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“Se miró el problema de la drogadicción con una visión muy ingenua”

La directora de la Corporación La Esperanza afirma que las mujeres han aumentado el consumo de droga y alcohol y que su rehabilitación es mucho más difícil que la del hombre. Además, dice que están perdiendo su rol de factor protector de los niños.

01 de Febrero de 2007 | 10:10 |
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La realidad con la que trabaja es una de las más duras que puede golpear a un ser humano. Es una realidad que lo denigra y, generalmente, desintegra sus afectos, redes familiares y círculos laborales.

Sí, porque la adicción al alcohol y las drogas puede quebrar el curso de la vida y sólo un proceso de rehabilitación serio puede sacar a una persona del pozo profundo al que cae y del cual es muy difícil salir.

La directora de la Corporación La Esperanza, Ana Luisa Jouanne, lleva más de once años dando una mano a quienes padecen este flagelo y eso le valió recibir, este año, el premio 100 Mujeres Líderes. Lo avanzado no es menor, porque ya cuentan con cuatro centros de atención de drogadictos que silenciosa y esforzadamente intentan levantar a quienes cayeron.

-¿Cuánto ha cambiado la realidad de la drogadicción en estos últimos años?
“Hace 10 años se veía como un problema serio la drogadicción en la I región y se pensaba que no pasaba para el resto del país, salvo en algunas comunas individualizadas de Santiago. Hoy, el consumo es de Arica a Punta Arenas, en todos los niveles socio económicos, en los distintos tramos etáreos y se ha duplicado el consumo de la mujer”.

-¿O sea, la realidad es más dura?
“Claro, hace 10 años todos decían que estábamos en niveles bajo, pero era cosa de ver la curva y ésta iba en ascenso; eso era lo que había que tomar en cuenta, más que si estábamos altos o bajos. Hoy ocupamos el primer lugar en marihuana y el segundo en cocaína de Latinoamerica, estamos sobre Colombia en algunos casos. No estamos hablando de una cosa periférica como problema, es un tema central; es más, diría que es el principal problema de salud pública”.

-¿Por qué?
“Porque tiene un grave efecto desintegrador de la sociedad por todo lo que implica. Si se tiene un problema de salud éste se circunscribe a ese ámbito o al contagio, en el caso de la droga, se desintegra familia, los niños quedan marcados, se desintegran barrios, todo se amarra al tráfico, se afectan reparticiones que tienen que funcionar sin corrupción. El problema de la droga no pasa por la libertad déjenme consumir, no, ese no es el punto. El punto es que el consumo tiene consecuencias directas en la sociedad completa”.

-¿Qué pasó? ¿Los planes de control del tráfico y prevención del consumo fueron mal enfocados?
“Recursos han habido. Creo que han estado mal enfocados en el Conace y no han sido eficiente en el uso de los recursos. En un principio se miró esto con una visión muy ingenua, se le miró como un problema menor y ahora se está tratando de reaccionar y hacerlo no es fácil, es lento. Según las cifras del Conace, 230 mil personas se declaran adictos problemas, de esos hay 40 mil que quieren rehabilitarse y sólo hay instancias de rehabilitación para 13 mil personas considerando desde la primera respuesta en consultorio. Los tratamientos -tratamientos son contados con los dedos de las manos y los gratuitos menos, nosotros, el Hogar de Cristo y algunas instancias que está desarrollando el Conace en hospitales. O sea, sólo hay posibilidad de atender al 6%.
"Hoy, veo que en el Conace hay buenas intenciones y buenos proyectos en relación a la rehabilitación de jóvenes adolescentes infractores y a lo que será el Auge para infanto adolescente, o sea, niños y jóvenes entre 12 y 19 años".

Ana Luisa Jouanne hace hincapié que cuando la sociedad va relajando algunas normas de conducta morales, la gente se va permitiendo consumir. “El índice de percepción de riesgo frente a la droga ha bajado muchísimo, o sea, la gente no considera malo consumir, por lo tanto, las personas están mucho más vulnerables, en una situación compleja o de presión de grupo, a consumir droga por primera vez; se está con la guardia baja”.

Agrega que es ya sabido que la pobreza y la falta de oportunidades en una sociedad exitista no son causantes directos de la drogadicción. Lo es una debilidad en el círculo de los afectos que hace que se tenga una personalidad que busca evadirse; lo es la soledad e incluso, en algunos casos hasta las puras ganas de entretención. “La estructura de la persona está cada día más débil, no tiene en que afirmarse, no tiene un sentido de trascendencia y eso hace presumir que el problema va ir creciendo”, dice.

-¿A toda edad?
“Nosotros partimos trabajando con un promedio de edad de 23 años y hoy el promedio es de 34”.

-¿Eso es porque parten tarde o llevan una larga historia de consumo?
“Las dos cosas, antes se pensaba que el consumo terminaba a los 25 o 26 años, que la persona maduraba y hoy tenemos personas de 50 años rehabilitándose, que partieron tarde o se quedaron pegados en el consumo.
“El tipo de sociedad que tenemos, una personalidad más débil para enfrentar los problemas, una percepción de riesgo más baja y la facilidad de acceso a la droga da un cuadro en que las probabilidades que se elija consumir sean mayores”.

-¿Cuáles son los grupos que están siendo más golpeados? ¿Siguen siendo los jóvenes?
“El estrato de mayor consumo es entre los 18 y 25 años, pero el estrato más peligroso es el de 12 a 18 por como ha ido subiendo; hay un inicio más temprano del consumo de la marihuana con alto ingesta de trago. Ahora, en ese grupo etáreo, la preadolescencia, el consumo de la mujer prácticamente se iguala al del hombre y esto es muy serio, porque evidentemente un grupo lo deja y otro se queda pegado”.

-¿Qué pasa con la mujer?
“Es un drama que la mujer consuma, porque ella era el factor protector de la familia, ella evitaba o daba señales claras a los niños de no consumo. Si consume, se presenta el problema de quién cuida a los niños; si se embaraza y sigue consumiendo todo hace pensar que es más difícil que después se rehabilite porque nada la hizo parar en el embarazo”.

-¿O sea, la maternidad ya no es un factor inhibidor?
“Ha bajado como factor inhibidor y la mujer ha bajado también su rol de protector frente a la droga.
“Quiero decir que rehabilitar mujeres es tremendamente difícil, mucho más que hombres. La mujer se hace adicta más rápido por una cuestión hormonal, por la presencia de la progesterona; teóricamente es más fácil rehabilitarla, pero en la práctica, todo el entorno social dificulta enormemente eso. Cuando alguien quiere rehabilitarse le pedimos que venga con un tutor y el hombre lo hace con su madre, su mujer o su hermana, muy pocos llegan solos; en las más mujeres es a la inversa, son poquísimas las que llegan con alguien. No tienen con quien dejar los hijos y es tan sancionado el consumo en su círculo que ellas no llegan a los centros de rehabilitación, el hombre no le da permiso para hacerlo”.

-¿Hay algunos factores gatillantes de la drogadicción en la mujer más allá de la debilidad en los afectos y personalidad?
“En los niveles socio económicos altos es la soledad y una vida sin sentido; una de las etapas más vulnerables es cuando los hijos se van porque se empieza con el exceso de pastillas –la fármaco dependencia- y de alcohol. Cuando se siente sola, le puede resultar difícil reencontrarse con el marido. En los estratos más bajos es la violencia intrafamiliar y también la soledad. O sea, a todo nivel la falta de cariño explica gran parte del problema. Si una mujer tiene la autoestima alta no necesita recurrir a la droga y el trago, por eso, lo que más agradecen ellas son nuestros talleres de espiritualidad, por sobre los de manualidades, cocina y otros”.

-¿Una madre drogadicta es más modelo imitador que el padre?
“No está medido, pero el sentido común te dice que sí. Cuando la persona que tiene que acoger en su casa a los niños es drogadicta, ellos no tienen barreras de contención. Se puede dar dos situaciones; o que se les produzca un gran rechazo o crean que ello es normal”.

La Corporación La Esperanza posee hoy cuatro centros de rehabilitación; el primero en San Joaquín, que es de régimen ambulatorio y en casos excepcionales de internado, al igual que el de Iquique; el centro sólo para mujeres en Huechuraba y el de atención temprana en Presidente Riesco.

Se utiliza el método ambulatorio porque se busca que la rehabilitación se haga dentro de la realidad que les toca vivir y no una burbuja, ya que después les es muy difícil reinsertarse en su medio. Además, el sistema es totalmente terapéutico, es decir, no se utilizan drogas para cambiar la dependencia y se reeduca en sus hábitos laborales. “Todo es en base a la voluntad y resulta”, dice Ana Luisa.

El centro de Presidente Riesco fue fruto de la demanda de muchas personas del grupo ABC1 que pudiendo costear un proceso de rehabilitación no podían hacerlo en las clínicas privadas que hay en el sector porque son muy onerosas.

“Aquí se atiende droga y alcohol; se atiende al consumidor precoz de alcohol como el adolescente o adulto que se borra uno o dos fines de semana con trago y todavía no es alcohólico crónico; se busca rescatarlo antes de que se transforme en un enfermo. No hablamos de consumo precoz de droga, el consumo es consumo, pero hay una etapa en que todavía no es crónico y se le puede sacar adelante antes de que se convierta en una enfermedad”, explica.

-¿Tienen conciencia de eso?
“No ellos, los padres, por eso hacemos un llamado a los padres para que asuman que este problema hay que atajarlo a tiempo porque si no reaccionan van a tener un hijo alcohólico o, el paso siguiente, drogadicto.
“Las personas que vienen acá son personas que todavía pueden mantener lazos en el trabajo, en su familia y con los amigos; cuando se ha perdido eso, se ha tocado fondo y requieren un tratamiento intenso”.

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