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“La madre tiene mayor conciencia de que está maltratando”

16 de Agosto de 2007 | 16:23 |
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La Corporación Nacional del Niño Agredido tiene su génesis en un conmovedor caso tratado por un grupo de facultativos del Instituto Médico Legal, quienes, en 1981, recibieron el cuerpo sin vida de un pequeño de 6 años.

El pequeño Marcelo había sido ultimado a mordiscos por su madre. Allí los médicos constataron que se trataba de la undécima agresión física que recibía, que en varias oportunidades el IML ya lo había examinado por lesiones graves y que la mitad de las golpizas estaban en conocimiento de la justicia.

Los profesionales, profundamente afectados, decidieron hacer público este flagelo y dieron vida a la “Revista Síndrome Niño Agredido” que hasta el día de hoy se publica.

-¿Cómo llegaron, en 1991, a ser una corporación?
“Lo que pasa es que a partir de la publicación de la revista, la gente empezó a llegar, llegaban al periodista pensando de que éramos una obra social e iban por ayuda. Cuando se nos empezó a escapar de las manos, resolvimos formar la fundación.
“La idea era, con la revista, dar una voz de alerta, pero la gente lo empezó a confundir. Así, casi 10 años después conseguimos la personalidad jurídica”.

Hoy en la Corporación del Niño Agredido se atiende aproximadamente unos 3 mil niños al año y la curva de crecimiento ha sido casi explosiva.

“A veces estamos copados”, explica Gabriela Jeldes, quien aclara que parte de ese aumento se debe a que el tema del maltrato infantil salió a la luz pública y se comenzaron a hacer las denuncias.

-¿A qué tareas se han abocado?
“Nuestro primer objetivo es sacar al niño adelante; tratamos de atender el máximo de pequeños que podemos y para eso disponemos de profesionales que los tratan desde el punto de vista médico, neurosiquiátrico, psicológico y psicopedagógico. Hoy estamos implementando el ‘arte terapia’ de modo que se pueda encontrar en sus trabajos detalles de los problemas que tienen”.

La corporación tiene en la actualidad dos clínicas; una ubicada a pasos del Estadio Nacional y otra en Viña del Mar, donde se prestan estos servicios en forma gratuita a los pequeños de escasos recursos y en los que también se atiende a particulares que pueden cancelar una cuota. “Nunca le vamos a quitar el cupo a un menor que no tiene”.

-¿Cómo llega el niño aquí?
“Vienen derivados de la justicia no directamente de Carabineros. Esto es un proceso, tras hacerse la denuncia en los tribunales de la familia, el juez es la que determina si el niño debe ser enviado a la corporación para ser evaluado. Ellos piden un informe sobre su situación”.

Gabriela Jeldes señala que la corporación también recibe a niños que envía el Servicio Nacional de Menores para su evaluación, así como del Hogar de Cristo y otras fundaciones de beneficencia, y de los colegios. “Muchas veces nos piden evaluar a un estudiante porque se muestra desordenado o agresivo en clases y los profesores intuyen que puede haber una historia de maltrato”, dice.

“También llegan los pequeños de la mano de su madre”.

-¿La madre detectó que está siendo agredido?
“No, ella lo hace y viene por ayuda. La madre tiene mayor conciencia para aceptar que está maltratando que lo que hace el padre. El hombre, por su rudeza, formación y cultura jamás va a aceptar que es un golpeador, no acepta el concepto, su comportamiento es propio de un hombre. En cambio, a la mujer le tocan una fibra que lo hace aceptar y se somete a procesos de ayuda de meses y años”.

-¿Llegan los niños solos?
“No, todavía no, vienen con alguien”.


-O sea, un niño llega porque un adulto ha abierto los ojos.
“Definitivamente, porque una tía, en el colegio, se dio cuenta de que algo está pasando o porque la jueza que lleva el caso de un padre que asesinó a su mujer (femicidio) delante de sus hijos cree que los niños deben ser evaluados. En este caso, que llevamos hace algunos meses, estamos hablando de otro tipo de maltrato, los niños no fueron tocados pero vieron violencia”.

Los niños que atiende la corporación van de los 4 a los 16 años; si son más chicos son derivados, a un seguimiento a cargo de un familiar cercano en sus casas, porque son muy pequeños como para ser sometidos a procesos de terapias clásicos.

-¿Cómo se financian?
“Aquí no hay un millonario, no nos llegan recursos del Estado ni fondos desde el extranjero. Este es un grupo de gente que saca esto adelante; algunas empresas avisan, por valores ínfimos, en nuestra revista, pero esto es un apostolado”.

-¿Los profesionales están ad honorem?
“No, pero ¿les alcanzará para la bencina?”, se pregunta entre risas.
“Lo que pasa es que tú vienes y te vas quedando, le vas tomando tanto cariño. No sé, creo que muchos de los profesionales que trabajan aquí sienten que le deben mucho a la vida”.


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