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Un remedio contra la pobreza

Los receptores de los préstamos, principalmente mujeres de escasa escolaridad y del quintil más bajo, han aumentado su aporte al ingreso familiar entre un 40 y un 60%. Y jamás se atrasan en sus pagos.

07 de Agosto de 2006 | 17:57 |
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Yanira Gómez es una heroína en La Pintana. Tras vivir con su familia como allegada en la casa de su madre, "irse al hoyo" en sus intentos de poner un quiosco y una verdulería; hoy su realidad es totalmente distinta. Con los ingresos de su pequeño negocio, planea poner baldosa en el baño y construir una terraza en su propia casa. ¿Cómo lo logró? Gracias al Fondo Esperanza, fundación del Hogar de Cristo que entrega microcréditos para financiar iniciativas emprendedoras.

"Con mi pareja tenemos un carrito con toldo que instalamos afuera del Supermercado Santa Isabel, a cinco minutos de la casa. Vendemos distintas cosas según la época; por ejemplo, ahora tenemos bufandas y paraguas, y el Día de la Madre vendimos flores. En un mes podemos ganar entre $400.000 y $500.000, con lo que sacamos adelante a nuestros 4 hijos", cuenta orgullosa.

Al igual que Yanira, existen 7.000 clientes activos del fondo. Se trata principalmente de mujeres con un promedio de escolaridad de 8,5 años, que viven bajo o bordean la línea de la pobreza y están excluidas de la banca tradicional. En promedio, el grupo familiar de las beneficiarias es de 4,5 integrantes, por lo que un total de 31.500 personas se ven tocadas por los beneficios del programa.

"Apuntamos al quintil más pobre del país, que por su bajo nivel de educación y por no tener con quién dejar a sus hijos, se enfrentan a muy pocas posibilidades de empleo formal. Les ofrecemos una oportunidad de aumentar sus ingresos y superar su autoestima", plantea el sacerdote Agustín Moreira, capellán del Hogar de Cristo y director de Fondo Esperanza.

La institución, que ha permitido que 912 familias superen la línea de la pobreza, comenzó a funcionar formalmente el 2002 y opera en 37 comunas del país. "No intentamos hacer beneficencia, sino ofrecer oportunidades a personas que no tienen acceso a servicios financieros y que necesitan capital para activar su pequeño negocio. Cobramos una tasa de interés del 2,7%", explica el gerente general Juan Cristóbal Romero, ingeniero civil de la UC.
De acuerdo a un estudio realizado con la colaboración de Adimark GfK, el impacto social del Fondo Esperanza ha sido enorme.

En los indicadores relacionados con el mejoramiento del negocio, por ejemplo, se ha registrado un incremento del 28% en las ventas y 20% en las ganancias de las socias con una permanencia media de dos años.

Gracias a la capacitación que reciben, el 80% de las socias ha reducido sus costos, el 92% ha ampliado la cantidad de productos que vende y el 85% ha diversificado su oferta.

"El estudio revela que el 54% de las socias destina sus ganancias a comprar comida, lo que refleja las grandes necesidades de nuestras beneficiarias", destaca el empresario Agustín Larraín, director de Fondo Esperanza.
Un porcentaje alto, el 93%, percibe que sus ingresos les alcanzan bien (o justo) para satisfacer sus necesidades básicas.


Una ayuda digna

En 2001, la visita a Chile del bengalí Muhammad Yunus, creador del exitoso Grameen Bank, el "banco de los pobres", sirvió como impulso para el lanzamiento de esta institución de microcrédito como herramienta para la superación de la pobreza.

La Fundación Ford dio apoyo económico y estableció el contacto con iniciativas similares de Perú, México y Bolivia, que actuaron como modelo.

El Fondo Esperanza financia iniciativas empresariales a través de un Banco Comunal, es decir, un grupo de entre 18 y 25 personas que viven en un mismo sector y que se unen para obtener microcréditos. Son coavales solidarios en el compromiso de pago del préstamo, lo que significa que si una persona no paga, el resto debe pagar por ella. Esto, a pesar de que desarrollan sus negocios en forma independiente.

Para acceder a un crédito hay que contar con un negocio activo (por ejemplo, vender sándwiches), aunque en casos excepcionales se hacen préstamos a personas que quieren partir de cero. Los beneficiarios se enfrentan a un plan dividido en ciclos progresivos. En el primero, que dura tres meses, se otorga un crédito por $40.000. El segundo y el tercero tienen una duración de cuatro meses y préstamos por $70.000 y $110.000, respectivamente. A partir de entonces hay un incremento progresivo en torno al 30% del monto del crédito. Los pagos se hacen semanalmente.

La recuperación de los créditos es del 100%, o sea, total. Esto refleja el éxito de la iniciativa y el hecho de que para las clientas, el Fondo pasa a ser su prioridad en cuanto a compromisos de pago. Algunas han logrado dar el salto hacia la banca comercial, lo que es un gran triunfo para su realidad.

Juan Cristóbal Romero destaca que este programa dignifica a las personas, quienes no tienen que denigrarse para solicitar asistencia. "Es una ayuda promocional, una mano para que surjan. Las microempresarias tienen que mostrar su lado positivo: que son trabajadoras, buenas para pagar y emprendedoras".

Actualmente Fondo Esperanza cuenta con el aporte de donantes particulares y de empresas, pero la idea es que sea autosustentable, es decir, que los ingresos de las colocaciones cubran los costos.

Para lograr un impacto mayor, el directorio de la institución quiere contar con 50.000 clientes en cuatro años más, para lo que se requiere un capital adicional de US$5 millones. Como, en promedio, el grupo familiar de los clientes es de 4,5 miembros, esto implicaría llegar a una masa de 225.000 personas, asegura Luciano Magnet, presidente del directorio del Fondo.

"Esta iniciativa debe ser considerada como una política pública a nivel país. Un camino es que el Estado canalice recursos a través del Fondo Esperanza", dice Magnet.
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