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Una psiquiatra concentrada en ser madre y alcaldesa

06 de Diciembre de 2006 | 14:15 |
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Aunque dice no estar en campaña, tiempo se da para recibir a todos los medios nacionales que le solicitan entrevistas. Para eso se traslada a Santiago por el día, tal como lo hace todos los lunes cuando hay comisión política de la UDI.

Se mueve con facilidad, pero al poco tiempo de estar sentada comienza a sobarse la barriga porque le duelen las costillas. En su sexto mes de embarazo, parece no estar dispuesta a bajar el ritmo de trabajo aún.

A los 41 años, tiene cinco hijos que van de los 15 a los 5 años y se le ve claramente feliz cuando se trata de hablar de su familia, aunque se hayan visto perjudicados con su arduo trabajo; desde 1992 ejercía su profesión de psiquiatra junto con la de concejal y desde el 2000 ha estado a full como alcaldesa de la ciudad penquista.

Su sexto embarazo la va a pillar nuevamente de edil, pero en esta oportunidad no habrá polémicas en torno a los pre y post natal y estará más tranquila. En su maternidad pasada alegó, y con razón, por el hecho de que estaba impedida de dejar en la subrogancia de la alcadía a alguien de su confianza, por eso, volvió al puesto al poco tiempo y su guagua iba con ella para poder amamantarla.

-¿Eres medio trabajólica?
“Sí, obtengo tantas satisfacciones en lo que hago, me gusta tanto, me entretengo tanto, que si tú me preguntas qué he sacrificado, te diría que el tiempo para mí y no lo echo de menos”.

-¿Y tienes tiempo para embarcarte en un nuevo embarazo?
(Lanza una carcajada) “No, éste fue regalo de Dios”.

-No estaba proyectado.
“No, vino directamente del cielo (sigue riendo). Va a ser él que me va a cuidar cuando sea viejita”.

-¿Muy grande la sorpresa?
“La verdad es que yo tengo, en general, buenos embarazos, pero los primeros meses me siento muy mal. En este caso, justo coincidió con las inundaciones de invierno y me sentía morir. Yo decía o tengo cáncer y estoy agonizante o estoy embarazada porque esos estados no son normal en mí y... me di cuenta que estaba embarazada”.

-¿Cambian muchos los planes a futuro?
“No, tengo la suerte de tener mucho apoyo familiar. Lo más probable –no puedo decirlo con certeza- es que ésta sea mi última guagua, así que pretendo disfrutarla a concho”.

-¿Y lo podrás hacer? ¿Cómo fue con la menor?
“Con la Magdalena también disfruté, parece que entre más vieja uno, más rico. Andaba todo el día con ella. Ahora, voy a tomarme mis permisos”.

-¿Has enfrentado muchos costos por estar en el servicio público?
“Sí. Yo te diría un poco que la pérdida de privacidad; no es lo mismo que ser Presidente, pero es mucho más que ser parlamentario el ser alcalde. Yo tengo un nivel de conocimiento súper alto en Concepción y al salir a cualquier lado la gente me dice ah, alcaldes, yo quería hablar con usted. Y eso es cuando voy al cine con los niños o voy a misa. Al comienzo fue muy fuerte, porque lo sentí una invasión de mis espacios, los míos, que no son muchos. Me costó mucho aprender a manejarlo”.

-¿Y cuáles han sido los costos familiares, por tus tiempos?
“Es que nunca he trabajado part time, siempre a full. Además de concejal antes tenía la consulta, trabajaba en un centro médico, hacía clases en la universidad, asesorías en empresas. Siempre he hecho hartas cosas; claro, ahora es más absorbente, pero uno se las arregla.
“Creo que a los niños les gustaría que estuviera más en la casa –siendo súper sincera- pero eso le pasa a todos. Siempre va a ser poco para ellos. Creo que los he protegido mucho y tengo la ventaja de ser mujer en el servicio público, ellos no llevan mi apellido, entonces eso los defiende porque nunca falta el maleducado o desubicado y mal intencionado que les puede decir una pesadez. Tener el apellido del papá los defiende; además busco de que no tengan un trato especial, o sea, que hagan la cola”.

-¿Y echas de menos el ejercicio de la psiquiatría?
(Se ríe) “No, la verdad es que no, me gusta tanto lo que hago. Algunas veces he dicho que si tuviera la suficiente plata lo haría gratis, es maravilloso hacer cosas y ver el fruto de eso”.

-¿Te vas a bajar alguna vez del carril político?
“No lo sé, la verdad es que no suelo proyectarme mucho más adelante. Las proyecciones no funcionan... supongo que en algún minuto me tendré que cansar”.

-¿Y volver a la psiquiatría?
“Nunca lo he pensado, trato de hacer las cosas bien y copando todos los espacios en la medida que se van presentando”.

-¿Cómo has logrado compatibilizar tu agenda de madre y trabajadora?
“Tengo una súper buena red de apoyo. Partiendo, mi marido es muy buen papá; mi mamá está cerca y me ayuda con los acarreos y además tengo en mi casa a dos personas que ayudan y quieren a mis hijos como si fueran de ellas. Eso ayuda harto”.

Jacqueline rememora aquellos años en que ella podía darse algunos gustos personales. Además de ser muy deportista, se dedicaba a pintar (hacía pintura en cerámica) y jugaba squash. “Antes de embarazarme iba al gimnasio a las 7 de la mañana, era más agotador”, cuenta.

-¿Lo más difícil ha sido sobrellevar la agenda de viajes a Santiago?
“No, lo que pasa es que vengo por el día y ahora, son tanto los vuelos que hay de Concepción que me demoro 50 minutos que es lo que probablemente se demora alguien a su trabajo.
“Diría que lo más agotador es la pelea chica, el conventilleo político, eso es lo que a mí me agota, me cansa”.

-¿Cuánto pesará tu familia en una eventual candidatura presidencial?
“En su minuto, eso lo tendré que evaluar seriamente. Mi familia es lo más importante y yo no podría ir en contra de ellos si están en desacuerdo”.

-¿Cómo los ves?
(Lanza otra carcajada) “Los veo de acuerdo, todavía, pero lo que pasa es que no lo han pensado seriamente”.
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