Apablaza.
En Chile hay alrededor de dos millones y medio de personas entre 20 y 30 años, de los cuales el 73% está afiliado a una AFP. Los 800 mil restantes, como Gastón, no realizan ahorros provisionales.
"No lo hago, por la irregularidad de mis ingresos, porque hay meses con mucho trabajo y otros con menos. Ni siquiera cotizo en una isapre", afirma la diseñadora Camila Balbontín (28).
Ella colabora de manera independiente para diversas empresas, diseñando sus catálogos comerciales y sus imágenes corporativas.
"Sé que es un gran error no preocuparme de la tranquilidad del futuro, pero simplemente las lucas no me alcanzan", añade.
El caso de Juan Pablo Fiedler (27) es el más común de los chilenos. Este ingeniero civil industrial está contratado por una empresa que mensualmente le hace las imposiciones que exige la ley.
Hace poco decidió evaluar la posibilidad de realizar un ahorro previsional voluntario (APV), opción que han tomado más de 23 mil chilenos entre 20 y 30 años. Sin embargo, confiesa que lo engorroso del sistema lo dejó mareado.
"Hay distintos productos según la institución con que contratas el APV. Si lo haces con la AFP, no trae servicios asociados, pero si lo tomas con una corredora de seguros te "enchufan" un seguro de vida. En una corredora de valores ofrecen más alternativas de inversión. Hay muchas opciones y eso ha retardado mi decisión", detalla.
Otro desincentivo para estas inversiones son los cobros de administración y comisiones que realizan las empresas, y que resultan significativos en una inversión a largo plazo.
Carolina Fuentes (28) se decidió por un APV después de ver la simulación que le hicieron en Larraín Vial, la misma empresa en que trabaja y donde contrató este ahorro adicional.
"Me costó tomar la decisión de algo tan poco tangible, y que implica sacrificar el consumo actual por un ahorro tan lejano. Pero pensé que después me iba a arrepentir si no lo hacía", explica esta ingeniero comercial que es parte del 3% de cotizantes veinteañeros que tienen un APV.
Dice que el esfuerzo mensual de destinar parte de su sueldo a un fondo de previsión ya lo tiene internalizado. "Es plata que borré de mi cabeza". Claro que en 30 años más verá sus frutos.