Nació en Caletones, el 6 de noviembre de 1946. Así que toda su niñez transcurrió en ese campamento minero del que guarda muy buenos recuerdos. Vivió allí hasta los doce años, sin tener mucha conciencia de la escasez en que nació, porque su vida transcurría entre las normas que los "gringos" establecían y que no le hacían notar grandes diferencias, sino hasta que la familia se trasladó a Santiago.
Es el cuarto de los cinco hermanos, todos hombres, Pavlovic Urrionabarrenechea; hijos de un obrero del cobre y una dueña de casa, de los cuales quedan cuatro vivos, porque uno murió de cáncer.
Cuenta que su madre, que no había terminado siquiera la educación básica, los instó a estudiar para salir de la pobreza. "Era lo que veía en las otras mujeres del campamento e hizo lo mismo con nosotros". Sin embargo, el único profesional es Santiago; lo demás, por uno u otro motivo no llegaron o no terminaron la universidad.
Cuando a los doce años, la familia se vino a Santiago, recién el pequeño se dio cuenta de las diferencias sociales y de la difícil situación económica de la familia. Estudió en un liceo del centro y se propuso salir adelante a través del conocimiento.
Su hermano Pedro, bastante mayor que él, no estudió nada al salir del colegio, pero empezó a meterse en el mundo de la televisión que recién comenzaba como ayudante de tramoya; pero, como sabía mucho de deportes, comenzó a ascender hasta llegar a ser uno de los comentaristas más conocidos de las décadas pasadas en Canal 13.
-¿Tu hermano no influyó en tu decisión de ser periodista?
"No, para nada. Él llegó de casualidad al mundo del periodismo. Yo siempre fui un poco distinto a mis hermanos, muy callado y estudioso, y tenía claro que quería llegar a la universidad".
Más bien reservado, recuerda que de niño le gustaba estar solo, leer e investigar, pero eso, claro, también tuvo que ver con la pérdida del ojo, que lo llevó a aislarse más y a sufrir la continua burla de sus compañeros por los anteojos que acostumbraba a usar.
-Pero el mito es que perdiste el ojo cubriendo como periodista una guerra.
Se ríe a carcajadas. "No suelo hablar de eso, pero una vez me preguntaron cómo había perdido el ojo y dije en una guerra. Parece que cuesta seguir mi humor, porque no siguieron preguntando y así se formó ese cuento".
-¿¡Qué pasó realmente!?
"Jugando con los amigos y los hermanos, bien chico, estábamos combatiendo en una guerra y me enterraron un palo en el ojo. Eso fue todo, jajajaja".
Ya suelto, cuenta que le cargaban los anteojos que debía usar, así que hace unos años decidió mandarse a hacer el parche de cuero negro que hoy es como su marca de fábrica. Se los hace un artesano, especialmente para él, y tiene varios, pero todos negros.
-¿Es más cómodo que los anteojos?
"Claro, pero, además, a mí me gusta más, aunque no sea lo más sentador y los niños crean que soy un pirata, jajaja".
-Me vas a decir que no tienes conciencia que a muchas mujeres le parece tremendamente sexy?
"Nooo… será a ti… no creo".
Se ríe sin parar, pero el tono de voz y la mirada de sus ojos denotan que no es primera vez que se lo dicen. Es divertido él, porque a pesar de que es muy alto y tiene buen porte, claramente no se siente cómodo con su apariencia física, por lo menos como figura de televisión: se siente un conductor atípico. "No me parezco en nada a Amaro (Gómez-Pablo), a Rafael Araneda o a Felipe (Camiroaga); ellos sí son atrayentes para las mujeres".
Santiago tiene cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. Danitza, la mayor, fue modelo y hoy es dueña del "Café literario", no ejerce como abogado, pero ya le dio un nieto. Karin es abogada del Banco de Chile y tiene mellizos. Sebastián estudió la misma carrera que sus hermanas, trabaja en el ministerio de Salud e integra el Comité de Ética de la DC. Andrés, el más chico, estudia Medicina en la Universidad de los Andes y debe soportar las bromas constantes de sus hermanos que se recibieron en la UC y en la Chile.
Entre sus aficiones más arraigadas está la lectura, especialmente la historia, y la de Chile, que es un tema que le apasiona. "No sabes como envidio a Cavada por el programa que está haciendo sobre la Guerra del Pacífico", dice riéndose.
También sus viajes, otro de sus placeres, son primordialmente para conocer y saber sobre los lugares. En Italia, por ejemplo, ha estado dos veces con toda la familia, porque le encanta su cultura y sus paisajes.
Entre las cosas que oculta el conocido periodista, están los poemas que le gustaba escribir, también las canciones que compuso sobre Aisén para un grupo folclórico de esa zona. "Están grabadas ese par de canciones de ese territorio que me fascina por lo vasto, por lo salvaje".
Dice haber conocido tarde a los Beatles, porque antes sólo escuchaba música clásica. Lo mismo le pasó con la literatura, descubrió a los latinoamericanos mucho después que a los clásicos, pero ahora le encanta leer a Vargas Llosa.
-¿Deseos no cumplidos?
"El sueño del pibe: dirigir un diario autónomo, más bien liberal; un diario de opinión más bien crítico y con independencia de los factores económicos. Un ' Le Monde' chileno".
-¿Vicio privado?
"Leer, escuchar música selecta y viajar".
-¡Eres como un viejo chico!
"Jaja ¡cierto!, jaja".