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Las 4 formas en que el chileno enfrenta los cambios de la mujer

Más de la mitad de ellos mantiene posturas tradicionales en relación a los roles, pero se están viendo actitudes emergentes. Se muestran agobiados, pero dicen que su casa es fuente de felicidad y que quieren tener familia aunque no numerosa.

14 de Septiembre de 2006 | 13:29 |
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"Estresados" y "ansiosos". Así se ven principalmente a sí mismos los chilenos, según el estudio cuantitativo "Hombres 2006", que la empresa Criteria Research realizó en una muestra representativa de santiaguinos.

Y al parecer, razones no les faltan. Según especialistas en estudios de género, este agobio no sólo tendría relación con los crecientes cambios de roles -irrupción de la mujer en el trabajo y mayores demandas hacia ellos en el hogar- sino porque están enfrentando otros fenómenos, como la mayor competitividad en las empresas, y la exigente cultura del consumo.

El estudio quiso indagar en cómo este nuevo escenario está impactando a los chilenos y cómo esto se refleja en sus actitudes. Los resultados reflejan una fuerte presencia de las posturas tradicionales, pero también importantes signos de cambio.

Menos de la mitad (el 44%) acepta sin cuestionamientos el tener una jefa y sólo el 52% aprueba sin cuestionarse que ellas ganen lo mismo que un hombre en el mismo cargo.

El 47% cree que es mejor que la mamá no trabaje fuera y que se mantenga al cuidado de la casa y de los niños. Sin embargo -y aquí habría signos de cambio- el 72% de ellos piensa que el padre debe estar tan involucrado como la madre en la educación y la vida cotidiana de los hijos. Y el 70% declara: "Mi casa es el lugar donde más feliz me siento".

Las respuestas permitieron diferenciar cuatro estilos de adaptación ante este nuevo contexto: el conservador, el ansioso, el proactivo y el posmoderno.

"Entre ellos está bien repartida la torta y son grupos muy transversales, aunque sí predominan un poco más los conservadores. En este sentido, quienes están en la etapa más activa laboralmente (entre los 36 y 50 años) son más conservadores que los jóvenes y que los mayores", afirma el psicólogo Cristián Valdivieso, director de Criteria Research.


Quedarse sin guión

Según los especialistas en el tema de géneros, no es raro que en las respuestas del estudio aparezcan posturas contradictorias.

"La mayoría está tratando de entender qué está pasando con ellos y con sus parejas", dice el sociólogo José Olavarría, de Flacso, investigador de la masculinidad. "Y tienen muchas más preguntas que guiones: no saben bien cómo actuar ni qué se espera exactamente de ellos".

La sicóloga Mirentxu Busto coincide con que el hombre actual está muy tensionado entre el modelo de sus padres y abuelos -que ya no le sirve-, versus las demandas de la sociedad actual que le exige un cambio de roles, pero que a la vez no lo ayuda, porque sigue sin valorar el espacio afectivo y cotidiano.

A la larga, se van a desarrollar nuevas normas sociales aunque este proceso tome varios años, advierte el sociólogo y académico de la Universidad Católica Darío Rodríguez. "Y cuando eso ocurra, hombres y mujeres van a disfrutar de esta situación de compatibilizar roles y les va a parecer tremendamente arcaico que la vida de pareja se desarrolle de otra manera, como hoy nos parecen arcaicos los matrimonios por conveniencia".

Claro que para ello, opina la sicóloga, se necesita que los hombres empiecen a repensar su rol, pero desde lo que ellos esperan ser y no sólo desde las expectativas femeninas. Y también que la sociedad -como ya ocurre en países desarrollados- valore más los derechos de los hombres en relación con los espacios afectivos, para que se sientan legitimados en su necesidad de expresar emociones, de disfrutar a sus hijos, de validar su tiempo.

Y este estudio refleja pequeños signos de cambio en este sentido. Por ejemplo, la mayoría quiere tener hijos, pero no una familia numerosa. "Más hijos significa más exigencias y menos tiempo para dedicarles. El hecho de que los hombres quieran limitar su número tiene que ver con que quieren poder pasar más tiempo con ellos. Y eso es nuevo e interesante", advierte José Olavarría.


El conservador

Es el que más valida el rol proveedor de los hombres, pues siente que son ellos los más capacitados para el trabajo. No le molesta que su mujer aporte un ingreso, pero sin que olvide su rol fundamental: estar al cuidado de la casa y de los hijos.No está de acuerdo con tanto cambio y busca adaptar la realidad a como él cree que debiera vivirse. Por ejemplo, casándose con alguien que le guste ser dueña de casa o que trabaje media jornada. Se ve más en hombres en plena edad productiva (entre 35 y 50).

Al estar en plena edad productiva, se enfrenta a las mujeres en el ámbito laboral. También puede verse bastante agobiado porque -según grafica la sicóloga Mirentxu Busto- hoy tiene que proveer mucho más que antes, ya que el estándar de vida y las expectativas son mayores. Y, además, porque por muy conservadora que sea su mujer, "ya no es la misma de la década del 50 que lo esperaba con la comida servida y los niños acostados. Esta esposa igual da la pelea para que él vaya a las reuniones de apoderados".

Tras este grupo, afirma la antropóloga Sonia Montecino, estaría el aumento de la violencia contra las mujeres: "Son hombres que no se pueden adaptar a la nueva situación". De hecho, la encuesta muestra que aún hay un 13% de hombres que dicen que una mujer que desea trabajar, pese a no contar con el apoyo de su marido, se arriesga a ser maltratada verbalmente.

Los especialistas creen que este grupo no se va a extinguir tan fácilmente, ya que es una mentalidad muy arraigada. "Dependerá de las políticas que promuevan estos cambios, y de la actitud que sigan tomando las mujeres y las nuevas generaciones", dice Montecino.


El ansioso

Es más aceptador de los cambios, los contempla sin prejuicios, pero cuando ve que le afectan directamente, se desespera y cambia su discurso. Es el que dice "qué bien que las mujeres trabajen", "qué bien tener una mujer Presidenta", pero cuando la compañera le empieza a quitar el trabajo, cuando la señora gana más que él o cuando le pide que se quede con los niños porque tiene una reunión, deja de gustarle y se opone. Afirma, en un porcentaje mucho mayor a la media, que le cuesta aceptar que una mujer sea su jefa.

La antropóloga Sonia Montecino ve en este tipo al "neo-machista", término que ella acuñó para aquellos hombres de doble discurso: que dicen aceptar los cambios, pero no lo hacen cuando les toca vivirlos en carne propia.

Al sociólogo Darío Rodríguez no le extraña esta postura ni tampoco la califica de ambigua. "Es esperable y natural que todos respondan un poco así cuando se sienten amenazados. Lo mismo les pasaría a muchos chilenos frente al tema de abrirles las fronteras a los extranjeros. En un comienzo no tendrían problema, hasta que les perjudique en el trabajo".

Este grupo podría tener larga vida, estima Montecino, porque se relaciona con algo que está en nuestra cultura: el doble estándar. "Si eso no cambia en la cultura nacional, este tipo tiene para rato".

El proactivo

Está consciente de que estos cambios sociales, que se dan a nivel mundial, no se van a detener y, por ende, pone todo su empeño en adaptarse a ellos. Es el que dice: "Si no me preocupo de compatibilizar roles y de que mi señora esté contenta, me pueden abandonar" (ya lo ha visto en casos cercanos). Vive muy apurado de tiempo (en cualquier momento lo pueden llamar de la casa para decirle que tiene que llevar al niño al doctor). Son los que tienen una mayor proporción de parejas trabajadoras, los que más compatibilizan roles y los que más señalan que los padres deben estar involucrados en la educación de los hijos.

Si bien los especialistas creen que los cuatro tipos viven actualmente en tensión, coinciden en que éste es el grupo al que se le nota más el agotamiento, ya sea porque son los que más deben hacer malabarismos entre la casa y el trabajo, como porque son los que están más abiertos a admitir y expresar lo que les pasa.

Sonia Montecino cree que en este grupo deben predominar los hombres más jóvenes y profesionales. "Se trata de un tipo emergente que está trayendo un tema ideológico nuevo y que tiene relación con una mayor predominancia de los afectos por sobre la cuestión laboral".

Si hay una sostenida transformación femenina que siga demandando cambios en los hombres, agrega Montecino, es probable que éste sea el grupo que vaya a predominar en el futuro.

Y no sólo porque a ellos no les quede otra alternativa, sino porque irán descubriendo las bondades de estar más en contacto con sus hijos y con su propio mundo, lo cual también le genera muchas alegrías, coinciden varios de los especialistas.


El posmoderno

Vive los cambios sin pensar que son cambios, es decir, de manera natural. Es más independiente, individualista y seguro de sí mismo. Que la mujer quiera entrar a competir en lo laboral, no le afecta más que competir entre hombres. En lo afectivo, se relaciona de manera más simétrica. Comparte con su pareja y familia tiempos parcelados. Es el que piensa: "Nos podemos querer y estar juntos, pero tú conservas tus intereses y gustos y yo los míos".Es más egoísta, pero respeta que otros también lo sean. En el cuidado de los hijos, delegará más en la mujer o buscará ayuda externa. Quizás le cueste tener hijos o prefiera pocos. Es de los que puede llegar a la casa con una TV plasma al poco tiempo de nacer su hijo, aunque aún no tenga la cuna.

Para la antropóloga Sonia Montecino es el que está menos atado a una responsabilidad social y ética, y por eso parece más liberado. Sin embargo, "habría que ver cómo va a estar en 10 años más".

Cristián Valdivieso, director de Criteria Research, comenta que su riesgo futuro es que "sus intereses terminen corriendo en caminos paralelos a su familia y a sus hijos. Por eso, puede llegar a sentir que está quedando solo o que le complica que lo demanden mucho cuando él vive más centrado en sus deseos".

Con el tiempo, dice el sociólogo Darío Rodríguez, este grupo tendería a ser minoritario, porque en algún momento la sociedad reacciona y ve que así no se puede renovar la población. "Va a pasar lo que ya está ocurriendo en Europa y Estados Unidos, en que viene una vuelta de péndulo y se empieza a valorar mucho la familia".

La psicóloga Mirentxu Busto no tiene tan claro que este grupo vaya a reducirse en un futuro próximo: "Basta ver las tasas actuales de natalidad y las cifras de quiebres en las parejas".
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