Los estudios científicos avalan que el deporte, más allá de las esferas del morboso alto rendimiento, es buena medicina. Los efectos del ejercicio regular sobre el sistema cardiovascular muestran un gran beneficio, con una disminución de enfermedades asociadas.
El sedentarismo manifiesta su daño en obesidad, neurosis, hipertensión arterial, infartos al miocardio, dolores de espalda, diabetes mellitus, en fin, un deterioro paulatino de nuestro cuerpo-mente, al punto de envejecer prematuramente disminuyendo nuestras expectativas y calidad de vida.
Su antídoto es el deporte. Lo sabemos. Sin embargo, la inconsecuencia es la norma y nuestra tendencia es a la inercia, a la intelectualidad o no intelectualidad del estar solo en la mente... Muy lejos del presente y de nuestro cuerpo.
El tema entonces es cómo vencer la inercia, un círculo vicioso que nos lleva a gastar pocas calorías, a estar más ansiosos, a ingerir más calorías, a aumentar de peso, a hacer menos ejercicio... y a engordar más... Para estar más inertes.
La inercia se vence sólo con fuerza de voluntad, y luego gracias a la adicción a la sensación de ejercicio y post ejercicio. Si me preguntan por qué aún entreno o por qué hago ejercicio, digo que es por adicción; adicción a un estado mental que queda alrededor del ejercicio más allá de las promesas de buena salud. Una elevación, un toque del espíritu. Un espacio al que tras un tiempo, deseo regresar, a través del ejercicio.
Las actividades aeróbicas como el trote, la natación, ciclismo, producen un aumento efectivo en el máximo consumo de oxígeno (VO2 máx.) Este cambio se ve acompañado por modificaciones en los sistemas cardiorrespiratorio y músculo-esquelético, mejoras que llevan a una mayor eficiencia cardiovascular. Es decir, el ejercicio nos hace más potentes, por supuesto también sexualmente. Y nos hace envejecer mejor.
Mi ejercicio es subir montañas, pero en general son los ejercicios de largo aliento los que conducen al nirvana, a esa sensación de estar satisfechos, donde nada falta, donde todo está bien... Cuando conocemos eso, siempre deseamos volver. Los maratonistas me confiesan encantarse con la "zona", y todos los deportistas de una u otra forma describan el estado de elación que produce el deporte.
Si a eso agregamos los beneficios de la relajación, del sueño profundo y la mejora del estado de ánimo que produce, sus efectos benéficos sobre la hipertensión arterial o la diabetes mellitus, la prevención de la enfermedad coronaria y sus temidos infartos de miocardio, podemos decir que el deporte es quizás la mejor medicina.