Cristián Núñez, profesor de arte, va todas las mañanas a trabajar a un colegio y dedica las tardes a una de sus grandes pasiones: andar en bicicleta. "El Chino", así le dicen todos, usa pantalones Dickies porque le cargan los pantalones con pinzas y tiene zapatillas de skater para cuando va a la mini rampa. Pasa casi todos los fines de semana en la playa surfeando, o en la nieve practicando snowboard, acompañado por Patricia Courdurier, la polola fiel: "Cuando el Chino dice que tiene 37 años, nadie le cree, porque en el fondo es un niño".
El Chino es uno más de tantos chilenos mayores de 25 años que marcan una tendencia: la de los kidults o adultescentes. Son profesionales que dedican parte importante de su tiempo a los videojuegos, son fanáticos de las sagas como Star Wars y El Señor de los Anillos, ven caricaturas y hasta se visten como adolescentes. Pero son adultos con vida de pareja y a veces hijos que educar. Por eso tienen que aprender a conciliar lo plenamente lúdico con las responsabilidades de un adulto cualquiera.
Andrés Varas, sicólogo y director de la empresa de investigación de mercado Criteria Research, explica el fenómeno: "Aquí hay un componente de búsqueda de placer inmediato súper fuerte. Hace 30 años no se permitían estas expresiones de placer infantil reconocido en un adulto.
Algo está cambiando: hay una moda de sentirse como adolescente y de ser diferente.
Juguetes caros |
A la llegada de los kidults se sumó una industria que entendió el potencial de compra de los adultos-niños y no tardaron en salir al mercado una serie de productos, desde monos animados, ropa, merchandising y aparatos tecnológicos destinados a satisfacer a este público de amplio poder adquisitivo. Es así como aparecieron juegos de computación con contenidos no aptos para menores y a un precio prohibitivo para bolsillos adolescentes: un juego de Playstation o un Nintendo puede llegar a costar 50 mil pesos, y la consola, 140 mil.
Este tema no ha pasado inadvertido entre las mujeres de los kidults, "igual encuentro que los juegos son caros. Si Claudio se los comprara más seguido creo que me molestaría", dice Marta. Claudio agrega: "Un juego sale tan caro que terminarlo rápido, sabiendo que te va a costar comprarte otro, no tiene sentido. Lo tratas de hacer durar".
Se espera que a fines de este año se lancen nuevas consolas al mercado, y Felipe de Toro asegura entusiasmado que quiere comprarse una, "claro que no al tiro - se detiene- , porque hay otras cosas: un hijo, una familia y una casa que mantener, entonces es difícil".
El Chino reconoce que ser soltero y sin hijos le permite costear sus aficiones. "Tengo todo tipo de juguetes: antiguos, de plástico y otros materiales, además de una colección de autitos Hotwheels. Mis bicicletas también son juguetes, una me la traje de Estados Unidos; costaba 1.700 dólares, pero me la rebajaron".
Ante los juguetes caros del Chino, su polola Patricia asegura: "No me complica lo que él haga con su plata, porque yo también tengo un cuento profesional que me hace valer por mí misma. Hace bastante tiempo trabajo y he hecho, gracias a Dios, todo lo que he querido".
El director de Criteria Research, Andrés Varas, explica que el fenómeno kidult se da en el marco de una sociedad que está modificando los papeles clásicos de género y edad: "Hoy la sociedad permite más libertades, y los kidults son un síntoma más de un mundo que está ensayando roles. Se está perdiendo la nitidez de los estereotipos que teníamos de los distintos tramos de edad; para hombres, mujeres, niños y adultos. ¿Qué es ser adulto hoy día? Es un tema que está en abierto cuestionamiento". |
Probablemente la pareja de estos personajes ya no sea la tradicional dueña de casa, sino una mujer profesional igual que él y que también tiene sus espacios de individualidad".
La eterna adolescencia
Patricia Courdurier tiene diez años menos que el Chino, su pololo, y hace más de uno que están juntos. Trabaja de lunes a viernes de 9 de la mañana a 8 de la noche en una empresa de computación. "Cuando él dedica su día a cines raros o andar en bicicleta, yo estoy trabajando, entonces no me molesta. Cuando nos vemos, él ya hizo esas cosas y yo feliz de que las haga. Me encanta cómo aprovecha su tiempo y lo feliz que viva en su mundo".
Patricia reconoce que las proyecciones de ella y las de su pololo son distintas. "Yo me quiero casar algún día, tener hijos y el Chino, a la edad que tiene, todavía no se lo ha planteado. No es algo que me pese ahora, aunque en el futuro podría ser un problema. A él le encantan los niños, pero tiene temor a los hijos y al compromiso; no se arranca, pero se asusta".
Para Cristián, sus actividades no tienen que ver con inmadurez, sino con un estilo de vida gestado desde el arte y su cercanía a los jóvenes. "Creo que es una elección que he hecho. La madurez tiene que ver con responsabilidades y soy súper responsable: con mi trabajo, mis alumnos, mi polola y conmigo mismo. Estoy llevando una vida de soltero porque no quiero tener los compromisos de criar hijos, pensar en colegios y otras obligaciones.
Se podría pensar que es egoísmo, pero, ¿a quién le hago daño? No me estoy haciendo "el lolo", simplemente no puedo evitarlo, las cosas de viejo son tan fomes".
El sicólogo Andrés Varas dice que una de las motivaciones para ser kidult es una postergación del futuro: "No quieren crecer y transformarse en sujetos grises, que no disfrutan del entorno y que están sumidos en sus responsabilidades". Sin embargo, explica que tener aficiones por los videojuegos o ver caricaturas, no les impide llevar una vida adulta normal, si estas características adolescentes se suman al modelo de un adulto tradicional.
Claudio Moro tiene 35 años, es jefe de ventas de una empresa de telecomunicaciones y está casado hace dos años con Marta Fernández, que trabaja en el rubro del turismo. Se compró su primera consola de Playstation en su luna de miel y siente que jugar es una actividad más que le permite aliviar el estrés. "A esta edad ya no te da para ser vicioso, algunos de mis amigos son más fanáticos que otros, pero ninguno se queda un día entero jugando, porque ya somos todos profesionales. La Play es otra forma de entretenerme, como andar en bicicleta o salir a tomar un trago. No le quita tiempo a mi vida en pareja".
Juega 3 ó 4 horas semanales, generalmente los fines de semana. "Para mí - dice Marta- el Playstation no ha sido tema. Con Claudio tenemos horarios distintos, él es bien madrugador, se levanta como a las siete de la mañana y yo a esa hora no sé ni cómo me llamo. Entonces ocupa ese tiempo para jugar".
Marta además reconoce compartir la afición de Claudio, "no estoy a la par con él, pero sí hubo una época en que tenía más tiempo y me embalaba con
los juegos en línea, por eso entiendo que le guste y lo respeto".
La esposa madre
"No me cabe duda de que hoy muchas mujeres se casan más con un hombre-hijo que con un hombre-padre, como era antes", dice Andrés Varas y agrega: "
Los estereotipos femeninos y masculinos adultos se han ido cayendo. Mientras la mujer avanza hacia los espacios públicos, los hombres podemos ser más sensibles. Hoy tenemos más permiso para ser niños".
Felipe de Toro tiene 30 años y pertenece a la generación que creció con el emblemático Atari conectado al televisor. Actualmente es ingeniero de una empresa de tecnología, lleva tres años casado y desde hace uno que es padre de Cristóbal. En su época de soltero podía estar frente a la consola a diario, pero hoy trata de dedicarle cinco horas semanales, algunas de ellas jugando con sus amigos.
"A veces es muy complicado parar de jugar - dice entusiasmado, al tiempo que mueve los pulgares como si tuviese un control de Playstation entre las manos- . Mientras las señoras están copuchando, nosotros jugamos un torneo de fútbol, a veces uno gana el primer partido, yo el segundo, y estamos desempatando en el tercero... y llegan ellas a decirnos: ya vamos, terminemos".
"Ahí uno se convierte en la bruja - dice María José, su esposa- . Mientras juegue poco tiempo, todo bien.
Hay que tener ojo y darse cuenta cuándo es demasiado, porque él no puede descuidar el tiempo que nos dedica a mí y a mi hijo. Aunque nunca he sentido que Felipe haya dejado sus deberes de papá por jugar. A veces le digo que me da lata que juegue y él me entiende súper bien".
Si bien a Marta, esposa de Claudio Moro, no le complica que su marido juegue Playstation e incluso cree que le hace bien, reconoce que en una ocasión tuvo que hacer de madre: "Una vez estuvieron hasta las 12:30 de la noche, cuando al otro día había que trabajar y yo no podía dormir, porque estaba pendiente de que él se acostara. Entonces tuve que ir a decirles que ya era suficiente".
Por otra parte, Patricia Courdurier sabe que no puede ser madre de su pololo, aunque a veces le nace. "Soy súper mandona y súper mamá para mis cosas, pero el Chino me dice: A ver, yo ya tengo una mamá. No me deja meterme en el rol de madre y sé que no corresponde. Si lo hiciera, no estaríamos juntos".