El accidente automovilístico protagonizado en Las Condes por un adolescente que había consumido alcohol, cuyo saldo fue la muerte de un joven de 30 años, dejó en evidencia que durante las vacaciones el carrete juvenil generalmente supera todas las normas que puedan establecer los padres durante el año.
Según los especialistas, existen varias claves para poner límites a los excesos adolescentes durante el verano.
La principal dificultad es que cuando hay vacaciones escolares, los padres, en general, tienen pocos recursos para hacerles entender a los adolescentes que no pueden salir de parranda todos los días. Muchos padres todavía están trabajando, por lo que privilegian el descanso en la semana, pero sus hijos, en cambio, "carretean" de lunes a viernes.
Según la psicóloga Ximena Santa Cruz, el acercamiento para plantear el tema no debe ser desde la prohibición ni el castigo. "Los padres deben entender que los hijos tienen libertades, pero un buen argumento para pedirles que estén más en la casa o que tomen menos, es el acercamiento emocional sobre la base de la confianza".
La experta explica que los papás pueden confesarles que los echan de menos y que también se angustian mucho cuando ellos toman alcohol o llegan muy tarde a la casa."No me puedo dormir hasta que llegas del carrete es un mejor argumento que explicarles lo que ocurre en el organismo si duermen poco o castigarlos".
Asumir que ellos pueden responder como lo haría un adulto, que es posible conversar y transar los horarios de llegada son las claves para no caer en el control excesivo, ni en obligarlos a acatar las normas.
Horarios más flexibles
Durante las vacaciones las rutinas que funcionan durante el año, como la hora de levantarse, del desayuno, del almuerzo y también la llegada del carrete, se desarticulan, por lo que inevitablemente varían los horarios.
La psicóloga Carolina Diez, del servicio Fono Infancia de Fundación Integra, recomienda conversar y negociar con los hijos estas normas antes de que se esté en el lugar del veraneo, como una manera de anticipar los posibles conflictos que allí pudieran surgir.
"La idea es flexibilizar los horarios y los permisos, pero siempre que el joven responda con un comportamiento responsable. Es bueno que los jóvenes tengan la posibilidad de conocer lugares y amigos nuevos y divertirse, pero, obviamente, no exponiéndose a conductas de riesgo y permitiendo también que los padres puedan descansar sin preocupaciones".
Otra sugerencia para limitar el carrete tiene Ana María Izquierdo, terapeuta familiar del Centro Nacional de la Familia (Cenfa). "El autocontrol tiene que ver con la actitud que tengan los padres. Ellos deben enseñarles a beber en forma moderada y predicar con el ejemplo".
Izquierdo señala que se puede premiar el comportamiento responsable con facilidades para usar el auto u horarios flexibles de llegada, pero si el joven no responde responsablemente a esa confianza, puede ser útil presionarlo con menos mesada.
Otra forma de proteger el desenfreno de verano es tener una política de "casa abierta", donde puedan llegar los amigos del hijo sin inconveniente. "Una casa entretenida y abierta, donde haya juegos o, incluso, un fogón para que los adolescentes se puedan juntar en vacaciones con sus amigos, ayuda a disminuir el riesgo de que consuman drogas y alcohol".
De hecho, según el último estudio de drogadicción escolar del Conace, la prevalencia de consumo en hijos de padres involucrados es de 10%, mientras que los hijos de padres distantes tienen un 35%.
Estrechando el vínculo
Carolina Diez también señala que el veraneo es un buen período para aprovechar de compartir con los adolescentes. "Al haber más tiempo, existe la oportunidad que puedan realizar otro tipo de actividades en un ambiente informal, donde es posible acercarse a ellos no en el ámbito escolar, sino consolidando el vínculo familiar".
Se puede establecer el rito de almorzar juntos algunos días de la semana, programar actividades en familia para conocer un Parque Nacional, jugar juntos o brindar la posibilidad de que inviten a un amigo para que se sientan más cómodos.
Lo importante es que este acercamiento no sea un interrogatorio, sino algo más amigable, donde también se respeten las características del niño, y, por ejemplo, si le gusta estar solo, no obligarlo a participar de paseos y actividades a la fuerza.