A primera vista, impresiona su físico; es muy alto y musculoso; más bien moreno, además está bronceado; sus ojos son oscuros y con una mirada penetrante. Viste jeans, una polera naranja y zapatillas. Pero, tal vez, lo que más lo identifica es lo hiperkinético que es; no puede estar quieto, se mueve para un lado y otro, se acomoda en el banco en que está sentado, sube las piernas, las baja, vuelve a subirlas... parece que tuviera hormigas en el cuerpo.
Tiene una voz grave, pero dulce; jamás sube el tono ni se molesta por ninguna pregunta. La risa le sale fácil y tiene plena conciencia que la mayoría de la gente lo asocia sólo a un gran cuerpo y espera que tenga un pequeño cerebro. No le importa, él es feliz con su vida y cómo ha salido adelante desde niño; sólo se pone un poco nostálgico cuando recuerda que quería ser tenista profesional, pero, básicamente por problemas de dinero, no pudo lograrlo.
Estudió en varios colegios, primero en el Hispanoamericano; después, se fue a vivir a Iquique por cinco años, cuando volvió a la capital, terminó IV medio en el “La Salle”. Desde I a III medio dio exámenes libres, porque vivía en el club de tenis de Lalo Zulueta (el primer entrenador de Nicolás Massú), en Villa Alemana.
-¡Querías ser tenista!
“Sí, poh, poca gente lo sabe; yo no cuento mucho, porque no me creen, así que siempre ha sido como bien escondida esa parte de mi vida.
“Viajaba todo el año, estaba como dos meses aquí en Chile, no más. De hecho, viajé harto con el Nico y con el “Chino” (Ríos) varias veces”.
-¿Por qué dejaste de jugar?
“Básicamente por un tema de recursos. En ese tiempo no existían los auspiciadores; Chile era como bien lejano a ese cuento. Mi familia me apoyaba feliz, pero era caro en ese momento –este país queda muy lejos del resto del mundo- y salía muy salado. Así que, al cumplir 18 años, elegí seguir estudiando, mejor”.
-¿Entraste a construcción civil, no?
“Sí, porque me gustaba, aunque no te sabría decir por qué. Siempre en el colegio estuve más metido en el tema de la medicina, la kinesiología, por ahí; pero más que nada incentivado por mi papá, porque a él le gustaba... ¡Nada!, al final me di cuenta que me gustaban más las matemáticas y estudié construcción en la Andrés Bello”.
-¿Cómo compatibilizaste el tema del modelaje y del estudio?
“A ver, siempre tuve claro que lo más importante era la carrera. En el fondo, estaba en la universidad y por el tema de que andaba corto de plata empecé a modelar, ¿me entendí?
“Me fui a meter a los castings y resultó, pero yo siempre hice de todo, fui mozo en el Eladio; siempre me las rebusqué para ganar plata. Esta fue una más y resultó bien. El primer año hice hartos comerciales”.
Después de recibirse, trabajó durante dos años en una constructora –sin dejar las pasarelas y los eventos-, pero se retiró para entrar como uno de los competidores a “La Granja Vip” de Canal 13.
-¿Verdad que lo que ganaste ahí lo invertiste en tus centros de estética?
“Sí, claro. Obviamente no iba a estar encerrado gratis durante tres meses, pero, además, tenía otros ahorros”.
-Cuéntame tu experiencia en el reality, porque no todos salen contentos después del encierro.
“Es loco el tema, es un experimento esa cuestión. A mí me pasa que todavía no puedo ver imágenes de “La Granja”, porque me da una pena terrible, como nostalgia.
“Igual fue una buena experiencia. Es loco estar encerrado y desconectado tres meses; te hace pensar mucho, recapacitar. En ese momento no estaba pasando una buena etapa y me sirvió para enfocarme y decidir qué era lo que deseaba para mi futuro”.
-Pero pasaste mucha hambre?
“Sí, al principio bajé mucho de peso, pero después engordé tomando leche de vaca ¡pasaba todo el día colgado de esa vaca, subí diez kilos, salí más gordo que ella!”
Relata que trató de ser él mismo todo el tiempo, porque es una experiencia muy estresante como para además, estar jugando un personaje ganador. “Las dos primeras semanas fueron horribles, sólo me quería ir. Pero dije, filo, hay que seguir adelante, porque soy porfiado y no me gusta echar pie atrás en las cosas”.
También cuenta que la gente lo percibió de otra manera después del reality; que a mucha gente le caía mal, pero le cambió la opinión y se dieron cuenta de su humor, de sus sentimientos, de su verdadera manera de ser.
-¿Te encerrarías de nuevo?
“No sé. De hecho me llamaron para la “Isla Robinson”, pero no quise. Ya lo hice una vez y no me gusta repetir las cosas, aunque me gustaría probar con otros temas”.
-¿Cuáles son tus proyecciones?
“Na, poh, estoy tratando de sacar adelante este negocio de las peluquerías y los centros de belleza, pero no ha sido fácil; es bien difícil el tema. Gracias a Dios me ha ido bien, pero hay que afirmarlo. También tengo una productora con la que me ha ido bastante bien; tengo buenas cuentas”.
-¿Todas tus inversiones se llaman “Pato Laguna”?
“Sí, poh, no voy a andar pagando dos marcas. Además que, es verdad, hay que aprovechar que mi nombre es marca y que mucha gente llega por curiosidad”.
-¿Es cierto que te gustaría conducir tu propio programa?
“Sí, me gustaría que, por lo menos, me probaran; pero son siempre los mismos, no sé cómo hay animadores que pueden hacer tres programas al mismo tiempo si hay tanta gente disponible”.
-¿Cómo llegaste a “El Baile”?
“Me llamó Quesille y, aunque lo pensé un poquito, como me encanta salir a bailar, acepté”.
Ya tenía algo de experiencia, porque durante sesis años fue parte del equipo de 24 modelos que hacía coreografías en el programa del Pollo Fuentes, “Venga Conmigo”.
Está feliz con esta nueva experiencia, la considera casi una terapia. “Lo paso muy bien, estoy casi como cabro chico, es súper relajante y nos cagamos de la risa todo el día. Igual nos han sacado el jugo y mi compañera, la Viví, es muy exigente”, afirma.
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