Hasta los 13 años, Nicolás (15) usó poleras de 31 minutos, leyó a Harry Potter e invitaba a sus amigos a jugar a su casa. Sin embargo, desde que entró a la enseñanza media, cambió los colores en su ropa por un riguroso negro; por los parlantes de su computador suenan tenebrosos acordes de "rock sinfónico" y se niega a cortarse el pelo: lo tiene del largo justo para que lo dejen entrar al colegio.
"Este cambio nos tiene desconcertados", cuenta Manuel (43), el papá de Nicolás, con dos hijos mayores cuya adolescencia, siente, no fue tan marcada como la del más chico. Ahora, que está de vacaciones, sale y no cuenta dónde va, y si lo llaman al celular, no contesta o lo apaga. "Está llegando muy tarde, y cuando vuelve le huelo la ropa para saber si anduvo fumando o si tomó algo. Le converso para ver si viene bien", dice su madre, Carmen, preocupada.
¿Cómo ponerles límites a los adolescentes sin pasar a llevar su necesaria libertad, especialmente en verano, cuando los horarios se desordenan y las peticiones de los hijos se acrecientan? Para la mayoría de los padres es muy difícil contestar esta pregunta, y muchos terminan convirtiéndose en lo que los sicólogos llaman "padres colchón", que protegen a los hijos, pero no basándose en la firmeza, sino en la sensibilidad.
"Son partidarios de hacer que los niños no sufran, y con tal de tener la paz del minuto dicen: anda, vuelve a las cuatro de la mañana. Buscan evitar cualquier enfrentamiento con el hijo", comenta la cientista familiar de la Universidad de Los Andes Raquel Rubio, coautora del libro "Ser padres de adolescentes hoy".
¿Por qué son así? Hay varias razones. Una de ellas es que ha habido una historia educativa de autoritarismo. Otra razón es que los padres hoy, como están confundidos, quieren ser amigos de sus hijos, y piensan que eso significa ser padres que están a la misma altura. "Y no lo están, porque uno es guía y el otro es guiado. Cuando los padres sólo quieren ser acogidos y aceptados transan en todo, incluidos principios y valores", dice Rubio.
Pero los adolescentes necesitan límites, seguridad y confrontación. "Los papás creen que la confrontación hace daño, pero no; sin confrontación no se crece". Tampoco pueden convertirse en el bastón del hijo, socorriéndolo en todo, sino que darles los medios para que ellos encuentren la solución. De lo contrario se les está negando la libertad.
Amar la libertad
Uno de los problemas esenciales para los padres "colchón" es establecer las ingratas reglas. "Los padres buscan la seguridad. Los hijos, tirar el hilo", describe el sicólogo Rodrigo de la Fabián del Centro “Ser Joven” y profesor de la Universidad Diego Portales, agregando que una buena adolescencia es aquella donde está presente la angustia de los padres, porque deben apostar a que los hijos tomen buenas decisiones, porque no pueden hacer todo lo que quieren.
Ante un panorama que se avecina complicado - las estadísticas confirman que los niños están empezando a consumir alcohol y drogas a los 13 y 14 años- , los padres suelen sentirse con poca claridad sobre cómo manejar a sus hijos. Sin embargo, los expertos aconsejan que dejen que sus hijos conozcan y aprendan a manejar su libertad, tomando decisiones con una buena información, comenta la pediatra Tamara Zubarew, directora del Programa "Familias Fuertes" de la Universidad Católica.
"Hay que amar la libertad de los adolescentes. Enseñarles a tener un juicio sobre lo que quieren, para que puedan razonar sobre lo bueno y lo malo, pero no imponérselo deliberadamente. Los padres no deberían tener tanto miedo de que su hija quede embarazada o que su hijo se emborrache. Más bien debería preocuparles que no sean capaces de madurar en su libertad", sentencia el filósofo Antonio Amado, de la Universidad de los Andes y también coautor del libro "Ser padres de adolescentes hoy".
La primera gran lección que deben aprender los padres es que es bueno respetar la rebeldía del hijo adolescente. Un niño sobreadaptado, "será un niño o niña buena, pero a costa de transgredirse y aniquilarse como persona", expone Raquel Rubio.
La segunda es poner límites razonables a esa rebeldía, algo que se aprende al interior de cada familia. "Cada una tiene una cierta manera de vivir la adolescencia de sus hijos. Si pertenezco a una más conservadora o más liberal, eso genera matices que son importantes y legítimos. Hay papás para los que es insoportable que la hija esté en la pieza con el pololo... Y otros para los que no es problema", apunta Rodrigo de la Fabián.
Lograr consensos se hace especialmente difícil en vacaciones, pero los expertos aseguran que igualmente se requieren de límites que se respeten, aunque a veces los hijos no estén de acuerdo. Los padres, por su lado, tendrán que validar algunas peticiones de sus hijos. Su autonomía pasa porque los adolescentes exploren y vayan más allá de las fronteras que marquen los padres.
Otro punto importante: la negociación. Hay reglas que deben estar siempre presentes, como las horas de llegada a la casa. Hay otros, en cambio, en los que se recomienda ser más flexibles, como la imagen personal. Para lograr resultados exitosos, la empatía entre padres e hijos es esencial, que los hijos no se sientan atacados y sobre todo que los padres sean consecuentes con sus dichos.
Es esencial además que se entregue a los hijos un voto de confianza. "Si los papás actúan sólo pensando en las consecuencias de los actos de sus hijos, entonces dejarán que hagan cualquier cosa con tal de tener previsto que no hagan esas cosas que les da miedo", señala Antonio Amado.
También, hay que dejar el prohibir sólo para ocasiones importantes y claras. No actuar ante la sospecha. "Al hacerlo lo único que se logra es endiosar lo que se quiere alejar de su hijo", dice Rodrigo de la Fabián.
Quienes mejor logran poner límites son los padres "autoritativos", que supervisan la conducta de sus hijos adolescentes, demostrando cariño y respeto. Cuando hay monitoreo de comportamiento en un marco de cercanía emocional, hay menos conductas de riesgo, dice la doctora Tamara Zubarew. "Cuando un chico está en una relación de peligro, lo protege sentir que sus papás tienen una relación de cariño. Muchos de ellos dicen: no hice tal cosa por mi mamá, por mi papá, porque los quiero", finaliza Rodrigo de la Fabián.