Vivió el exilio entre 1974 y 1983, luego de que su marido (Mapu) resolviera que iba a ser muy difícil sobrevivir al régimen de Pinochet. “Fue conveniente abandonar el país, así lo estimó él en ese momento”, dice.
Hoy, a los 58 años, está separada, con dos hijos adultos, uno de los cuales la hizo abuela hace algunos años.
Se casó a los 22 años con un pololo de 4 años y cuando su hija mayor tenía sólo 5 meses debieron salir a Europa. “Fue bien duro, éramos muy jóvenes, tenía 25 años y creo que eso ayudó muchísimo a sobrellevar todo”.
-¿Por qué?
“Porque cuando salimos yo pensé que volvía en uno o dos años, no nueve después; nunca pensé que iba a durar tanto. Pero fue una gran experiencia, estoy muy contenta de haber vivido esos años fuera de Chile –a pesar de que fue producto de haber vivido una gran desgracia- porque nos ayudó a crecer. Salir es una buena experiencia, te abre mundo”.
-Sí, pero estamos hablando de una experiencia desgarradora.
“Sí, pero no salí al exilio con aprensión o miedo, salí con cierto alivio porque acá habían muchos riesgos”.
Estando afuera no trabajó los primeros años y se dedicó a criar a sus hijos, el segundo de los cuales nació en la Unión Soviética. El periplo fue largo, porque su ex marido se asiló en la embajada de Austria, razón por la cual estuvieron en Viena tres meses; después se trasladaron a Roma donde vivieron dos años y pudieron encontrarse con un grupo importante de chilenos que formaron “Chile democrático”; más tarde viajaron a Moscú y finalmente, los últimos 6 años fuera, en la capital mexicana.
-¿Siempre añoraron volver?
“Siempre estuvo en el aire el regreso, lo que pasa es que no pudimos regresar hasta el ´83”.
-¿Pero hubo chilenos que decidieron no volver?
“Sí, pero el exilio más politizado, que fue el nuestro, definitivamente, tuvo en la mente volver y de hecho cuando se levantó su restricción, volvimos inmediatamente sin nada. Dejamos nuestros trabajos y tomamos el avión”.
-Tus hijos eran chicos, ¿les costó mucho adaptarse?
“Fue bien curioso, a las dos semanas nos sentíamos como si no hubiéramos salido nunca de Chile. Mira qué loco”.
-Llegaron en un momento en que las cosas no eran fácil.
“Tremenda, toques de queda, represión… plena y oscura dictadura”.
-Ya acá, ¿experimentaste el temor?
“Sí, sí, pero había que volver y muchos ya lo había hecho antes”.
Con la libertad que da vivir sola, Jacqueline dedica su tiempo libre a sus amistades y familia. Aunque lo quisiera, no puede disfrutar de su carácter de abuela, porque su nieta de dos años y medio no vive en Chile, sino que en Nueva York. “Tengo adicción total por ella”, reconoce.
Aficionada a la música, especialmente la ópera, concurre frecuentemente al Teatro Municipal y hoy sufre las consecuencias de la interrupción de la temporada. Además, se confiesa una fanática del Pilates, razón por la que va sagradamente a clases dos veces por semana.
También adora la playa, por lo que viaja constantemente a la costa central. “Tengo mil cosas entretenidas que hacer y trato, a veces, de combinarlas con el trabajo”, afirma entre risas.