Muchos debieron sentirse profundamente remecidos cuando la pequeña Tamara, de a penas 4 meses de vida, fue hospitalizada debido a los golpes recibidos de su padre. A los 147 días cayó en estado de coma, situación en la que sobrevivió durante 6 años hasta que murió, en junio de 2002.
Su progenitor, quien ha gozado de libertad durante casi todo este tiempo, fue condenado hace pocas semanas, en primera instancia, a 20 años de cárcel, pero él siempre ha alegado que las lesiones de la pequeña se debían a su inexperiencia como padre.
La agresión de menores es una realidad impactante y en Chile se han conocido, lamentablemente, casos en los cuales la ayuda llega tarde: hijos lanzados desde un 5 piso o contra un muro porque no paran de llorar, niños quemados con cigarrillos y planchas por madres deprimidas y suma y sigue.
Gabriela Jeldes, directora ejecutiva de la Corporación Nacional del Niño Agredido, se queda corta en palabras cuando relata las duras experiencias que le han tocado vivir.
-¿De qué estamos hablando cuando se afirma que un niño es agredido?
“Estamos hablando de niños agredidos física y psicológicamente, violentados sexualmente; involucramos todo tipo de maltrato, incluido el hecho de que un pequeño no sea tomado en consideración por sus padres, lo que conocemos como abandono psicológico. Es como cuando uno llega cansado a la casa y le dice
en este minuto no , con lo que no se está queriendo al hijo. Los niños muestran ese daño en el tiempo a través de diferentes actitudes”.
-Entonces ¿el concepto ha variado con el tiempo?
“Así es, lo hemos ido ampliando. Hoy consideramos como agresión o maltrato situaciones donde la madre manipula a los hijos, cuestión que da cuenta de un síndrome o enfermedad”.
-Antes se entendía como niño agredido sólo el golpeado.
“Efectivamente, el azotado, pero no el violado”.
-¿Y por qué se amplió el concepto?
“Porque a medida que hemos ido evolucionando como sociedad nos hemos encontrado con que la agresión tiene una diversidad de manifestaciones, que sorprenden cada día más. Es muy habitual y se da en todo nivel social.
“Antes se apuntaba a situaciones que afectaban a los marginales, pero hoy ha quedado claro que esto se da a todo nivel, es transversal a todos los estratos económicos. En los niveles altos se le tapa con medicina particular, en cambio, quienes no tienen los medios recurren a este tipo de instituciones, Carabineros o las postas donde se destapa la olla y se encuentra de todo”.
-¿Sigue siendo el núcleo cercano el principal agresor?
“Sí, la familia, el padre, la madre, el conviviente. En los estratos bajos, donde se dan la situación de allegados, es el tío”.
-¿El golpe físico del hermano también cae en la definición de agresión o depende de la intención?
“Sí, muchas veces nos encontramos que los hermanos mayores, que están siendo agredidos también, se descargan en el más pequeño. La agresión, el maltrato familiar es una tremenda bolsa de gatos; todos –pareciera- tienen el derecho de defenderse; entonces, está el hombre agredido, la mujer, todos están violentados, pero el único que no tiene derecho a devolver la mano es el niño”.
-¿Cómo diferenciamos el maltrato de lo que no es? Los hermanos pelean, los padres corrigen.
“El maltrato tiene señales, no sólo se ve por la evidencia física del golpe, sino que tiene un impacto en la autoestima de la persona, la que generalmente decae. Cuando el hermano mayor abusa del más chico éste da señas en su personalidad. Una chuleta entre ellos no tiene ninguna importancia, pero igualmente hay que estar atento y tener cuidado porque por ahí parte el abuso de uno sobre otro.
“El maltrato sale de los cánones de la lógica y el entendimiento y de ahí que la corrección de los padres no siempre es maltrato”.
-¿La gradualidad hace la diferencia?
“Correcto, debe haber corrección dentro de márgenes de la normalidad”.
-¿Será uno de los problemas el que los padres no tengan conciencia de que han traspasado los límites?
“Sí, vivimos hoy en un vorágine y todos tratamos de sobrevivir luchando día con día. Se llega a la casa cansado y como el niño se pone a molestar lo primero que se hace es gritarle que lo deje tranquilo y después pegar. Hemos ido perdiendo la capacidad del aguante y todo atrae mayor violencia”.
-¿Cuál es la reacción de las padres a los que se le enrostra esto?
“Al principio es de negación y después es de no aceptación.
Yo no quise es la frase común, pero difícilmente dirán por lo claro que ellos están maltratando a sus hijos”.
Gabriela Jeldes se hace cargo de lo anquilosado que está el Código Civil chileno que autoriza a los padres a corregir a sus hijos, cuestión que da pie para que muchos argumenten ello para exculpar la agresión. “Muchos de los casos que vemos hoy están amparados por nuestra propia ley”, dice.
A pesar de contar con la Convención de Derechos Humanos del Niño, la legislación chilena aún no ha sido reformulada para asegurar dichos derechos en forma efectiva, dice la profesional.
-¿Se podría avanzar en su solución con una mayor sociabilización del tema?
“Sí, pero también con una legislación distinta. Se debe conseguir que los procesos judiciales sean más cortos aunque los cambios en el proceso penal y los tribunales de la familia han implicado un avance. Tiene falencia como todo, pero esperamos que las cosas funcionen de manera distinta.
“Siempre digo que los niños no votan y por eso se les deja de lado. Pregunto, porque no votan, no tienen derechos”.
-¿Qué se debe mejorar entonces?
“La tipificación del delito, la sanción o las medidas cautelares. El maltrato infantil es visto por los tribunales de familia y sólo en casos de agresiones que dan paso a lesiones gravísimas, como cuasi delito de homicidio, intervienen los tribunales penales.
“Hubo un caso en que la madre casi mató a su hija, pero los tribunales la dejaron libre porque tuvo un acto de compasión al llevarla después a un hospital. Eso da rabia, pero por suerte la justicia ahora se aplica de otra forma”.
Gabriela Jeldes hace presente que hoy la agresión infantil es un tema del cual se habla y se denuncia. “Hace diez años atrás no se tocaba”, asegura.
-Pero sigue siendo menos presente en la agenda pública que la pedofilia y las violaciones sexuales.
“Pero todo es agresión. Cuando se habla de pedofilia estamos hablando de violencia sobre un niño”.
-¿Nos falta hacer conciencia que ignorar a un hijo es maltrato?
“Falta mucho por hacer y ese el objetivo de esta fundación. Para nosotros un niño sacado adelante es lo máximo”.
-¿Las causas de esto siguen siendo las mismas, drogadicción, alcoholismo, historia de maltrato?
“Sí, pero se ha sumado el estrés, la vorágine, la lucha por tener más que hoy está latente. Eso se da mucho en los estratos altos, mientras que en los bajos está la cesantía y la falta de oportunidad y frustraciones. La drogadicción es transversal a todos”.
-¿Un niño golpeado, probablemente será un adulto golpeador?
“Inevitablemente, en un 99,9% lo será y eso no varía a no ser que se intervenga. Sobran casos que lo demuestran como el violador de La Dehesa, “el Tila”. Para no repetir la historia se requiere de una intervención terapéutica, que involucre al niño y a sus padres”.
-¿Los niños están más conscientes de sus derechos? El mundo de la información los alentó.
“Ellos reclaman. Nosotros teníamos un cartelito al ingreso que decía
amigo, exige tu leche y ellos llegaban acá y decían
tía, ¿y la leche a qué hora?. Son niños más abiertos y despiertos”.
-¿Y pueden hacer la diferencia entre castigo y maltrato o ya todo es lo mismo?
“Depende, cuando están acostumbrados al golpe, el maltrato y el castigo son lo mismo; para ellos un palo, un golpe con una manguera es lo mismo que una cachetada. Acá aprenden que hay una diferencia entre ambas situaciones, se les entregan márgenes, parámetros, valores y ellos logran discernir”.
Según estadísticas de la Unicef, Chile es un país golpeador. De hecho, las cifras de 2000 nos colocan a la cabeza de la lista con un 3,2% de niños que reciben algún castigo físico, contra un 1,3% de Estados Unidos y un 1% de Colombia y muy por arriba del 0,27% de Alemania o el 0,81% de Perú.
Los números dicen que uno de cada 7 niños chilenos recibe algún tipo de maltrato -lo que indica que más de 130 mil menores de 15 años son agredidos-, o sea, un 75,3% de los niños.
La última encuesta realizada por la Unicef el 2006, refleja que sólo un 24,7% de niños (es decir, casi dos puntos menos que el 2000, que era un 26,4%) de los niños dice no sufrir algún tipo de apremios dentro de su hogar. El sondeo dado a conocer en estos días señala con claridad que un 21,4% recibe violencia sicológica, un 27,9% violencia física leve y un 24,9% violencia física grave.
-¿No es distorsionado hacer una encuesta entre niños que a lo mejor califican de maltrato algo que no lo es?
“Probablemente sí, por algo todas las encuestas tienen un margen de error, pero si me preguntas a mí, el maltrato es una realidad que vemos hoy en Chile; somos un país muy golpeador”.
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