Hoy las mujeres nos sentimos un poco winner.
Esto de tener mujer Presidenta sin duda que influye y hay una cierta corriente en el aire de que es el momento de exigir, exigir y exigir.
Creo que en el largo plazo se puede generar una especie de resentimiento, de partida en muchas otras minorías que hoy son excluidas del sistema.
Lo que sí me parece razonable, es que mientras las mujeres trabajemos fuera de la casa, pero además seamos las principales responsables de la familia y el hogar, nunca estaremos en igualdad de condiciones con los hombres.
Hay encuestas que dicen que las mujeres aportan 85% del tiempo total destinado a trabajo doméstico, otras hablan de que ellas le dedican 4,2 horas diarias y ellos sólo 30 minutos. Aquí no se trata de que las mujeres seamos reemplazadas en funciones naturales como la maternidad y la lactancia, al contrario, esos espacios están bien protegidos por ley, sino más bien, de empezar a hablar de roles complementarios, de proyectos matrimoniales mas que de proyectos personales, de mayor participación del papá en la vida diaria de los hijos.
Los hombres también deberían pedir que las reuniones se hagan más temprano, atreverse a decir como el Ministro Andrés Velasco que se tomarán el permiso postnatal o que llevarán a sus hijos al doctor.
Las mujeres, en esto, también tenemos un papel. Debemos ser más sabias y menos soberbias a la hora de medir la “eficiencia’’ y disponibilidad de los hombres en el ámbito privado. No podemos poner la vara femenina para medir las actitudes masculinas.
Es majadero criticarlos todo el tiempo o marcarles la pauta cada vez que toman la iniciativa para mudar una guagua o ir al supermercado.
Pensándolo al revés es como si a las mujeres nos estuvieran todo el rato cuestionando en el trabajo, simplemente, porque llevamos menos años siendo parte del mundo público.
Además siendo honesta, a todas las mujeres en mayor o menor medida nos ha costado equilibrar la familia con el trabajo, ser asertivas en nuestras funciones o simplemente entender ciertos códigos a los cuales por generaciones no tuvimos acceso.
Finalmente, hemos puesto nuestro sello y hoy se habla del “estilo femenino’’ en el ámbito profesional. Los hombres también tienen su propio estilo “doméstico’’ y hay que aprender a valorarlo. Algunas dirán que está tan oculto que no se han dado cuenta, pero en esto no hay que apurarse. Los cambios culturales siempre van más lentos que los cambios sociales.
