Nos recibe en “el capricho” de la tienda, el Atika Lounge, que se encuentra en el último piso de un moderno edificio en Vitacura. Decorado con sillones de cuero negro, mesas bajas y un bar, uno se pregunta qué tiene que ver un lugar así con una empresa que se dedica, principalmente, a la venta de artefactos y accesorios de baños y cocinas, además de revestimiento para edificaciones.
La explicación se encuentra en el “aggiornamiento” que vivió la empresa hace algunos años, cuando la crisis económica los hizo plantearse si seguir en el rubro o realizar una reingeniería y aventurarse en una mayor inversión. La decisión final, que comprendió la construcción de la ingeniosa y espaciosa tienda, les dio la razón, porque Atika es hoy líder en su segmento de mercado.
Parte importante de este proceso se relaciona con dos hijas del empresario fundador de la firma, Munir Khamis. Muriel y Maya se unieron al negocio familiar y hoy tienen a su cargo funciones claves: la selección de todo lo que se vende, la primera, y el marketing, la segunda.
Dueña de una sonrisa amplia y relajada, Muriel asegura que la idea tras el lounge era contar con un espacio donde poder recibir a los clientes de manera informal y, en medio de un picoteo o almuerzo liviano, presentarles los nuevos productos y conversar de los proyectos.
Directora de la empresa desde hace varios años, Muriel Khamis conoce en profundidad el negocio de baños, cocinas y revestimientos, y su experiencia le ha permitido develar algunas conductas de los chilenos que llaman la atención y pueden ser objeto de estudio sociológico.
“La idea nuestra es descremar, o sea, sustraer lo mejor, el buen gusto de todas las tendencias”, dice.
-¿Qué tendencias se imponen hoy? ¿Lo minimalista desplazó lo clásico?
“Lo clásico se da hoy -y es un poco la tendencia que asumen los arquitectos- por los materiales. Se usan materiales nobles, lo prioritario va a ser la nobleza de ellos y no necesariamente el diseño. En el caso de una casa sofisticada, se usarán mármoles naturales, piedras calizas traídas de Francia e Italia, pero el diseño no va a ser recargado, sino bastante depurado.
“Estamos en una renovación constante, independiente de que las líneas de algunos productos se pueden mantener por años. Y hay mucha innovación en los formatos –cada vez más grandes- más que en los colores, donde siguen de moda el beige, pero hoy se imponen los blancos y grises”.
-¿Chile está a tono con la vanguardia o vamos atrasados?
“Desde hace varios años nos hacen el comentario de que en Atika está lo mejor del mundo y son personas que viven en Europa y se codean con la créme de la créme del diseño y en mercados con mucho mayor poder adquisitivo que el que tiene Chile. Nosotros siempre hemos seleccionado el “top of the line”, traemos marcas que representan la punta de la pirámide en el diseño. Para mí es un orgullo, como chilena, poder traerlo, que esté en Chile algo a los 4 meses de haber sido lanzado en Europa.
“Estamos absolutamente a tono con la vanguardia, lo que falta en Chile –y que para mí es una cojera endémica- es cambiar el concepto de presupuesto apretado en la inversión de terminaciones”.
-¿Cómo?
“En Chile, el nivel de terminaciones que se hace es bajísimo y eso no pasa ni siquiera en nuestro país vecino, Argentina, que sí que ha vivido crisis. Lamentablemente, se ve mucho; tú visitas departamentos pilotos de Ñuñoa o La Florida y te encuentras con las mismas terminaciones de otros que están en Las Condes. Varía el valor por los metros cuadrados y el lugar donde están ubicados, pero si entras al detalle, te vas a encontrar con la misma cerámica o grifería.
“Acá se produce un fenómeno, que quizás tiene que ver con nuestra idiosincrasia, que es que se vea bonito de afuera y no importa lo que pasa de la puerta para adentro,
eso lo sabré disfrazar”.
Muriel no puede evitar señalar que lo anterior se da en muchas casas de La Dehesa, donde a pesar de los metros cuadrados construidos, la fachada y los autos último modelo estacionados en la puerta, las terminaciones son inferiores. “Uno no ve una concordancia entre la inversión realizada y la calidad de las terminaciones. Me ha tocado, en reiteradas ocasiones, ver productos de baja calidad en los baños de visita”.
“Si tu prorrateas por departamento el valor de un hall de acceso hecho, en vez de cerámica nacional, con piedra de granito, da un diferencial mínimo. Y el valor agregado que se le da al edificio es infinito porque es lo que le entra a la gente”, argumenta.
-¿Este problema está arraigado en los arquitectos y constructores o ellos sólo responden al mercado?
“Es un mix; hoy los arquitectos están más receptivos y entusiasmados con innovar en materiales; convencerlos no es difícil ni en términos estéticos ni técnicos, pero muchas veces la piedra de tope se encuentra en el presupuesto, porque muchas veces las constructoras e inmobiliarias se circunscriben a un monto y desean abaratar costos. El arquitecto quiere que su obra se luzca lo mejor posible.
“Se ha producido un cambio, sobre todo en el segmento alto, éste es cada vez más sensible al tema de la diferenciación, o sea, no tener las mismas terminaciones que un producto de menor valor. Se trata de ser más consecuente”.
-¿El error puede estar en que se asocia el tema de las terminaciones con el lujo?
“No, no se asocia al lujo porque los productos sofisticados que tenemos son muy sobrios, no son chocantes ni recargados. Tiene que ver con una mentalidad chilena de gustar aparentar para afuera y no ser consecuente con lo que se es por dentro”.
-¿Con austeridad no se relacionaría? Difícil si se tira todo por la venta en lo externo.
“Exacto, se está dispuesto a tener una tremenda casa, de muchos metros cuadrados, en un espectacular barrio, andar en el último auto de moda, posicionarse en ese nivel, pero no vestir tu casa en concordancia. Se mal entiende el ahorro.
“Aunque no quiero que suene hiriente, veo en ello mediocridad. Puedes poner un grifo que es un placer abrirlo porque no suena, no pierde el cromado y cuyo valor puede ser lo que te gastas en ir a comer una noche a un restorán; yo prefiero ahorrarme eso, pero no privarme de ese placer que te da calidad de vida en tus espacios”.
-¿Y con la sobriedad?
“Es una sobriedad mal entendida. No comulgo con el hecho de que la gente que realmente tiene un poder adquisitivo importante sea tan apretada en este tipo de cosas que son de su diario vivir. No estoy hablando de poner un grifo bañado en oro, que espante a todos porque
se volvió loco, mira como está botando la plata; no, estoy hablando de piezas de buena calidad que no son ostentosas”.
-¿Y cómo estamos en gusto?
“El chileno, en general, tiene buen gusto, no tenemos ese problema. Tenemos un gusto europeo y no enganchamos con productos muy recargados, marmoleados, que son más de países bananeros. Tenemos un gusto italiano y un presupuesto chileno”.
-Sigamos develando al chileno ¿en qué esta dispuesto a invertir más? ¿En el baño o en la cocina?
“Lejos en el baño y sobre todo en el de visita porque es el que la gente va a ver; también invierten en el baño principal, en cambio, se ahorra en el baño de los niños. Para la cocina buscan un determinado look, pero no se la juegan por hacerlo, necesariamente, con los mejores materiales.
“Nosotros tratamos de que no se produzcan grandes dicotomías entre un espacio y otro”.
Convencida de su posición Muriel pone dos argumentos sobre la mesa que validan la necesidad de destinar presupuesto a las terminaciones. La primera se relaciona con el hecho de que ello valoriza más la inversión; la segunda, con que los chilenos no tienen incorporado en su mentalidad el concepto renovación y por lo tanto, pasarán mucho tiempo con los mismos baños y cocina, sin remodelarlos.
“Si los vas a hacer para tus próximos 20 años, con mayor razón se hace imprescindible que sea de muy buena calidad para que no se deprecie”, insiste.
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