- Papá... el próximo domingo me voy a la playa por dos semanas con el Flaco, la Maida, el Pipe, la Maca y un amigo de Rodrigo. ¿Me prestai el auto?
- Perdón, pero... ¿y dónde se van a quedar?
- Arrendamos una casa súper piola entre los seis. La Maca se va a encargar de hacer la comida y a mí me pidieron si podía ponerme con un auto. La comida la ponemos entre todos.
Eso de irse de vacaciones "a la life" pasó de moda hace rato.
¿El mochileo? ¡Tradición propia del siglo pasado!
Hoy la tónica es formar un grupo entretenido de amigos, arrendar una cabaña y distribuirse tanto gastos como responsabilidades. Todo, por cierto, muy planificado. Antes de partir, nada se deja al azar pues la idea es des-can-sar... sin deberles explicaciones a los "viejos" y con un horario tan flexible que permita carretear hasta tarde.
El fenómeno, de hecho, ya fue detectado en el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur). Este verano reformaron la "Guía de turismo joven" que editan cada año para añadirle datos de alojamiento y posibilidades de arrendar en las diferentes regiones del país.
El tema, según el director de la entidad, Oscar Santelices, representa "un desafío para quienes ofrecen servicios de hospedaje, pues cada día crece la cantidad de personas jóvenes que se muestran interesadas en arrendar en grupo una casa por un par de semanas: es una forma inteligente de ahorrar plata y pasarlo bien".
La explicación que dan en el Sernatur de esta nueva forma de organizarse se fundamenta en que "hoy el país, a diferencia de hace años, tiene mejores servicios, mayor infraestructura y a un precio más a la mano (...) Entonces es razonable pensar en que la gente joven esté dejando un poco de lado el mochileo, que es una opción más incómoda que, sin embargo, no ha desaparecido y sigue siendo una opción de muchos". José Ignacio Flores (20) conoce perfectamente cuáles son los "pros" y "contras" de irse de vacaciones con amigos. El verano pasado se fue por quince días al norte con un grupo de 12 ex compañeros de colegio. Recorrieron - en tres autos- Bahía Inglesa, San Pedro de Atacama y numerosas playas vírgenes de la costa. "Fue una experiencia demasiado buena, teníamos un itinerario preliminar y un fondo común de dinero para el pago de los gastos que nos beneficiaban a todos, como la bencina", cuenta.
El principal factor que los llevó a optar por arrendar cabañas en cada lugar donde pasaban la noche fue "el ahorro de plata. Es mucho más barato repartirse los gastos, aunque haya que dormir un poco más apretados".
¡Al rico tallarín!
La organización que concretan es casi militar: una se encarga del aseo, otra de la comida, una tercera coordina los panoramas y carretes, etc, etc, etc. "Lo ideal es una casa que tenga hartos camarotes y una parrilla para asados. Comemos las cosas que llevamos cada una desde su casa... asaltamos las despensas y partimos", cuenta Soledad Raveau (24) quien también vacaciona con este sistema.
El menú, en todo caso, no tiene nada de refinado. "Lo típico son los tallarines, el arroz y algunas conservas, como atún o arvejas. ¡Lógico! Si lo principal es no gastar de más", cuenta.
Nicolás Infante (17) ya se está frotando las manos. Este verano se va con ocho amigos a Santo Domingo. "Arrendamos una casa, tenemos que pagar como 30 lucas cada uno... y con eso nos quedamos diez días", explica este joven colegial. "Además que estar solos, sin gente grande, te relaja, no hay hora de despertada... ni de llegada. ¡Es ideal!", añade.
Un verdadero experto en esta nueva forma de vacacionar es Felipe Rodríguez (23). Para él, en realidad, no es "nada de nuevo": hace años que sus veranos los pasa junto a un grupo de amigos ya consolidado, de 4 ó 5 personas, "sin contar a las pololas que también van". Y lo suyo, en todo caso, ya adquirió ribetes internacionales: tienen un dato de unas casas que arriendan en un barrio periférico de Río de Janeiro, en donde se quedan hasta por un mes.
Rodríguez tiene muy claro lo que busca: "Yo entiendo que es una forma más cara de descansar si se compara con el mochileo, pero llega un punto en el que uno comienza a valorar cierta comodidad, tener un living con tele, un baño con cierta privacidad, sentir que estás como en tu casa".
Juan Eduardo Faúndez, director del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), siente que este nuevo estilo "responde a un grupo socioeconómico segmentado, de clase alta y media-alta, y que están dispuestos a trabajar para pagarse vacaciones de mejor calidad".
Por otra parte, añade, "el nivel de desarrollo de la economía chilena permite que los ingresos estén mejores y las aspiraciones de quienes buscan descansar sean más exigentes". Chile, señala Faúndez, "está mejor adaptado para bolsillos más restringidos... antes en Pucón por ejemplo, si no tenías plata, lo pasabas pésimo. Hoy en cambio hasta tienes donde alojar".