Hija del ex ministro de Obras Públicas del gobierno de Aylwin, Carlos Hurtado, Victoria pudo conocer de primera mano los sinsabores y gratificaciones de la actividad pública. Recuerda que los problemas que encontraba él en su gestión, la burocracia estatal y también el impacto de las obras emprendidas eran tema de conversación en la sobremesa.
Pero ello no fue lo que la inclinó a estudiar derecho en la Universidad de Chile. Le gustaba el derecho penal, aunque la reforma ni siquiera se vislumbraba, y de hecho, hizo su práctica en La Pincoya.
“Quería ser penalista, pero después lo encontré sórdido. Iba a las cárceles; conocí dramas humanos muy duros, enfermos con Sida abandonados… entonces me dije quiero trabajar en la justicia y la justicia está en el Estado, ahí se distribuyen las platas para los que hay que ayudar. Una forma de hacer justicia es siendo abogado y otra, es diseñando políticas justas”, explica.
Así las cosas, un intercambio realizado en la Universidad de Yale, la llevó por otros derroteros. Allá conoció a fondo las materias relacionadas con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, por lo que al regresar y titularse, ingresó de asesora al Ministerio de Hacienda.
Después, con 26 años, en 1998, se planteó hacer un master; optó por uno de políticas públicas y se fue al Kennedy School of Goverment de la Universidad de Harvard. “Hablar de políticas públicas entonces era exótico”, dice entre risas.
Se encantó con las posibilidades de desarrollo profesional que encontró, de hecho después se trasladó a San Francisco, para asumir como subdirectora del Centro de Estudios Latinoamericanos, CLAS, de la Universidad de Berkeley.
-¿No te proyectabas ejerciendo de abogada en Chile?
“Es que las políticas públicas se me presentaron como mucho más interesantes que ejercer de abogado defendiendo causas de las que, a veces, no estás ni tan convencida, ante un tribunal. El mundo de las leyes para las mujeres es bien fuerte, para ser socia tienes que estar muchos años trabajando, es muy incompatible con una vida más personal y los casos más interesante no se los pasaban mujeres; trabajar en temas de gobierno me pareció mucho más interesante y necesario”.
-¿Y qué pasó con tu estada en Estados Unidos?
“Bueno, en un momento me dio por trabajar en temas de desarrollo; postulé a una pega en el Congo Belga para ir ayudarlos en el diseño de políticas públicas y me puse a estudiar francés, pero entonces me llamaron de Chile”.
A comienzos de 2002, Andrés Allamand la invitó a formar parte del equipo que dio vida a la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, donde está hoy. “Me pareció bonito”, asegura, pero a reglón seguido, aclara que antes de volver, mochileó seis meses por Asia.
-¿Si no se hubiera presentado este trabajo en la UAI, te hubieses quedado afuera?
“Bueno, me ofrecieron quedarme en Berkeley y quizás me hubiera quedado. No sé (duda)… hacer carrera en Estados Unidos me parecía súper difícil, en eso soy más chilena que los porotos, me muero si no puedo andar a caballo, ir al campo, la chuchoca, el clan familiar. Vivir en EE.UU. sola, trabajando todo el día ¿para qué? Para tomarte un ‘latte’ en la esquina”.
-Pero tenías todas las posibilidades de desarrollarte profesionalmente a la mano.
“Sí, me llamó la atención, podría haberme quedado, pero por los costos en términos personales, para mí no era tan interesantes, de verdad. Yo tengo una prima casada con un gringo que ha hecho toda su vida allá y esto lo conversamos profundamente; ella me decía no te quedes en EE.UU., es difícil y Chile es un país maravilloso y está todo por hacer”.
-¿Nunca fue un costo, entonces, regresar?
“Siempre hay un costo porque podría haber hecho una carrera norteamericana, pero… nada más bonito que venir a trabajar a tu país en temas como éstos (políticas públicas) y promoviendo debates para cambiar la mentalidad. Aquí hay muchas cosas por hacer y están pasando cosas, por primera vez tenemos una Presidente mujer. Olvídate la cantidad de académicos extranjeros que han llegado a Chile a observar este tema, me la paso conversando con gringas expertas, de Phd., que están mirándonos como ratones de laboratorio”.
-Por tu experiencia, ¿de verdad crees que las americanas son más seguras y asertivas que las chilenas y que ése es un problema acá?
“Sí, tienen otra educación al respecto, en donde escribir y exponer en público es parte integral de la formación profesional. En Chile hay también mujeres asertivas, pero no es algo generalizado, obviamente, hay una cosa cultural e histórica que no nos hace vernos en cargos y actividades que por lo general hacen hombres. Tener una Presidenta nos va a levantar el ánimo; mira como ha evolucionado el tema solamente este año; están en foros, escriben en los diarios, las cosas están más abiertas”.
-Algunos creen que es una moda pasajera.
“No, es cosa de mirar a cualquier país desarrollado y se pasa por lo que estamos viviendo. Mira el caso de Irlanda, el país con el pér capita más alto de Europa gracias a la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Los espacios que se ganaron no se van a perder a no ser que Chile se vaya a las pailas, caso en el cual todos -hombres y mujeres- perderán espacios. Esto es mucho más que una moda, haya o no haya habido Michelle Bachelet, las mujeres se están incorporando al mundo público, sólo falta que el hombre entre en lo doméstico”.