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El gran elefante blanco que no entiende los nuevos tiempos

15 de Enero de 2007 | 13:34 |
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Sin duda, la música es una materia que domina al revés y al derecho, pero Franzani es mucho más que eso. Le interesa profundamente la actualidad y lee mucho. Tiene claro, eso sí, que la gente lo identifica más por sus conocimientos musicales, aunque insiste que lo que pretende en sus programas es aportar a la cultura en general.

“Es bacán sustentar programas culturales con un halo pop, porque cuando uno habla de programa cultural en radio como que todo el mundo dice no, no, no, esa weá no va a funcionar, pero si lo haces con códigos jóvenes y vas rápido, puedes abordar cualquier tema”, explica.

-O sea, los jóvenes necesitan un formato distinto.
“Claro, es el modo cómo se les entrega la información, porque si es un plomazo hasta el más motivado se aburre. En cambio, sí logras entregarle un buen contenido de manera ágil y amena, con la velocidad que requiere un joven el 2006”.

-Es que, además, toda la información está al alcance de la mano.
“El que quiere saber no tiene ni que gastar plata. Te comprai una revista, aunque sea con seis meses de desfase y estai listo, porque con eso cachai las bandas, llegai a las páginas, te metís a los links y vai cachando más bandas pa’ atrás. Está todo ahí, en el aire, y eso pasa con todo”.

-¿Cuál es tu diagnóstico, el panorama de la música en Chile en este minuto?
“A nivel global hay una patente y seria crisis de industria por factores que van desde la piratería hasta el resquebrajamiento de ese mismo main street que no supo adelantarse a las nuevas tecnologías, que no fue capaz de prever lo que se venía, que era este mundo globalizado de descargas inmediatas, gratuitas; de piratería extrema; donde todo está penado por la ley, pero en realidad todo es muy fácil de hacer.
“Es una industria que se mueve como un gran elefante blanco sin entender los nuevos tiempos”.

-En la práctica, ¿qué genera eso?
“Por una parte, que ya no hay lucas para fichar promesas ni artistas locales, sino sólo jugar las cartas con las megaestrellas mundiales, lo que siempre va a ser sandía calada; por lo tanto, el sello multinacional ya no invierte en la banda chilena.
“Producto de ese mismo desarrollo tecnológico, las bandas pueden tener las riendas de su propio trabajo y eso genera una independencia inmediata de esa industria. Con distintos programas, con los soportes tecnológicos necesarios, cualquier grupo puede grabar su propio disco en su casa, con estupenda calidad; eso se manda a multicopiar y, posteriormente, se distribuye. Pero el gran tema está ahí, en la distribución y promoción; aunque, en algunos casos, la multinacional te linkea y el disco termina en una disquería”.

-¿Es decir, que lo que parece una deficiencia termina siendo un plus para las bandas locales?
“Bueno, el mercado igual regula. Hay muchos discos buenos y muchos muy malos; en general lo malo es más, pero es mejor que exista esta como ‘democratización’ de la factura, porque antes grabar un disco era carísimo; hoy se puede hacer en la casa. Es una rebelión mundial. Hay un universo demasiado amplio de cosas nuevas”.

-¿Qué proyección le ves a lo que se está haciendo en Chile?
“Lo que falta es profesionalizar esa independencia de las bandas, porque no sirve de nada tener tu disco, si no eres capaz de entender los códigos de un mercado que, aunque está en crisis, existe. Alguien tiene que comprar los discos. Para eso hay que desarrollar más los shows en vivo – Chile es un país que tiene poca cultura de shows en vivo-”.

-Pero han surgido una serie de pequeños lugares donde las bandas tocan en vivo.
“Sí, es cierto y es bonito, porque se ha empezado a generar un periplo a nivel ciudad, que la hace más rica. Ahora puedes salir un viernes en la noche y, si estás bien informado, puedes llegar a una serie de sucuchos en el centro, donde está tocando muchas bandas, de hip hop, punk, rock, pop, electrónicas. Están ahí, tocando de lunes a domingo”.

-Programas como “Rojo”, ¿te parecen aporte para la música?
“El otro día leía que “Rojo” dominaba el 10% de la industria discográfica en Chile; una cifra no menor, considerando que estamos hablando de un programa de televisión que tiene un impacto mediático muy fuerte y que alude a un público más bien popular, a la gran masa que consume discos baratos, de dos tres lucas, y se genera una industria fuerte”.

- Eso en términos comerciales, pero qué pasa desde el punto de vista artístico?
“No es un aporte, lo que hace son fórmulas archiconocidas desde la balada romántica –que no sé cómo son capaces de seguir sacándole el jugo- hasta los ritmos de moda.
“Para mí, el valor de ese programa es que ha sido como un hit para Canal 7, que le da las lucas necesarias para poder mantener al aire programas culturales y de calidad”.

-¿Vas a comentar el Festival de Viña?
“No. Es que este año tuve una sobrecarga de trabajo que me dejó medio saturado. No me di cuenta que hacer lo que me gusta, todo el día, implicaba perder otros espacios, como estar en mi casa echado escuchando un disco o salir a andar en bicicleta.
“Se me hizo peligroso, como un doble filo, esto de que mi trabajo se convierte en mi vida, porque también es mi hobbie. Así que no sigo en el 13”.

-¿Te costó comentar Viña, porque no es la música que te gusta, no?
“No, porque lo que me pidieron, y lo encontré muy honesto de parte del canal, fue que no cuestionara la selección de quienes se presentaron en el Festival, pero sí me dieron amplia libertad para opinar sobre el show que mostraron en la Quinta. Fue un ejercicio interesante de objetividad, de poder evaluar más allá de si me gustaba o no”.
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