El tema resulta fascinante. El triunfo de la meritocracia y la competencia por sobre el compadrazgo y los pitutos no es una cuestión menor en una sociedad en vías de desarrollo y que necesita legitimar su modelo.
El cientista Patricio Navia y el economista Eduardo Engel desentrañaron las implicancias del tema en el libro que lanzaron la semana pasada bajo el sugerente título “Que gane el más mejor”, y con él pretenden aportar a un debate público necesario sobre lo que falta para que Chile pueda dar el gran salto.
Para Victoria Hurtado, directora del magíster en Gerencia y Políticas Públicas de la Universidad Adolfo Ibáñez, la obra en cuestión es “una oda a la justicia” y una clara exposición de lo que se podría denominar una segunda generación de reformas a emprender tanto en el mundo público como privado.
Así las cosas, la meritocracia y la competencia en una cancha pareja y con reglas conocidas e iguales para todos, debiera ocupar a los gestores y actores de las políticas públicas, pero también, como dice Victoria, a todo chileno que quiera a su país.
-¿Quién gana en Chile hoy? ¿El más mejor, el más adinerado o el más apitutado?
“Creo que hay que hacer una distinción. Hay ‘más apitutados’ que también son ‘más mejor’, o ‘más adinerados’ que también son ‘más mejores’ y ‘más mejores’ que no son ni apitutados ni adinerados.
“El problema en Chile no es de quién gana, el problema es que hay personas que ganan sin haber tenido –comillas- el derecho a ganar, fueron ayudados, ganaron la carrera de 100 metros planos porque partieron 20 metros más adelante. Uno de esos 20 metros podría ser el pituto, pero también se debe tener en cuenta que hay gente que tiene pituto, pero está bien calificada. No podemos crucificar a todos los que tienen pituto porque hay algunos que son muy capaces y les ha ido bien”.
-Sí, pero la percepción es que la meritocracia no es algo instalado en la sociedad, sino que todavía rige el amiguismo ligado al poder económico.
“Sí, pero es algo que está cambiando radical y dramáticamente porque el mercado, finalmente, te hace competir. Si tienes una empresa llena de parientes o gente de apellidos que no rinde, o valquirias seductoras lo más es probable, que con lo competitivo que está el mercado, vas a quebrar. Es el propio mercado quien está poniendo las reglas; ahora, sin dudas que se aplican criterios de ese tipo (pituto) en algunos aspectos. Navia y Engel dan el ejemplo de que la Bolsa de Londres por mucho tiempo fue manejada por los hijos de los millonarios ingleses y la cosa era súper floja, pero en el momento en que se abrió el mercado, llegaron extranjeros y se hizo competitivo, se produjo el boom. Si tienes gente calificada vas a competir bien en el mercado, si no, te van a terminar matando; estamos en un sistema neoliberal.
“Sin duda, hay un grupo más del ‘establishment’ que trata de mantener su statu quo porque se ha nutrido por años de eso y es muy doloroso ver que en algún momento ya no van a tener como colocar a alguien en un lugar sólo porque es un igual. En Chile de los años ’40 eso se daba así, pero hemos avanzado mucho en el Chile del 2000, no estamos en un modelo netamente colonial y se ha hecho mucho al respecto, aunque queda por avanzar”.
-¿Crees que la meritocracia y su valor está instalada en el inconsciente colectivo nacional?
“No, creo que esto hay que trabajarlo. Está instalado en el consciente, pero no el inconsciente, o sea, es algo de lo que hablamos y todos valoramos, pero a la hora de los ‘qui hubo’ hay muchos prejuicios; tenemos mucho que crecer al respecto. Una sociedad que se está desarrollando como Chile, tiene que pasar por estos procesos que para muchas personas van a ser dolorosos, pero que a la larga van a ser mejor para todos”.
-Habiéndonos desarrollado económicamente, habiendo instalado el modelo de mercado, ¿por qué la meritocracia ha demorado tanto, cuando debieron ir de la mano?
“Hay ciertos temas sociales que son los últimos que se dan en los procesos que permiten evolucionar como sociedad. Piensa que recién nos hicimos cargo del divorcio y de la píldora del día después. Ahora tenemos que empezar a hacernos cargos, en algunos grupos de nuestra sociedad, de que se debe terminar con los privilegios. Éstas son batallas que para muchos son las últimas que se deben dar. El libro “Que gane el más mejor” dice que nos va a beneficiar a todos hacerlo, ¡a todos!, a esos grupos y a los marginados, porque el país va a estar mejor. A la larga es una apuesta que nos va servir hacerla y la razón por la que no se ha hecho antes es porque todavía el tema es uno de esos ghettos sociológicos que cuesta abrir. Son grupos que quieren permanecer en ciertas situaciones de privilegio y punto; hay una cosa de naturaleza darwiniana en esto”.
-De perogrullo está decir que el Estado que se mueve por cuoteo político o una elite reducida que se auto regenera complotan contra los mundos público y privado.
“Hay que decir que este debate no tiene relevancia en la generalidad de la masa, porque la gran mayoría de los empleados no pertenece a la elite ni está por cuoteo. Esto tiene relevancia para los cargos exclusivos en los directorios de las empresas o en las direcciones de servicio. Ésta es una sociedad muy permeada hacia abajo, esto tiene más que ver con quienes llegan al club de lo exclusivo… y si están llegando a ese club no los mejores, estamos en problemas”.
-Complotan porque son los que determinan y ponen en práctica las políticas públicas.
“Sí, pueden complotar. Sí al final logramos hacer a esta sociedad más competitiva, vamos a tener un país mas transparente y más justo”.
-¿La falta de meritocracia no sólo atenta contra la legitimación del modelo, como plantean Navia y Engel, sino que también contra la movilidad social?
“Sin duda, la falta de meritocracia hace mucho más difícil que el nieto de un obrero llegue a una alta posición cosa que en Estados Unidos no ocurre. Hay estudios sobre cuántas generaciones demora una persona, que viene de padres sin educación en colocarse en las grandes ligas; en Chile eso demora mucho más que en países industrializados. Ahí tenemos una falla y la meritocracia lo que hace es valorar a los mejores, que muchas veces no están en los mismos lugares donde se han estado buscando siempre, si no que, en grupos de más abajo, entre gente que ha llegado con mucho esfuerzo a donde están y que hay que premiarlos porque empezaron de mucho más atrás”.
-¿Es modificable la conducta que lleva a los grupos de poder a elegirse entre iguales? ¿Pareciera ser parte del instinto de sobrevivencia de la raza?
“No, eso va a ir en extinción; auguro que eso va a ir lentamente en extinción en la medida que el país se vaya desarrollando. Esos grupos de poder se irán regenerando. Ahora, si el país se va subdesarrollando y nos vamos transformando en una colonia, claro que esos grupos van a mantener los beneficios, pero en un país internacionalmente competitivo no lo podrán mantener, espérate no más que empiecen a llegar los inmigrantes con otras habilidades y estudios. Ahí va a dar lo mismo cómo te llames y cómo te ves, si no están los mejores quiebra la empresa, punto, la competencia de un modelo neoliberal va a ser la que dicte las normas”.
-¿Tiene costos la meritocracia?
“Me he hecho esta pregunta. Me sorprende cuando uno abre las páginas de sociales de “The New York Times” y ve la gente que se casa, todos los avisos con la foto de los novios sólo hacen mención de los doctorados en tal universidad y el college en tal otra de cada uno. O sea, están tan centrados en la meritocracia que, incluso en un hecho que tiene que ver con la vida privada y emocional, las capacidades intelectuales pasan a ser más relevantes. Los novios se están casando por amor, no por qué título tiene cada uno; al final se produce una distorsión hacia el otro lado.
“Conversando con franceses, un país meritocrático por excelencia y en donde el sistema educacional es uno de los más competitivos y la aristocracia fue literalmente decapitada en una revolución, he reconocido que, a veces, eso conforma otra casta, la casta de los meritócratas. Ahora, sin duda la meritocracia es un mucho mejor sistema que la aristocracia o la oligarquía, si lo podemos llamar de alguna forma porque es más justo”.
-La discriminación hacia la mujer es una de las expresiones de la no aplicación de la meritocracia?
“Uno podría decir que sí; podríamos decir que si los hombres tienen una cuota del cien por ciento, no necesariamente están los mejores, tienen que haber geniales y otros ni tan buenos.
“Creo que hay mujeres súper calificadas en nuestra sociedad y no han sido consideradas por un tema de discriminación, pero también creo que a lo mejor hay otras que no están participando porque tienen otras prioridades y han hecho su opción. La meritocracia sería una de las formas de salvar la discriminación”.
-Carlos Peña plantea que el problema de la mujer no es la discriminación por género, sino que los grupos de poder se protegen para mantenerlo.
“Es lo que en genética se llama inbreeding (endogamia) que si lo llevamos al mundo social hace que los grupos se perpetúen entre sí casi de manera inconsciente. Coincido con esa visión; al final si necesitas un socio probablemente vas a llamar a un conocido y no lo haces por discriminar, sino que porque así funciona más fácil, punto. Eso es así”.
-Para que haya competencia, las reglas del juego deben ser claras. ¿Puede que uno de los problemas que enfrentan las mujeres es que no las conocen, porque son reglas de hombres como ocurre en la política?
“Sí, claro, por ejemplo, en las elecciones municipales o parlamentarias, donde los alcaldes o diputados son reelectos, es muy difícil para una mujer y para los nuevos políticos no ‘incumbentes’ meterse, hay una máquina funcionando. Creo que una de las reformas interesantes a impulsar es impedir que se pueda repostular inmediatamente; eso haría más competitivo todo para hombres y mujeres y las reglas serían claras”.
-Aunque reine la meritocracia, ¿a las mujeres se les va a exigir igual más que a los hombres?
“En un sistema meritocrático los mejores van a estar ahí, sean hombres o mujeres, sin necesidades de triplicar sus esfuerzos. Ahora, si me llevan a un lugar por el hecho de ser mujer, lo más probable es que voy a tener que estar exigiéndome el cuádruple para demostrar que soy buena. Si llegué por ser buena, sólo tendré que hacer bien mi pega”.
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