A pesar de sus años, sigue siendo un galán de tomo y lomo. Pero no es sólo una cosa física, sino que se refleja también en su manera de hablar, de mirar, de comunicarse.
Enfundado en un abrigo gris, nos recibe en la oficina de su teatro –La Feria- en pleno barrio Bellavista. Han sido unas semanas bastante convulsionadas, con una agenda apretada de entrevistas, pues en el Festival de cine de Valdivia obtuvo el reconocimiento como mejor actor en la cinta de Rodrigo Sepúlveda, "Padre Nuestro".
Según muchos entendidos, éste ha sido uno de los mejores roles de su larga carrera y no precisamente porque los otros fueran de menor calidad, sino porque, simplemente, con éste se lució en el papel de un padre que, el día antes de su muerte, se escapa del hospital donde está internado, con la ayuda uno de sus hijos, para tener una última noche de farra.
Pero el trabajo de este año no para ahí, ha estado sobre las tablas en dos obras diferentes y ha participado en cuatro películas; eso sí, en la teleserie del segundo semestre de su canal de hace años, TVN, no participará, pues es una novela de corte adolescente que necesitaba pocos personajes mayores.
-Cuéntame que ha significado para ti este año en particular.
"Fantástico lo de ser elegido el mejor actor y espero que la película, que la estrenamos ahora el 5 de octubre, ande muy bien, como corolario del año que ha sido bastante especial. Televisión he hecho muy poca; he hecho teatro, sí…"
-Pero el teatro es algo habitual en ti.
"Sí, sí, pero no te creas, porque cada vez uno está más cansado (se ríe). Bueno, pero he hecho unas comedias bien graciosas que tuvieron bastante éxito".
-¿Y "Padre Nuestro"?
"Quedó muy bien para mi gusto. La he visto terminada y me parece muy emocionante y muy divertida a la vez… muy emotiva; creo que es un elemento que le falta al cine chileno que le tiene miedo a la emotividad y a la cosa sentimental. No sé si porque no se atreve a meterse o porque considera que es una cosa menor, lo que es absurdo.
"En este caso el sentimiento paternal y de familia está muy bien tratado".
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-¿También porque refleja una sociedad chilena que está desapareciendo?
"Correcto, exacto, sí, sí. Mi personaje es, obviamente, un personaje en extinción, porque la sociedad ya no da tiempo para ser así. Hay que levantarse temprano, partir muy temprano, seguir la competencia, y es terrible… bueno, es así.
"Las sociedades evolucionan y se va desapareciendo gente; ya el caballero de pera y bigote y levita no existe más".
-Tampoco ese mundo de bohemia de casas de remolienda y eso que muestra la película.
"No poh, porque hay que levantarse temprano".
-Además que la mujer hoy está incorporada a la sociedad plenamente y no creo que aguantaría maridos así.
"Como no, claro, tiene que ver mucho con eso también. La señora que aguantaba con paciencia infinita (lo dice como recalcando la paciencia de aquélla) ya no existe. Si ella lo esperaba que llegara de la farra e incluso le preparaba una cazuela; salía a pelar la gallina y todo, jaja".
-¿Echas un poco de menos a esa época? ¿Tenía algo un poco más mágico que esta sociedad que nos está comiendo?
"Uyyy, no sé. Yo me formé más en esa sociedad que en esta otra; la actual a mí, a veces, me sorprende, y no siempre gratamente, sí. Hay ciertas cosas básicas que creo que se han perdido, como por ejemplo la honestidad. La deshonestidad que hay en este momento supera límites que son medio cargantes, casi no se puede confiar ni en la mamá, digamos… no es sano eso.
"Esta es una sociedad que se desarrolla tan precipitadamente que le pasa lo que a los adolescentes, que les crecen los brazos, pero les queda la cabeza chica; les crecen los pies y les duelen los huesos; están ligeramente desbalanceados. Creo que es una sociedad ligeramente adolescente, adolece de muchas cosas y, además, tiene la misma angustia de vida que los adolescentes".
-¿Tiene eso que ver con una reflexión tuya en una entrevista que decía Este país no le rinde pleitesía a los jóvenes, sino que a la infancia?
"Sí, pero fíjate que eso es relativo, porque ocurre como en una costra, en una elite, es muy raro. Si uno piensa en la masa, los jóvenes que están en los colegios, en las universidades, no están muy contentos; este año han demostrado públicamente su descontento. Entonces yo no sé a quien le rinde pleitesía esta sociedad (se queda pensando) ¡a los ricos!, bueno todas las sociedades lo hacen y está bien, porque todo el mundo quiere ser rico".
-En este contexto, la película que te ofreció Cristián Galaz en la que participan puros…
"¡Maduros!" (se apresura a terminar la frase)
-Eso, puros maduros, ¿es un desafío?
"Cada película es un desafío (se ríe)".
-¿Te ha resultado fácil trabajar con directores jóvenes en el cine?
“Sí, muy fácil; es que ya casi todo el mundo es más joven que yo, jajajaja. No, me he entendido muy bien, porque han sido muy amables, por lo demás, y talentosos”.
-¿En qué se parece, Caco, el personaje de “Padre Nuestro” a ti?
“En su gusto por la noche; a mí me gusta mucho la noche, ahora menos ya, pero yo he vivido mucho de noche y para este tipo la noche es su vida, pero, claro, se tiene que levantar y eso le carga. Son genéticas esas cosas, como ser de izquierda o de derecha, estoy convencido de eso”.
-Pero ¿cómo resultan hijos de izquierda de padres de derecha o al revés?
“Ah, bueno, porque es genético, se suman los recesivos, así como de repente los hijos se parecen a los bisabuelos y no a los padres”.
-¿Crees que existen las ideologías todavía entre los jóvenes?
“Ah, sí, no me cabe la menor duda. Claro que sí, pero, además, ser de derecha o izquierda informa de muchas otras cosas, no sólo de ideologías, más bien de cosmovisiones”.
-A propósito de Caco, te planteaste alguna vez cómo quieres terminar tú tus días.
“Bueno, sí, al margen de este personaje, se plantean esas reflexiones a partir de cierto momento. Preferiría terminarlos rápido, ojalá no rodeado de ‘potingues’ y de máquinas y tubos de oxígeno. Ahora, ojalá que sea lo más tarde posible”.
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