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Cuando ya no hay deseo

Se suele atribuir al estrés o a la falta de comunicación dentro de la pareja. Pero la verdad es que el trastorno del deseo - la principal disfunción sexual de las mujeres- tiene causas mucho más complejas, aunque hay cada vez más modalidades de intervención disponibles. "Esto de que el deseo es arrebatador, espontáneo y de repente se apodera de uno es una mitología. Un alto porcentaje de individuos y parejas no lo viven así. Tienen que construir el deseo y para ello hay que construir espacios de intimidad", comenta el sicólogo Juan Yáñez.

03 de Julio de 2006 | 17:07 |
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En los últimos años, ginecólogos, sicólogos y siquiatras han observado el surgimiento de una tendencia que se ha expandido: cada vez más mujeres llegan a sus consultas preocupadas por su vida sexual. Algunas de ellas sufren de problemas asociados al dolor, como el vaginismo (espasmo involuntario de los músculos que rodean la entrada vaginal, impidiendo la penetración), o la dispereunia (dolor genital persistente, entorno a la relación sexual). Pero la mayoría llega porque ya no sienten deseo o muy poco de hacer el amor.

"El principal motivo de consulta en nuestra experiencia es el trastorno del deseo. Vemos consultar a pacientes de todas las edades, desde universitarias hasta mujeres de 50 o 60 años, ya en menopausia. Llegan mujeres que se definen como "no muy buenas para el sexo", y otras que siempre han tenido una vida sexual plena y luego vivieron un evento específico que marcó un antes y un después. No es un deseo que se pierde de la noche a la mañana, sino que es una disfunción que se va instalando paulatinamente, de manera insidiosa y lenta", cuenta Sandra Ahumada, sicóloga de la Unidad de Sexualidad Humana el Departamento de Ginecología del Hospital Clínico de la Universidad de Chile.

Alrededor del mundo las disfunciones sexuales femeninas parecen ser un mal que acecha a cada vez más mujeres. Distintas investigaciones indican que en Estados Unidos estas dificultades afectan al 43% de la población femenina, y en Europa y Asia la cifra varía entre 25 y 63% según los estudios. En Chile, no existen estadísticas precisas, pero algunas investigaciones indican una prevalencia de estos trastornos en el 50% de las mujeres.

"Este es un trastorno serio de la sexualidad, porque lo que se pierde ahí es una serie de repertorios de interacción erótica y, además, se generaliza a otras áreas de funcionamiento de la pareja como la cotidianidad y la intimidad. Es el trastorno de la sexualidad más grave, pero el más solapado. Uno podría pasarse la vida con esa dificultad, porque puede integrarse a una vida normal y saludable si no hay una demanda por parte del marido. Pero cuando hay diferencias en la demanda sexual en la pareja surgen problemas importantes", explica Juan Yáñez, doctor en sicología y terapeuta de pareja en la unidad de terapia sexual de la clínica de atención sicológica de la Universidad de Chile.

Otro elemento que explica lo complicado que es este trastorno tiene que ver con el hecho de que, a diferencia de lo que se cree, no se debe sólo al estrés de la vida moderna o a problemas de comunicación dentro de la pareja. Aunque éstos puedan influir, la disfunción del deseo suele tener múltiples causas más que no son siempre fáciles de detectar. La doctora Patricia Aliaga, ginecóloga, quien trabaja en conjunto con Sandra Ahumada en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile y organiza con ella talleres para el deseo femenino, distingue las causas físicas de las sicológicas e insiste en que muchas veces éstas se cruzan. "El deseo nunca es estático o igual en intensidad. Tiene ciclos circunstanciales, hormonales, personales, de relación de pareja. Entonces cuando hay un trastorno hay que ir barajando los distintos elementos que existen, porque causa única no hay", asegura.

A través de sus años de experiencia, Aliaga y su equipo han identificado cuatro tipos de factores: los biomédicos; los predisponentes, que tienen mucho que ver con la educación recibida; los precipitantes, que corresponden a acontecimientos específicos que le ocurren a una mujer, y los de mantenimiento, que son los que hacen que la disfunción se mantenga en la actualidad.

1. Los biomédicos

Son las causas propiamente físicas del trastorno del deseo. Van desde enfermedades hasta eventos intrínsecos al ciclo vital de la mujer. Entre estos factores, el más frecuentemente nombrado es el uso de algunos medicamentos, especialmente ciertos antidepresivos y ansiolíticos que pueden provocar una disminución de la libido. La dificultad está en que el trastorno se puede arrastrar si el uso de esos fármacos ha sido largo. "No es que uno deje de tomarlos y se pase. No siempre se resuelve fácilmente porque los repertorios sexuales son basados en el aprendizaje, en el modelo y en el estado de las relaciones interpersonales, entonces si éstas dejan de funcionar durante un tiempo prolongado, cuesta retomarlas. Siempre uso la metáfora de la bicicleta. El sexo es igual: una vez que se aprende no se olvida, pero uno puede disfrutarlo más o menos, así como uno no pedalea igual si está en peor o mejor estado físico", explica el terapeuta sexual Juan Yáñez.

De la misma manera, algunas enfermedades como los trastornos endocrinos (problemas de la tiroides, diabetes, etcétera), renales o cardiovasculares inhiben la libido. "Son patologías que pueden provocar disfunciones orgánicas del deseo, pero éstas también se contaminan con factores sicológicos y se potencian. Si no se conocen los efectos de la enfermedad, se vive con mucha angustia y la disfunción se posiciona con más fuerza: aparece una baja de la autoestima, depresión, obesidad. Es un círculo", explica la doctora Aliaga.
¿Qué pasa con los hombres?
Una de las características de los nuevos tiempos es que las mujeres se sienten con el derecho a reivindicar una sexualidad plena. Por eso, consultan cada vez más cuando se sienten frustradas. Sin embargo, aunque las disfuciones sexuales sean, según investigaciones científicas, más frecuentes en las mujeres que en los hombres, recientemente han aparecido nuevos estudios que muestran que ellos también son víctimas de trastornos del deseo. "Las disfunciones del deseo masculinas son igual de complejas que las femeninas. No se deben únicamente al estrés", dice la sicóloga Sandra Ahumada. Para el sicólogo Juan Yañez, por su parte, la frecuencia de estos trastornos tiene que ver, en parte, con la cultura actual. "Atendemos a parejas jóvenes y las mujeres se quejan de lo poco hombre que son los hombres. En este mundo postmoderno hemos desperfilado demasiado el rol masculino del femenino y eso afecta definitivamente el deseo", dice. Agrega además, que así como la mujer siempre corre el riesgo de refugiarse en la maternidad para alejarse del erotismo en pareja, el hombre lo hace con su trabajo. "Ambos caen en la tentación de dedicarse a lo familiar o lo laboral y de descuidar la intimidad".

Otras causas físicas tienen que ver con los ciclos hormonales de la mujer. En el climaterio, las mujeres experimentan muchos cambios físicos que pueden provocar una alteración del deseo sexual, debido a la alteración de los niveles de estrógenos y andrógenos o a una falta de lubricación vaginal debido a la disminución de la irrigación sanguínea que ocurre en esa etapa de la vida. A eso se suman dificultades sicológicas, como la compleja aceptación de los cambios del cuerpo y del envejecimiento. "En general, cuando va cambiando el cuerpo nos vamos enrabiando también. El no reconocimiento de lo positivo del cuerpo nos puede alejar del deseo porque no nos sentimos deseables, atractivas para el otro", dice Aliaga.

La menopausia, sin embargo, no es el único momento en que el deseo disminuye. Eso también ocurre durante la lactancia, cuando aumenta la presencia de la hormona prolactina que inhibe el deseo. Aquí, nuevamente, es importante estar informada sobre el tema para no vivir ese proceso con angustia, lo que suele prolongar la disfunción.

2. Los factores predisponentes.

Tienen que ver con la historia personal y más precisamente la infancia y la adolescencia. Factores como una educación represiva, malas relaciones familiares, una educación sexual inadecuada o primeras experiencias sexuales traumáticas, pueden llevar al niño(a) a ser más propicio a desarrollar una disfunción en su edad adulta. "Eso ocurre muchas veces con las personas que crecen en una familia en que los padres son muy rígidos cuando enfrentan el tema de la sexualidad, y también frente a la relación con el propio cuerpo y la disposición al disfrute en general. Vienen de familias en que se relaciona siempre la sexualidad con lo negativo, la culpa, la vergüenza. Son familias tremendamente centradas en la norma y el deber", dice la sicóloga Sandra Ahumada.

Eso es válido tanto para hombres como para mujeres, pero, según el doctor Yáñez, las dificultades pueden ser mayores en las niñitas, debido a la cultura que aún predomina. "Las mujeres todavía son más fuertemente objetos de represión sexual, porque se supone que no tienen que quedar embarazadas y sigue vigente el tema de la virginidad. Sobre ellas recaen demasiadas intenciones de represión con ideologías, pensamientos, ideas irracionales y distorsiones muy fuertes. Por lo tanto, aparece una mirada más neurótica de la sexualidad tanto propia como por parte de los demás", dice.

3. Factores precipitantes

Se trata de eventos específicos que gatillan la disfunción. Son múltiples y variados: pueden incluir, entre otros, la aparición de una enfermedad o de un accidente importante, los tratamientos de fertilidad, muchas veces desgastadores para la pareja, las infidelidades u otros conflictos de pareja no resueltos, la emergencia de un cuadro depresivo y ansioso o la disfunción sexual de la pareja. Uno de los factores precipitantes más frecuentes, sin embargo, es el nacimiento de un hijo. "Hay todo un proceso de cambio de la sexualidad durante el embarazo. Es un período en que se produce una revolución hormonal y las mujeres tienen distintas formas de responder. Además, después viene este niño que de alguna manera altera el binomio de la pareja. Hay un tercero que incluir de manera armoniosa en esta nueva relación. A eso se suma que la crianza le demanda a la mujer una gran energía y ésta desdobla su papel de madre y de amante, privilegiando el de madre", explica Aliaga.

Yáñez concuerda: "Hay que estar muy alerta a esta hipervalorización de la maternidad. Muchas veces las mujeres confunden el rol de pareja con el de madre. Después de quedar embarazadas, se dedican a la crianza y les cuesta mucho retomar la sexualidad. Tienen una fragilidad del deseo y finalmente este termina por extinguirse. Además, muchas veces la maternidad representa un refugio para evitar enfrentar lo doloroso que significa el no ser tan eficiente en el área de la sexualidad". El sicólogo agrega que en esas mujeres también influye la ideología familiar. "Hay familias que tienden a reprimir el deseo, el goce y a inclinarse más bien por el deber. Eso facilita después la aparición del deber ser madre", dice.

4. Los factores de mantenimiento

Son los que sustentan los problemas sexuales en la actualidad. Incluyen factores personales, como la ansiedad de rendimiento, la anticipación de fracaso, la culpabilidad o el miedo a la intimidad y factores de pareja como los problemas en la comunicación sexual y afectiva, el deterioro de la relación o la falta de juego erótico. Uno de los elementos que los especialistas más destacan en esta categoría de causantes son los mitos en torno a la sexualidad, como que los hombres tienen más deseo que las mujeres o que el deseo tiene que ser automático, sino no hay nada que hacer. "Esto de que el deseo es arrebatador, espontáneo y de repente se apodera de uno es una mitología. Un alto porcentaje de individuos y parejas no lo viven así. Tienen que construir el deseo y para ello hay que construir espacios de intimidad. La intimidad es una invitación indirecta al amor. Una flor, una comida, un trago, una ropa o un gesto distinto son una invitación. Los chilenos tenemos mucha falta de repertorio en ese ámbito. No somos capaces de crear las condiciones y hay desfases importantes en la pareja", dice Yáñez.

"Está la idea de que el deseo está garantizado por ciertos elementos afectivos. Si yo quiero a mi pareja, entonces debería desearlo como por arte de magia. No es así. Para que las cosas nazcan hay que ir aprendiendo una manera de conectarse con ellas. Hay un tema que tiene que ver con la calidad de vida. Si no te das tiempo o espacios de disfrute y relajo, no sólo no vas a poder conectarte con el deseo, sino que no vas a poder disfrutar de la sexualidad en general", concluye Ahumada.



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