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Con olor a noche

Sin soltar el ron y el cigarrillo, sin dejar de piropear y coquetear, es todo lo que se espera de un galán. Le gusta el doble sentido y se ríe de buena gana dejando plop a sus interlocutores. Pero en el fondo…bien en el fondo… es, ante todo, un padre que adora a sus hijos y un hombre que evita el conflicto; tal vez por eso, sus tres mujeres son amigas entre ellas.

12 de Septiembre de 2006 | 08:51 |
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Tiene los ojos casi como una línea y el pelo mojado, largo, crespo y tomado en un medio moño; pareciera que viene recién levantándose, aunque son cerca de la una de la tarde. Hace un alto en las grabaciones de "Descarado" para conversar con Puntomujer.

Recién al conocerlo, parece un hombre tremendamente tímido y suave, pero, a poco andar, empieza a mostrarse el típico macho caribeño –tal como se imagina al prototipo- coqueto, piropero, con esa voz cadenciosa que tiene más olor a noche que a mediodía.

Es simpático y divertido; sin embargo, con esos ojos que se ríen solos, esquiva cuánta pregunta le molesta o no quiere contestar; lo raro, es que no lo dice así, pero se corre olímpicamente, cambia de tema o le lanza un piropo a la camarera. Así es él, cubano por donde se lo mire y con el ritmo en el cuerpo.

-¿Siempre quisiste ser actor?
"Siempre querer… es mucho tiempo… yo estudiaba ballet primero, desde lo nueve años hasta los trece. Después hice un casting para la televisión en Cuba y quedé. Así empecé, me cambié a teatro cuando tuve la edad, 15 años, no podía antes.
"Por eso, no sé si quise, se fue dando y me gustó".

-¿Y el ballet lo abandonaste?
"Sí, bailo en el carrete no más, ahora".

-¿Por qué ballet? ¿Te gustaba?
"No tampoco me gustaba. Llevaron a mi hermana a hacer la prueba para ver si quedaba en la escuela de ballet y, en esa época, estaban faltos de hombres las escuelas, por la típica fama de que todos los bailarines son maricones.
"En la escuela preferían que entraran hombres y me vieron a mí, cabro chico, que weviaba de aquí p'allá , saltaba de un lado p'al otro. Le preguntaron a mi padre –que era más machista que la cresta- ¿Y al niño no le interesa?, y él dijo Bueno, sí, ya y quedé yo, mi hermana no quedó".

-¿Y tu papá qué dijo?
"No, ni un problema. Fue raro, pero no se complicó".

-¿Y a ti te gustó?
"Era entretenido: harto ejercicio… además se estudiaba pintura, francés (todo era en francés), música".

-¿Era además o a cambio del colegio?
"Toda la mañana se hacía lo que era colegio y toda la tarde, arte: ballet, música, acrobacia".

Ese casting a los trece años fue para la obra "El príncipe y el mendigo" de Mark Twain, donde quedó a cargo de interpretar los dos personajes principales. Allí nació su vocación por el teatro.

El 19 de abril de 1990 llegó a Chile siguiendo a su primera mujer, la madre de la mayor de sus hijas, Carla, que se había ido al exilio con sus padres a Cuba.

Había un plan de reunificación familiar de Naciones Unidas, en el que la entidad pagaba los pasajes del exiliado y toda su familia para que volvieran a Chile. "Te daban hasta plata para el bolsillo. Así que mi ex mujer me dijo vamos, aprovechemos de conocer, y nos vinimos", explica. "Después la vida se fue complicando, nos separamos, tuve más hijos y aquí estoy".

-¿Cuál fue tu sensación al llegar a Chile? ¿Somos muy diferentes?
"No me gustan las comparaciones".

-Bueno, pero habrá algo a lo que le eches de menos de tu país.
"No soy muy de echar de menos. De aquí, me encanta el frío, por ejemplo, porque transpiro mucho. Me gusta el calor también, pero la transpiración es desagradable; me gusta dormir con frío".

-¡Más tapado!
"No con mucho peso, pero bien tapado; con frazadas y cosas ya me empiezo a ahogar".

Insiste en que no le gusta hacer comparaciones entre los dos países, pero que si de desventajas se trata, de Santiago no le gusta el esmog.

-¿Y la gente? ¡No me vas a decir que es igual!
"No… los cubanos son más extrovertidos, que no es mi caso… ¡espera que me tome unos tragos!, jajaja. Supongo que no esperabas que llegara bailando… ésa es como la imagen que tienen de los cubanos, que son gritones".

-¿Volverías a Cuba?
"Vuelvo cada vez que puedo; ahora en noviembre fui con mis cuatro hijos como de vacaciones".

-¿Y a vivir?
"Es que no tengo opción; mis hijos están aquí, mi trabajo, mi mujer. Tengo mi vida hecha acá, en Cuba no tengo nada".

Sus padres, sus hermanas, toda su familia vive en la isla todavía. Juan Falcón aclara que no se vino a Chile por problemas con la política imperante en Cuba, sino simplemente siguiendo a su primera mujer y para probar suerte.

-Entonces estás de acuerdo con la política de Fidel.
"Ah, entramos en la política de una. (No cambia la cara ni deja de pestañear coquetamente, pero se nota incómodo y hasta molesto) Creo que, como corren los tiempos, hablar de Fidel o de Pinochet, por poner la contraparte, es una lata, yo pienso que las personas no hacen las cosas, aunque influyen harto".

-Pero no puedes negar que Cuba casi es Fidel o al revés.
"Yo siempre he defendido harto a Cuba; allí nací, me crié, crecí y nunca tuve ni un problema. Por lo menos, no los problemas que tuvieron ustedes acá en dictadura. Entonces, si me ponen al uno y al otro… yo la pasé muy bien en Cuba.
"Yo comparo mi niñez con la de mis hijos. Ellos no salen mucho a la calle, no hay cómo ni dónde, y yo vivía en la calle, jugando con mis amigos y en la casa de los vecinos; creo que en ese sentido, como comunidad, Cuba es mucho más entretenida que Chile: el concepto comunitario es muy restringido aquí; allá, en cambio, conozco a todo el mundo en cuadras y cuadras".

Cuenta que estas vacaciones que viajó con sus hijos, ellos se acostumbraron rápidamente a esta vida de barrio, de casa de los vecinos. "Desde el mojón chico de cuatro años hasta la grande de 18. Para ellos era rarísimo… ¡es completamente distinto!", asegura.

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