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Los sinsabores del servicio público

07 de Septiembre de 2006 | 10:30 |
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Estudió derecho en la Universidad Católica e inmediatamente hizo post grados en derecho minero, de aguas y eléctrico. Todo su bagaje, en vez de ponerlo en práctica en el mundo privado, lo aplicó inmediatamente en el servicio público, porque aún estando en la universidad entró a trabajar a la Enami.

“Siempre me interesó la minería y es curioso, porque no tenía papá minero ni nada”, explica.

-¿Y entonces?
“Lo que pasa es que me gustaba todo lo relacionado con recursos naturales. Entré a la Enami cuando estaba en tercero y ahí me formé profesionalmente. Estuve en ella hasta que me fui al extranjero y cuando regresé, en 1988, se me dio, a los dos años, la posibilidad de volver a la Enami. Partí como procuradora, seguí de abogado y cuando regresé, asumí como secretaria general”.

Su larga carrera en esa empresa pública se vio interrumpida por una comisión de servicio que hizo entre 1994 y 2000 en La Moneda. Durante todo ese tiempo ejerció como jefa de gabinete de la entonces Primera Dama, Marta Larraechea de Frei.

-¿Qué te llevó a dar ese giro, hacer algo totalmente diferente?
“Con Marta Larraechea nos conocíamos, bastante, pero no éramos íntimas amigas. Ella me llamó y me pidió ser su jefa de gabinete y yo no sabía que contestarle, porque ni siquiera sabía qué era eso; creía que era ser como una ayudante, una especie de secretaria. Bueno, le conteste que sí, pero con la condición que profesionalizáramos ese trabajo y así lo hicimos.
“También le dije que debíamos separar nuestra amistad de nuestra relación laboral y resultó. Armamos un grupo muy profesional, de gente que se entregó mucho a todas las labores que hacíamos en las fundaciones sociales y en el ámbito internacional. Fue una etapa de enriquecimiento personal y profesional muy grande”.

Verónica Baraona, a comienzo de marzo de 2000, dejó simultáneamente su cargo en La Moneda y en la Enami para asumir como Superintendente de Electricidad y Combustibles del gobierno de Ricardo Lagos. El término de su relación contractual con la empresa minera significó que recibiera una indemnización de más de 30 millones de pesos.

Cuando se produjo el escándalo por las indemnizaciones pagadas, Lagos estableció como política que los funcionarios que estuvieran en el gobierno y las hubiesen recibido debían devolverlas o partir. La abogada consideró un derecho justo su caso y renunció a la Superintendencia. Luego, tras diversas investigaciones, el Tribunal Supremo de la DC la liberó de toda responsabilidad.

Abordar el tema con la subsecretaria hoy no es fácil. Claramente no le gusta recordar el episodio; sus palabras son más bien escuetas y su voz se torna más tensa, como si se le cerrara la garganta.

-El caso indemnizaciones ¿fue un mal momento? ¿Cómo lo vives hoy?
“Fue un momento duro, muy difícil y muy injusto, y afortunadamente quedó total y absolutamente aclarado y transparentado y… hoy día es una etapa superada”.

-¿El Tribunal de tu partido te liberó de…?
“A ver, el Tribunal de mi partido, el CDE, la comisión investigadora de la Cámara de Diputados. Se presentaron todos los antecedentes… (hace una pausa).
“Por última vez voy a dar la explicación. La Enami es una empresa del Estado que se regía por el Código del Trabajo, que negociaba colectivamente y mucho antes de que yo existiera en la Enami, había un convenio colectivo que se había incorporado a los contratos de trabajo que establecía una indemnización por años de servicio. A mí no me cupo participación directa ni indirecta en eso y por lo tanto, cuando me retiré, se me pagó un mes por año, con un tope”.

-¿Viviste el momento como una injusticia hacia tu persona tanto por el juicio público como por haber tenido que abandonar el cargo de superintendente?
“El cargo de superintendente es un cargo de confianza del Presidente de la República y, por lo tanto, yo sentí que no podía estar transando un derecho adquirido por seguir en un cargo público. Pensé que había perdido la confianza del Presidente y por lo tanto, tenía que renunciar”.

Al dejar el gobierno en octubre de 2000, Verónica se volcó al sector privado donde estuvo por casi seis años. Trabajó en una oficina consultora que asesoraba a empresas de las áreas mineras y eléctricas, hasta que en marzo la Presidenta Michelle Bachelet la designó en su actual cargo.

-¿Por qué después de todo lo anterior volviste al servicio público?
“La verdad es que el servicio público se sufre, pero también es de una dedicación tan especial. Además, se me dio la posibilidad de trabajar en un gobierno encabezado por una Presidenta mujer, lo que crea un montón de expectativas, pero también crea una nueva ilusión. Me sentí muy honrada cuando la Presidenta me llamó y espero servirle lo mejor posible. Fue una tentación demasiado grande a la que no me pude resistir”.

-¿No te que picó el bichito de quedarte en el mundo privado donde hay más libertad para emprender?
“Tenía libertad, tenía creatividad; por algunas asesorías se le pagaba muy bien a la consultora y me tocó conocer gente espectacular en lo profesional y en lo humano. Fue una experiencia extremadamente enriquecedora, pero, te vuelvo a repetir, la tentación de volver al servicio público fue muy grande y lo dejé entregado a las manos de Dios. Si Dios me puso esto en el camino y la Presidenta me estaba dando la oportunidad, creo que tenía que tomarla”.

-Con la mano en el corazón, ¿lo viste como una suerte de reparación?
(No encuentra las palabras) “Sería un poquito, a ver… feo de mi parte decirlo, porque eso se lo dejo a quienes me juzgaron”.


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