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Psiquiatra ante todo

A pesar de que muchos lo conocen por su participación en programas de radio y televisión, su vida ha estado marcada siempre por su interés en mejorar la calidad de vida de los chilenos y, especialmente, de los niños y jóvenes, trabajando para alejarlos del consumo de drogas, el abuso de alcohol y la delincuencia.

30 de Enero de 2007 | 10:04 |
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Es un hombre tremendamente calmo y pausado; habla lento como si estuviera dictando una clase y mira de frente, con esos ojos muy azules que se destacan aún más producto de pelo y tupida barba blanca y su calva reluciente.

Su modo y sus facciones lo hacen muy similar a la imagen que uno tiene del “Viejito Pascuero” de la infancia: alguien de quien se espera regalos (en este caso consejos) y que produce una sensación de estar muy a gusto, porque su voz es suave y sus maneras amables.

Por eso no es extraño que a pesar de haberse dedicado a la medicina y especialmente a la psiquiatría infanto juvenil, haya tenido tanto éxito como comunicador, porque su forma de ser es algo que, tal vez, le hace falta a los medios de comunicación: una persona inteligente y afable que pueda reírse de buena gana, pero también que ayude a esta sociedad que ha perdido un poco el rumbo, a encontrarlo.

Sin embargo, haber tomado la opción de participar de distintos programas, ya sea como especialista o como ciudadano común y corriente, le ha traído algunas dificultades en su propio medio donde algunos lo acusan de “farandulizarse”. A Canals le interesa dejar muy en claro que él es, ante todo, un psiquiatra, y que lo demás es sólo parte de sus hobbies.

Cuenta que llegó a la medicina, entre otras cosas, porque su padre siempre quiso ser médico, pero como su abuelo murió muy joven, luego de venirse de España, debió ponerse a trabajar y no logró realizar su sueño; así que, traspasó sus anhelos a sus hijos, tres de los cuales son médicos. “Mi padre, que aún vive y tiene 94 años, siempre me compró microscopios, el ‘invisible man’ (este mono transparente que tiene todos los órganos) y, la verdad, es que uno, joven, se va orientando en función de los que le van proponiendo”, explica.

Después de recibirse y ejercer como pediatra, postuló a distintas becas y “conciliando mis intereses; es decir, la pediatría, la pintura y la comunicación, pensé que la psiquiatría permitía aunar estas áreas en una actividad médica”. Así estuvo tres años en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile, especializándose en infantes y jóvenes, guiado por el profesor Armando Roa, un reconocido psiquiatra.

Paralelamente trabajó administrando los consultorios municipalizados de Conchalí, que en ese tiempo era una comuna mucho más amplia (englobaba a tres de las de hoy). “Conchalí tenía 300 mil habitantes”, enfatiza.

-¿Qué hacía ahí?
“Durante el tiempo que estuve en la clínica, ésta tenía una acción muy poderosa sobre lo que era salud mental comunitaria, así que desarrollamos esa idea en los consultorios municipalizados, los que hoy se llaman centros de salud comunitarios. Nosotros hicimos el primero”.

-¿Para adolescentes con problemas de adicciones?
“Claro, tratábamos adolescentes adictos al neoprén y abuso de drogas; todos de alto riesgo y muy marginales. Fue una experiencia que marcó lo que hoy son los centros. Fuimos pioneros”.

-Su carrera está bien focalizada en ese tema.
“Sí, en el tratamiento de consumo de drogas y abuso de alcohol, pero también en la prevención; para trabajar en la propia comunidad, pero además en los colegios, previniendo que aparezca el consumo”.

La beca la realizó entre los años ’83 y ’86; a mediados de ella ya empezó a trabajar en salud mental comunitaria y permaneció en esa labor por seis o siete años más; en Conchalí y luego en Estación Central. También durante esa época era profesor de la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Chile.

-También trabajó con adolescentes delincuentes.
“Sí, en Estación Central y también en Colón Oriente”.

-¿Por qué esta preocupación por lo social?
“La verdad es que si uno mira más personalmente, desde el punto de vista de la religión- me formé en el Luis Campino, que es un colegio de Iglesia-, a la luz de eso y de lo que hice en mi formación en la beca de salud mental, me pareció tremendamente atractivo esto de trabajar en las realidades de riesgo; no sólo con abusadores de sustancias, sino también con delincuentes.
“También hicimos un plan pionero en la época para la reinserción escolar de los jóvenes con problemas”.

Recuerda que en los tiempos de Conchalí, cuando debía entrar al sector donde se acaba La Pincoya, tenía que acompañarlo un guardaespaldas, que era uno de los adolescentes que trataba, pero con una “gran presencia física, conocido y respetado en esa zona. Le decían ‘El Mama’ y él me permitía poder trabajar con líderes de pandilla, porque si no era muy riesgoso”.

-¿Nunca le pasó algo?
“Cuando trabajé en las orillas del Mapocho, durante la noche, les pregunté por qué nunca me habían hecho nada, porque yo iba con bastante temor y me contestaron porque creíamos que usted era cura. Me confundían por la barba y ellos le tienen mucho respeto a los sacerdotes”.

-¿Por qué, después de toda esta labor, ahora está dedicado sólo a su consulta?
“Mantuve esa línea de trabajo hasta hace poco tiempo, pero me cansé, porque son adolescentes que necesitan mucho afecto, son voraces e implica entregar mucho del propio tiempo y de la energía de uno.
“En la medida que uno va teniendo otras aspiraciones, más académicas, tiene que recortar un poco eso y lo deja para la consulta privada y la prevención en colegios e instituciones o empresas”.

-¿Cuáles son los temas que desarrolla en los colegios y empresas?
“Ámbitos de la calidad de vida, desarrollo organizacional y prevención de consumo de drogas y abuso de alcohol. Ese es un eje que aún mantengo, pero con menos intensidad, porque el tiempo mayor está situado en la clínica, en mi consulta, en el área infanto-juvenil. Soy psiquiatra ante todo”.

-A la luz de la clínica, ¿cuáles son los mayores problemas de los adolescentes?
“Muchos trastornos ansiosos depresivos; trastornos de desarrollo de la personalidad, de conducta y abuso de alcohol. Esto tiene ciclos estacionales: en el otoño aumentan las depresiones y a final de año aumentan los problemas escolares y los trastornos ansiosos por la PSU.
“Lo que más llama la atención es el aumento de las depresiones que cada vez se diagnostican más precoces; hay niños de 7 años en tratamientos. También ha aparecido fuertemente la bipolaridad y los comportamientos agresivos, impulsivos y autodestructivos. Junto a eso, cada vez recibo más niños con estos problemas, pero asociados a rupturas matrimoniales y separaciones que, como están aumentando, se están trasladando a los hijos”.

También menciona la extrema competitividad de los colegios que, ante la más leve diferencia de comportamiento o rendimiento de un niño o joven, pide inmediatamente que sea visto por un especialista, porque no se tolera la diversidad.

Otro tema que preocupa a los padres es el de los trastornos alimentarios. Canals explica que el principal problema para enfrentarlos es prevenirlo, porque no se le puede poner un foco similar al de la drogadicción o el alcoholismo que son, en sí, conductas negativas; en cambio la anorexia o la bulimia se fijan sobre un proceso normal, que es el alimentarse. Añade que esto mismo sucede respecto de la sexualidad y la prevención del Sida.

-¿Cómo así?
“Cuando la sexualidad se trata y se le pone un foco similar al de las patologías, se equivoca, principalmente, porque termina –peor todavía en el embarazo adolescente- por parecer una enfermedad y se pierde de vista que la sexualidad es algo extraordinariamente hermoso y que sustenta a la naturalidad en su base biológica, espiritual, sicológica.
“Es lo que se le critica a las grandes estrategias de prevención hoy día, donde el Sida aparece homologado al embarazo adolescente, porque Ponte el condón y previene las dos cosas. Hace que el embarazo sea similar a una de las peores enfermedades; eso desnaturaliza la realidad profunda del ser humano, la reduce a la patología, a lo biológico; genitaliza la sexualidad, la saca de su sentido más profundo, que es casi divina, porque permite procrear... ¿qué más cerca de Dios que formar un ser humano nuevo? Todo eso queda pulverizado por estas miradas pragmáticas”.

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