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Los límites no se imponen, se razonan

El rayado de cancha para los hijos no comienza en la adolescencia, sino se construye desde que nacen, basado en el afecto, la comunicación y las normas familiares.

19 de Diciembre de 2006 | 17:58 |
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Definitivamente, los adolescentes no son el problema, sino cómo se educa a los hijos desde el instante mismo en que nacen, si es que no antes. Y es que los límites no son el único tema importante del que preocuparse en la crianza, sino también el afecto, el diálogo, la guía para la búsqueda de la propia identidad de los hijos y su autonomía.

Así lo aseguraron los psiquiatras infanto- juveniles Sergio Canals y Patricio Fischman durante la charla "Rayado de cancha: ¿cómo poner los límites?", organizada por la facultad de educación de la Universidad Pedro de Valdivia en Casas de Lo Matta.

Fischman insistió que los límites son la aplicación de estrategias para guiar a los hijos en lo moral, lo cognitivo y lo emocional. "Hay que buscar la armonía en esta multifactorialidad, porque estamos guiando, no domesticando conductas".

El psiquiatra enfatizó que el niño que llega a ser un adulto sin problemas ni trastornos es aquél que en la fase inicial de su crecimiento sintió plena confianza en su madre; es decir, ella supo entender por qué lloraba -cuándo era maña y cuándo no-, lo acunó, lo acarició, pero no lo acosó ni lo sobreprotegió. En esta etapa el padre cumple un rol más bien de acompañamiento y acogida.

Desde que comienza a descubrir el mundo por si mismo, el niño debe manejar su autonomía: debe caerse para aprender a pararse, explorar, mirar, tocar. Si no logra las metas de esta etapa por sobreprotección u otros factores asociados a la educación que recibe y al estímulo y cariño, se le provoca una sensación de vergüenza o duda que lo hace pasar al siguiente período de desarrollo disminuido, "enfermo".

Luego viene la fase en que los infantes se sienten transparentes, creen que los demás saben todo sobre ellos; además, su pensamiento es mágico, así es que aparece la culpa y los miedos, pero también es la época de las primeras ideas y pensamientos más elaborados.
Algunos consejos
- Las reglas no son universales ni permanentes; es decir, cambian con el tiempo y según las familias, incluso pueden cambiar de un hijo a otro.
- Los adolescentes que respetan a sus padres, colaboran.
- Los límites enseñan a tolerar las frustraciones.
- La enseñanza en la disciplina es un proceso largo.
- No todas las batallas hay que pelearlas. Sólo los temas de salud y seguridad son inclaudicables.
- Pegar significa que los padres perdieron la capacidad de controlar los propios impulsos.
- Cuando la situación sobrepasa a los padres, deben tomarse un time out; es decir, un tiempo para reflexionar y mandar al hijo a un lugar sin estímulos para que también piense o se tranquilice (en el caso de una pataleta).
- No discutir durante ni por la comida. Si hay problemas con la alimentación, hablarlos después de pararse de la mesa, para evitar trastornos alimentarios.
- Aprender a negociar desde chiquititos, no sólo con los adolescentes. Compartir un modelo de negociación familiar.
- Ante una actitud oposicionista, ofrecer opciones a los hijos: "Elige entre esto y esto otro"; les ayuda a disipar la ira y sentir que los padres cedieron un poco.
- Establecer claramente los límites y darlos a conocer antes de que las situación en cuestión se produzca.

Desde los 6 a los 12 años, se produce una etapa de "latencia"; inician la vida escolar y son capaces de lograr metas reales, sustentados por sus padres, maestros y la percepción que tienen de ellos mismos. Sienten una gran responsabilidad de responder frente a las expectativas parentales.

En la adolescencia, los impulsos hormonales producen los cambios puberales y es en esta fase donde la misión principal es establecer la propia identidad. "Es algo que cada persona gana en las etapas anteriores. Hay que haber acumulado capital interno en cada una de ellas para estar bien armado para enfrentar las exigencias externas de este período", explica el doctor Fischman.

"Es aquí donde todo ser humano está pendiente del espejo universal en el que se mira. Se cambia de traje constantemente para encontrar el adecuado para seguir con su vida adulta. Se está preguntando siempre ¿cómo quieren que me vea?", agrega.

Los límites

No existen recetas mágicas para establecer los límites, sino que ellos dependen del sentido de vida de cada familia, de sus principios y normas, coinciden ambos doctores.

Insisten en que siempre es mejor sentir que los hijos "cooperan " con sus padres en vez de tenerles "obediencia ciega". "Cuando los hijos sólo se manejan con límites externos, puestos por los demás, no aprenderán jamás a ponérselos por si solos", dice Fischmann.

Por eso es que los límites deben ser producto de la aceptación, la participación y la negociación de los hijos con los padres; de lo contrario, cuando son nada más que órdenes, se provoca la rebeldía y el mal vínculo.

Por supuesto, ambos especialistas insisten en que los padres deben ser modelos de los que piden a sus hijos y no ser del tipo de "haz lo que digo, pero no hago". Sólo la firmeza, la flexibilidad y el diálogo llevan al respeto y la autonomía. La obediencia rígida, la jerarquía y el castigo (físico o desproporcionado) terminan en la enajenación del individuo.

"Cuando los adolescentes tienen límites rígidos y absolutos, no aprenden a asumir sus propias responsabilidades. Enfrentan mucho mejor la realidad y aprenden a manejarse cuando se sienten acogidos por sus padres y profesores. Cuando se les da la posibilidad de negociar, los hijos aprenden a debatir y a ponerle palabras a los sentimientos", sostiene Fischman.

El psiquiatra hace una distinción entre padres autorizados y autoritarios. Los primeros involucran a sus hijos en un proceso de razonamiento, son flexibles dentro de un marco de normas claras y conocidas previamente por lo hijos. "Las consecuencias de sus actos –en el caso de los castigos- deben ser sensatas y fiscalizadas por los padres, no del tipo ¡no volverás a salir en un año!; los hijos deben entender que cruzaron los límites, pero siempre en un medio que los acoja y se comunique con ellos…¡democracia en las relaciones familiares!", agrega.



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