Durante los meses de vacaciones escolares, padres e hijos suelen compartir más tiempo juntos, sin duda una buena oportunidad para ejercer su rol formativo: desarrollar habilidades socioafectivas, como el aprender a mirar las cosas con perspectiva, a autoconocerse, cuidarse, comunicarse, a reflexionar sobre lo que lo hace más o menos feliz, a ser buen compañero.
Todas estas habilidades contribuirán no sólo a hacerlos mejores personas, sino también al lograr éxito académico el año escolar que se acerca.
Investigaciones recientes demuestran que el desarrollo de habilidades emocionales y sociales tiene efectos benéficos sobre el bienestar y la salud mental de niños y jóvenes. Además, afectan positivamente el aprendizaje y el comportamiento escolar.
Se ha descubierto el rol central que juegan las emociones en cada experiencia de aprendizaje: "Los estudiantes que están ansiosos, enojados o deprimidos no aprenden; las personas que están en estos estados emocionales no pueden manejar eficientemente la información...", escribe Daniel Goleman en su libro "La inteligencia emocional".
Es importante aprender a manejar emociones displacenteras y promover estados mentales de calma y optimismo que facilitan el aprendizaje.
Las competencias emocionales y sociales han demostrado ser más determinantes que las competencias cognitivas para el éxito personal, académico y profesional. Al igual que las habilidades intelectuales, las de tipo socioafectivas requieren de estimulación continua que permita ir evolucionando a etapas de mayor desarrollo. La familia, junto a la escuela, es responsable de aprender a estimularlas y, además, con sistematicidad.
Las vacaciones dan tiempo y oportunidad de conversar, argumentar los puntos de vista; enseñar a nuestros hijos a escuchar y no sólo a hablar, a preguntar, a interesarse por los demás. También nos ofrece un espacio para compartir con ellos nuestras reflexiones sobre asuntos importantes de la vida cotidiana, hacernos más cercanos para que confíen y les importen nuestros consejos.